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Desde las profundidades de tu ser

“Lámpara de Jehová es el espíritu del hombre, la cual escudriña lo más profundo del corazón… porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios, porque ¿quién entre los hombres conoce las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él?” (Proverbios 20:27, 1 Corintios 2:10)


Una de las cosas que sabemos que está dentro de nosotros es nuestra consciencia. Y Dios se ha encargado de poner en todos Sus hijos, ese monitor que nos dice lo que está bien y lo que está mal.


Por esto escuchamos muchas veces a alguien decir “le remuerde la consciencia por lo que hizo.” Y aunque ese monitor está dentro de cada uno de nosotros no todos le ponemos la atención que se merece.


Por ejemplo tenemos el caso de las crisis en Ucrania que sin entrar en detalles, todo esto surge por defender intereses económicos y políticos. Todos sabemos desde las profundidades de nuestro propio ser que la guerra no es la respuesta apropiada al conflicto.


En casos como este y también en nuestras vidas personales, el egoísmo y la ambición predominan y ambos son malos consejeros pues, nos impulsan a lograr objetivos personales a costa de lo que sea, siguiendo el principio maquiavélico de que el fin justifica los medios.


Detrás de todo el conflicto está esta triste realidad, y una vez más miles de vidas humanas se perderán producto de este conflicto y de la intransigencia de las partes envueltas.


Aunque las partes piensen de manera intelectual que ambas están actuando en aras del bien, “el espíritu del hombre” reconoce que algo anda mal detrás de todo esto.


Y esta es nuestra consciencia, ese monitor que se encuentra en las profundidades de nuestro ser, que nos dice “algo anda mal” porque todos sabemos la guerra no es la solución a un conflicto.


El Maestro Jesucristo nos enseñó la no-resistencia cuando dijo “a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos.” (Mateo 5:41)


Dura lección es esa que todavía no hemos aprendido. Pensamos que si hacemos esto nos humillamos. Pero este principio es el remedio para la prepotencia, el orgullo, la avaricia, el egoísmo y la intransigencia.


Y la voluntad para seguir este principio y esta norma de vida tiene que salir desde las profundidades de nuestro ser, pues si no viene de adentro se convierte en un comportamiento temporero así como la semilla que cae en pedregales donde no hay mucha tierra, que brota por un momento, pero rápidamente se seca porque no hay profundidad de tierra.


Desafortunadamente en nuestro presente estado no-regenerado en nuestra mente encontramos alojados tanto pensamientos constructivos como pensamientos destructivos.


Por esto podemos decir que dentro de nosotros, encontramos el bien y el mal ambos conviviendo así como la cizaña con el árbol que da fruto. Esa es nuestra presente realidad humana.


Sin embargo, todos deseamos que el bien se manifieste a través de cada uno de nosotros y como dice el refrán “a su tiempo se maduran las uvas.”


Todos sabemos que dentro de nosotros existen ciertas fuerzas salvajes que tenemos que domesticar. Y el espíritu en nosotros conoce tales fuerzas y sabe cómo domesticarlas.


Entonces si queremos progresar espiritualmente tenemos que poner atención al espíritu y seguir sus instrucciones al pie de la letra, aunque resulten ser contrarias a toda lógica humana-intelectual.


Esta es otra dura lección que tenemos que aprender. Sabemos que el que toma este camino lo encontrará arriesgado y a veces hasta inseguro. Pero sabemos que Dios no nos desampara aunque nos sintamos desamparados.


Y nuestra meta debe ser lograr vivir nuestra vida de una manera más profunda y significativa, transformándonos de gloria en gloria para ser lámpara que alumbre a todo lo que nos rodee.


Y todo proceso comienza ahí mismo donde estás, no tienes que esperar que algo extraordinario ocurra allá afuera para comenzar. No necesitas tener una revelación espiritual significativa ni tampoco necesitas sacarte la lotería para empezar.


Solo se requiere tener el deseo, la voluntad persistente y la disciplina de sacar lo mayor y lo mejor de ti desde las profundidades de tu ser.


