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La Naturaleza Tríplice del Amor

“Amados, amémonos unos a otros, porque el amor es de Dios. El que no ama no ha conocido a Dios porque Dios es amor.”(1 Juan 4:7,8)


Hay una trinidad en la naturaleza de Dios, esto es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Dios es Creador de todas las cosas y así como encontramos una trinidad en la naturaleza de Dios, también la encontramos en el ser humano y en todas las cosas creadas.


Y como Dios es amor, entonces en el amor también tiene que haber una trinidad. Hoy vamos a hablar de cómo lograr vivir expresando un amor trinitario que al fin y a la postre es el verdadero amor en toda su plenitud.


Normalmente cuando del amor se trata o se habla, visualizamos una relación afectiva entre dos personas, pueden ser entre parejas, con familiares, con mascotas y con nuestros amigos y conocidos y con todo lo que nos rodea en general.


Podríamos decir que el cuerpo del amor se manifiesta como una atracción física entre dos seres, una afinidad química afectiva en donde los sentidos desempeñan un rol importante.


La carne es el medio mediante el cual se expresa esta parte del amor; puede ser una caricia, un beso o una relación íntima. Por medio de los sentidos, el cuerpo busca satisfacerse a sí mismo y en una relación íntima busca llenarse del éxtasis que se produce en el cuerpo pero sabemos que siempre es de poca duración y se acaba.


La persona que piensa que este es todo el amor buscará siempre un estímulo externo para sentir el amor, para sentirse amada y cuando este estímulo no esté presente se sentirá sola, triste y desamparada.


Ahora bien, el alma del amor mora en el reino de la mente, en el intelecto, como afinidad en pensamientos, sentimientos y emociones. Las personas que experimentan esta fase del amor, se unen intelectualmente y cada cual disfruta de la compañía del otro compartiendo ideas, experiencias y vivencias en armonía y paz.


Sin embargo, también hay peligros y desafíos en este estado del amor. Si no manejamos bien nuestros pensamientos y nuestras acciones puede haber sufrimiento, desilusiones, egoísmo, buscando poseer el objeto amado, celos, y puede surgir sentimientos de condenación y venganza. En este plano del amor no hay garantía de armonía y paz, y por sí solo no ofrece satisfacción duradera, se necesita algo más.


Entonces hablemos del espíritu del amor. Esto es lo que conocemos como el amor divino, el amor incondicional de Dios.


Escrito está: “El que no ama no ha conocido a Dios porque Dios es amor.” Y Dios mostró Su amor por nosotros enviando “a Su hijo unigénito al mundo para que vivamos por él.” (1 Juan 4:9)


Y ¿en qué consiste el amor de Dios para con nosotros?, Consiste, “no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados.” (1 Juan 4:10)


Y Juan se reafirma esta gran Verdad: “De tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna.” (Juan 3:16)


Y cuando Juan el Bautista vio a Jesús que venía a él dijo: «¡Este es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo!» (Juan 1:29)


Y espiritualmente hablando el término “Cordero de Dios” representa la vida y la substancia pura del Ser. Y “su naturaleza es vivificar con vida perpetua todo lo que toca.” (LPR p. 47)


Entonces Jesús representa la vida y substancia pura de Dios. Su muerte en la cruz fue un acto de amor incondicional hacia la humanidad de una estatura tal que no ha sido igualada por ningún ser humano.


Jesús se entregó totalmente en la cruz y todo el amor de Dios fluyó a través de Su espíritu, alma y cuerpo hacia la humanidad produciéndose un estallido de energía vital que desgarró el velo del templo en dos e hizo temblar la tierra.


El cuerpo de Jesús sirvió de detonador de este amor de Dios de manera tal que toda la atmósfera mental de este planeta está impregnada y saturada de átomos crísticos de amor, vida y luz. Estos átomos espirituales están disponibles para todo aquel que desee apropiarse de ellos centrando su mente, pensamientos y sentimientos en Jesucristo.


Su obra lo convirtió en mediador de un nuevo pacto y mediante su ofrecimiento y derramamiento de Su sangre podemos “limpiar nuestras consciencias de obras muertas” y servir al Dios vivo. Pues “según la Ley, casi todo es purificado con sangre; y sin derramamiento de sangre no hay remisión.” (Hebreos 9:22)


Estas son las obras del amor divino, obras de gran alcance para la humanidad. Y por eso fue que Jesús dijo: “Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos.” (Juan 15:13) En Jesucristo encontramos la plenitud del amor el verdadero amor.


