Superando el Pasado
“Al que venciere, daré a comer del maná escondido, y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre nuevo.” (Apocalipsis 2:17)
Es un hecho bien conocido por todos nosotros que guardamos muchas experiencias pasadas en nuestra memoria, experiencias que tuvimos en nuestra niñez que afectan de manera significativa nuestro comportamiento, creencias y actitudes en nuestra vida adulta.
Cuando hablamos acerca de la memoria normalmente pensamos que se refiere a alguna parte de nuestro cerebro o nuestra mente subconsciente donde decimos que están almacenados todos nuestros recuerdos y experiencias pasadas. Este es el concepto tradicional.
Sin embargo, la ciencia ha descubierto que hay inteligencia en las células de nuestro organismo y consecuentemente también hay inteligencia en cada órgano de nuestro cuerpo. Y dondequiera que haya inteligencia hay mente, y dondequiera que hay mente hay memoria.
Pero también descubrí que hay inteligencia en los microorganismos tales como las bacterias. Algunos de ustedes saben que estuve en Puerto Rico hace unos meses visitando a mi madre quien estuvo interna en el hospital.
Mientras estuve con ella en el hospital tuve la oportunidad de conversar con la infectóloga que estaba atendiendo su condición. Ella me explicó que había unas bacterias que estaban afectando una zona de su cuerpo, pero que no siempre era evidente esta condición porque en algunos casos estas bacterias se escondían en algún lugar del organismo cuando percibían que iban a ser atacadas, y que cuando las condiciones volvían a ser más favorables ellas retornaban al lugar de vulnerabilidad.
Esto me hizo ver claramente que las bacterias no solo tenían inteligencia sino que también podían moverse de un lugar a otro mediante un proceso de respuestas a estímulos del medioambiente.
Entonces pensé que si esto es cierto para los microorganismos también debe ser cierto para nuestros recuerdos y nuestro pasado. Todos hemos escuchado alguna vez a alguien diciendo “ese fulano vive en el pasado”.
La experiencias que hemos vivido especialmente las malas experiencias, son como los microorganismos, que se mueven de un lugar a otro en nuestra consciencia y ciertamente en nuestro cuerpo buscando lugares vulnerables para esconderse y realizar su maldad.
Muchas de estas experiencias pasadas ocurrieron en nuestra niñez, y lamentablemente fueron introducidas en nuestra consciencia e interpretadas a la luz del conocimiento, la comprensión y la madurez mental que tuvimos en aquel momento de nuestra vida.
En el momento en que vivimos esas “llamadas experiencias negativas” no fuimos capaces de ver el bien buscando expresarse a través de ellas. Por ejemplo, si fuimos abusados en la niñez, nuestro ego, tomó esa agresión de manera personal y creó un núcleo de pensamientos, sentimientos y emociones de rabia, de condenación, de venganza y desquite hacia la persona que cometió el abuso, creando así profundas heridas en el alma que han prevalecido hasta el día de hoy porque han hecho morada en nuestra mente y nuestro cuerpo.
Nuestra mente de niño tal vez no conocía el poder y la presencia del Cristo morador. En ese momento no fue posible entender que lo necesario y lo correcto era acudir al poder del amor incondicional de Cristo, quien tiene poder supremo para sanar y perdonar.
Entonces todas estas experiencias pasadas se convierten en lo que hemos llamado erróneamente demonios. Mas, no los vemos como microorganismos o como experiencias negativas pasadas que viven todavía dentro de nosotros y que nos hacen reaccionar de maneras sorprendentes e inesperadas.
Por ejemplo, todos hemos visto personas que se ponen sumamente violentos con una rapidez tal que el que los observa algunas veces comenta “le salió el demonio a ese,” o “esa no es la persona que yo conozco.”
La mayoría de las personas conciben a los demonios como personalidades feas con rostros desfigurados y comportamientos despreciables, deambulando por todas partes buscando su próxima víctima. En las películas de miedo son presentadas de esta manera con la capacidad de entrar en el cuerpo de personas a las cuales hay que someterlas a un exorcismo con el fin de expulsar fuera del cuerpo la entidad o demonio que supuestamente se ha metido dentro de la víctima.
Tenemos que cambiar esta concepción popular acerca de lo que son realmente los demonios.
Para mí esto no tiene ningún sentido, pues como estudiante de la Verdad que soy, sé que Dios es Espíritu, y que habiendo un solo Dios realmente hay un solo Espíritu. Todos nosotros somos emanaciones del mismo Espíritu. Siendo esto así, el único espíritu que podemos tener dentro de nosotros es el espíritu de Dios individualizado en cada uno de nosotros como Su Hijo Unigénito, el Cristo morador. De modo que es imposible tener otro espíritu que no sea el espíritu de Dios individualizado en cada uno de nosotros como el Cristo morador.
La ciencia física ha descubierto que dos cuerpos no pueden ocupar el mismo espacio, y si esto es cierto también es cierto que en el reino mental, los pensamientos son cosas y ocupan un lugar en nuestra mente; dos pensamientos no pueden ocupar el mismo espacio cada cual ocupa su propio espacio, pienso en uno y luego pienso en el otro. Pero en el mundo espiritual solo hay un espíritu el espíritu de Dios. Este espíritu se individualiza en cada uno de nosotros de una manera tal que aquel que no conoce la verdadera naturaleza de Dios piensa que existen una infinidad de espíritus diferentes, cuando realmente es un solo espíritu repetido infinitas veces, ese espíritu es el Hijo de Dios, el Unigénito, Cristo en ti y en mí, esperanza de gloria.