Sin embargo debes reconocer que existen dentro de ti condiciones que necesitan ser transformadas y que solo con la ayuda de Dios podrás hacerlo. Entonces pídele a Dios que te ayude. No tengas temor en pedir. Pero cuando pidas comienza a actuar como si se te hubiese dado ya lo que has pedido.


Podrías responder diciendo: “¿Actuar como si se me hubiese dado ya lo que he pedido?” Esta lección también es dura porque no muchos de nosotros tenemos la disposición interna de actuar, especialmente cuando no vemos resultados en lo externo. Podrías decir: “Actuar así es insensatez y locura.”


Pero el apóstol Pablo dice: “… lo insensato de Dios es más sabio que los hombres… Cristo es poder y sabiduría de Dios.” (1Corintios 2:24)


Yo no puedo desestimar la importancia que tiene la oración en nuestras vidas no solo como instrumento para conocernos a nosotros mismos sino como el medio para establecer una relación funcional con Dios.


Todavía tenemos mucho que aprender acerca de nosotros mismos y de nuestra propia naturaleza espiritual pues no me equivoco en decir que son pocos los que realmente se conocen a sí mismo (o a ellos mismos).


Todos los que estamos aquí presentes tenemos situaciones que resolver. El primer gran paso es irte en oración y entrar en tu aposento alto. “… mas tú cuando ores entra en tu aposento, y cerrada la puerta ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto, te recompensará en público.” (Mateo 6:6)


El aposento interior representa las profundidades más recónditas de nuestro ser y el salmista se refiere a este lugar cuando habla de “el abrigo del Altísimo”.


Y todos sabemos que cuando vamos a este aposento interior en el camino nos encontramos con muchas influencias del mundo externo, pero si somos persistentes y ponemos nuestro empeño podemos lograr cerrar la puerta.


Y sabes que: tú lo puedes hacer; solo requiere disciplina y disposición; y que establezcas la intención contigo mismo. Si puedes dar testimonio de tus conquistas y tus logros externos, ya es tiempo de que des testimonio de tus conquistas y logros internos.


Y para dar testimonio de estas conquistas y logros internos tienes que ir a un lugar que es el escenario de la acción y este lugar se encuentra en las profundidades de tu ser.


¿De dónde vas a sacar las fuerzas para enfrentar un reto o un duro golpe que te dé la vida? Desde las profundidades de tu ser.


¿De dónde vendrá la fe y la fortaleza que necesitas para enfrentar y superar el diagnóstico médico de esa condición incurable que manifiestas en tu cuerpo? De las profundidades de tu propio ser.


¿De dónde vendrá la sabiduría para tomar las decisiones correctas para no fracasar? De las profundidades de tu propio ser.


¿De dónde sacarás las fuerzas para levantarte después que has fracasado y comenzar de nuevo? De las profundidades de tu propio ser.


Entonces, haz lo que tienes que hacer con los infinitos recursos que tienes dentro de ti y no te quejes más y deja de culpar a otros por tu presente condición; porque tu fortuna o tu infortunio comienzan dentro de ti. ¿En dónde? En las profundidades de tu propio ser.


Ya es hora de que comiences a vivir tu vida de una manera más profunda, desde una nueva perspectiva, desde la perspectiva de Dios. Para esto tenemos que quitarnos delante de nosotros y permitir que Dios vaya delante dictando y señalando nuestro camino.


La vida es mucho más que la comida el vestido y el albergue; y aunque todos tenemos necesidad de esto no debemos dejar de hacer lo otro por hacer esto.


De modo que si alguno cree que es posible vivir desde las profundidades se su propio ser nueva criatura es. Haz dejado lo viejo en ti, para darle paso a lo nuevo.


Y así como el gusano se transforma en una bella mariposa tú te transformarás en ese nuevo ser para alcanzar mayores alturas espirituales, mayores conquistas y mayores logros.


Pero lo más importante es que tu perspectiva de la vida será más profunda adquiriendo un nuevo significado. Ya no estarás sujeto como antes, a las leyes de la tierra; nuevas leyes conformarán tu mundo pues por tener tus propias alas estarás ahora sujeto a las leyes aerodinámicas.


Una nueva consciencia surgirá, más alta que la anterior, pues has ganado la batalla. ¿En dónde? En las profundidades de tu propio ser.


¡Dios te bendice! Amén.

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