Pero bien, podrías estar pensando que todo esto es fantástico, podrías estar pensando acerca del alcance del amor divino y de la necesidad de ir evolucionando en el desarrollo del amor.


Pero también te podrías preguntar y ¿qué hago con esta enseñanza y como me la aplico para lograr una mejor calidad de vida?


Bueno, lo primero es saber que en nuestro presente estado no-regenerado hay tres razones importantes por las cuales vivimos, pues vivimos porque tenemos un cuerpo, una mente y un espíritu. Y sabemos que es el espíritu quien da vida, pero para vivir en esta dimensión necesitamos los otros dos.


El cuerpo no puede vivir plenamente sin la mente y sin el espíritu. Tampoco es correcto vivir solo para el intelecto sin conceder lo que pide el cuerpo y el espíritu. Como también es incorrecto vivir solo para el espíritu denegando las necesidades del cuerpo y de la mente. ¡Tenemos que ser prácticos!


De modo que se trata de vivir una vida balanceada, de lograr plenitud de vida en este estado en que nos encontramos. Y la plenitud de la vida la alcanzamos cuando logramos estar plenamente satisfechos y verdaderamente felices.


Queremos vivir en un cuerpo sano, y para esto necesitamos de una buena alimentación, una vestimenta cómoda, un albergue acogedor, tiempo para descansar; queremos sentir el calor de una buena compañía. Este es el cuerpo del amor haciendo un trabajo en nuestro cuerpo, en nosotros mismos.


También queremos tener una mente alerta y receptiva respaldada con ideas divinas. Queremos tener tiempo para disfrutar de la lectura de libros de autoayuda, tener la oportunidad de viajar y conocer nuevas culturas y amigos. Queremos tener buena compañía intelectual. Y debemos rodearnos de objetos de belleza que podamos usar y apreciar. Queremos tiempo para la recreación y la buena educación. Este es el alma del amor haciendo su labor en nosotros.


Y para vivir plenamente en el espíritu la persona debe expresar plenamente el amor. La mayor felicidad del hombre se encuentra en la concesión de beneficios aquellos a quien ama y a todo aquel con quien hace contacto; siendo amables y serviciales.


“El amor encuentra su expresión más natural y espontánea en la dación. La persona que no quiere dar no puede ocupar su lugar como cónyuge, como padre o madre, como ciudadano(a), o como ser humano.” Y este es el espíritu del amor.


Jesús expresó esta trinidad del amor cuando tuvo la predisposición para llevar a cabo el plan de Dios y expresar el amor de Dios a todos nosotros. Vivió en un cuerpo sano se rodeo de gente a quien amó profundamente, y Su mente se unificó a la Mente de Dios.


Ámate a ti mismo, cuidando tu cuerpo con amor, alimentándolo correcta y comedidamente conociendo el valor alimenticio de lo que comes sin dejarte llevar de excesos y o gratificaciones alimenticias. Procura siempre estar dispuesto a dar un abrazo, una caricia o un beso según fuese el caso. Esto es cuidar el cuerpo del amor.


Así como procuras escoger los mejores alimentos cuando vas al súper, procura escoger los mejores pensamientos para que moren en tu mente. Cuida tus pensamientos y evita la tendencia a intoxicarte con pensamientos de naturaleza inferior al bien de Dios para ti. Rodéate de personas de mentes sanas. Comparte buenas lecturas con personas afines a ti. Eso es cuidar del alma del amor.


Auto proclámate ser un centro del amor radiante de Dios, visualízate como un sol central emanando sus rayos de amor y luz a todo tu cuerpo, a tu entorno y a todo el universo. No importa lo que esté pasando a tu alrededor afirma que el amor divino en ti está uniendo todo en armonía y paz.


Y recuerda nuevamente, “la persona que no quiere dar no puede ocupar su lugar como cónyuge, como padre o madre, como ciudadano(a), o como ser humano.” Este es el espíritu del amor. Así como Dios no puede separase en partes individuales, tampoco el verdadero y único amor puede separase.


Por esta razón, procura usar correctamente los dones de Dios para que tengas vida plena para tu cuerpo, para el desarrollo de tu mente y el desenvolvimiento de tu espíritu.”


Si haces esto expresarás la trinidad del amor y vivirás una vida de orden superior.


Dios te bendice si sabiendo estas cosas las haces.


Meditemos…


Amén.


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