Dicho esto, “Los demonios o espíritus malos, son condiciones en la mente, o estados de consciencia, que se han desarrollado por el uso incorrecto, erróneo, ignorante e insensato del poder creativo del hombre. Si en pensamiento o palabra estás usando tu poder creativo de manera ignorante, estás produciendo y expresando un ego o una personalidad de naturaleza similar. La mente construye estados de consciencia que se establecen en el cerebro y en el cuerpo. En el hombre no regenerado [o sea en ti y en mí] encontramos el bien y el mal, pero en el nuevo nacimiento el mal y todas sus obras debe echarse fuera. El trabajo de todo vencedor debe ser echar fuera de sí mismo los demonios del pecado y la maldad a través del poder y dominio de su Cristo morador [en su mente, cuerpo y asuntos].” (MBD p.170)
Los demonios son pensamientos de energía y poder fuertemente organizados en el reino subconsciente de la mente. Estos estados de consciencia tienen la capacidad de destronar o derrocar el razonamiento normal. (MBD p. 220)Son también sentimientos u obsesiones persistentes y torturadoras. (DRAE)
Cuando estos paquetes de energía negativa acumulados en nuestra mente y cuerpo se liberan tienen la fuerza de un viento huracanado. Tal fue el caso del endemoniado gadareno.(Marcos 5:1-20)
Un recuerdo traumático que nos ha producido un fuerte sentimiento de ira, venganza, puede volvernos sumamente violentos, nublar todo tipo de razonamiento prudente, puede hasta desfigurar nuestro rostro e inducirnos a cometer delitos de sangre no solamente hacia otras personas sino hacia nosotros mismos. Tales personas, que a menudo llamamos delincuentes o asesinos recurrentes le han diagnosticado “problemas mentales.”
Nuevamente, el poder creativo del hombre usado de manera errónea, ignorante o insensata tiene la capacidad de crear estados de consciencia que se establecen firmemente en el cerebro y en nuestro cuerpo induciéndonos a actuar erróneamente.
Y así, al igual que combatimos las bacterias en nuestro cuerpo, estos pensamientos, sentimientos, emociones y obsesiones o demonios deben ser combatidos y expulsados de nuestro organismo.
Desde esta perspectiva podemos decir que la mayoría de nosotros hemos creado muchos demonios, la inmensa mayoría de ellos, en el pasado y cargamos con ellos toda la vida.
En nuestro proceso de desenvolvimiento espiritual la purificación del alma y cuerpo desempeñan un papel trascendental; y para esto tenemos que superar el pasado; y lo superamos trabajando con nuestra alma y cuerpo para echar fuera estos estados de consciencia irrazonables, incongruentes y demoniacos que afectan nuestro comportamiento creando todo tipo de limitaciones, tanto mentales como físicas. Esta es la verdadera superación del pasado.
Nosotros hemos sido empoderados por el nombre de Jesucristo para echar fuera de nuestro cuerpo estos llamados demonios. (Marcos 16:17 parafraseado)
En cada uno de nosotros vive la plenitud de la divinidad, Cristo en ti y en mí. Y ese mismo Cristo por boca del Nazareno manifestó, “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra.” (Mateo 28:18)
Esto significa que Cristo tiene dominio y poder absoluto sobre todas las cosas incluyendo esos estados de consciencia erróneos que el hombre ha creado por ignorancia e insensatez pensando que va a obtener algún beneficio personal de ellos.
La inmensa mayoría de nosotros hemos estado cargando con nuestro pasado y sus correspondientes “demonios” y para superar nuestro pasado tenemos que echar fuera de nosotros esos estados de consciencia erróneos.
La historia del ave fénix nos ofrece una ilustración excelente del proceso de superación del pasado. Esta ave cansada de cargar los recuerdos y errores del pasado se entrega completamente entrando en un nido de fuego, donde su cuerpo se desintegra y se destruye volviéndose cenizas.
Entonces, maravilla de maravillas, de las cenizas surge una nueva ave, con vida nueva levantando su vuelo a nuevas alturas. Los desechos del pasado han quedó atrás para siempre.
Queridos amigos, Dios nos ofrece cada día el regalo de un nuevo día, una nueva oportunidad de vencer y superar nuestras creencias y errores del pasado.
Estamos en el albor de un nuevo año y una nueva década; la promesa es la siguiente: “al que venciere, daré a comer del maná escondido, y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre nuevo, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe. (Apocalipsis 2:17)
Y ¿qué es lo que vamos a vencer? Vamos a vencer y a expulsar los demonios del miedo, los demonios de la rabia, los demonios de la venganza, de la violencia y de la enfermedad que han encontrado morada en nosotros.
Los venceremos comenzándonos a amarnos a nosotros mismos enunciando y pronunciando palabras de Verdad.
Afirma:
No hay nada que temer.
“El perfecto amor del Cristo en mí echa fuera el miedo, la rabia, la venganza, la violencia y la enfermedad.
“Yo soy un centro de amor radiante, solo el amor permanece y llena todo mi ser.”
“Me amo y amo a todo el mundo.”
“Yo soy una nueva criatura en Cristo, las cosas viejas han pasado y todas son hechas nuevas.
Queridos amigos no es suficiente afirmar estas declaraciones, tenemos que creerlas y las creeremos cuando comencemos a vivirlas.
Y cuando estemos viviéndolas toda esa masa de pensamientos de poder y energía destructiva que han estado viviendo en nosotros, pensamientos cristalizados y adversos al bien y al amor van a abandonar su morada y se lanzarán sobre el precipicio de la desintegración. Y cuando esto ocurra habremos superado para siempre nuestro pasado.
Dios te bendice si sabiendo estas cosas las haces.
Meditemos…
Amén.