Enseñanzas Bíblicas para Vivir en Paz
“Tu guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera, porque en ti ha confiado.” (Isaías 26:3)
La palabra paz aparece a lo largo de la Escrituras desde el libro de Génesis hasta el Apocalipsis. Y esto es así por la importancia que tiene este concepto en nuestro desenvolvimiento espiritual.
El ejercicio activo de la paz es un requisito para lograr la perfección y nuestra conducta en nuestro diario vivir muestra cuan adelantados estamos en nuestro camino de perfección.
Esta cita bíblica nos ofrece una gran enseñanza acerca de cómo vivir en paz; sencillamente nos señala que cuando confiamos en Dios y mantenemos nuestros pensamientos constantemente en Él vivimos una vida en paz.
La mayoría de nosotros hemos estado en una lucha interna entre nuestro ego y la voluntad de Dios por largo tiempo y las luchas son enemigas de la paz. Y en la mayoría de los casos nuestra voluntad personal ha prevalecido sobre la voluntad de Dios.
La lección es clara: “hágase tu voluntad en el cielo y en la tierra.” (Mateo 6:10) Dentro del gran escenario de nuestra vida y nuestras relaciones con los demás, una de las causas que crean los conflictos es tratar de imponer nuestra voluntad sobre otras personas.
Sabemos que esta conducta crea conflictos y aun así nos aferramos a nuestras razones y a nuestros ideales. Sin embargo, cuando perseveramos en los pensamientos afines a los pensamientos de Dios y nos sometemos a la voluntad de Dios el fruto es paz. Jesús decía a sus discípulos: “Paz a vosotros.” (Juan 20:21)
En los tiempos del profeta Elías la reina Jezabel encadenó una cruzada para conquistar a Israel para la religión de Baal un dios cananeo. Su gran opositor fue el profeta Elías, porque le demostró al pueblo que el verdadero Dios era Jehová.
La reina lo persiguió para matarlo y él huyó y se escondió en una cueva al pie del monte Horeb. Leemos el 1 Reyes: “En ese momento pasaba Jehová, y un viento grande y poderoso rompía los montes y quebraba las peñas delante de Jehová; pero Jehová no estaba en el viento. Tras el viento hubo un terremoto; pero Jehová no estaba en el terremoto. Tras el terremoto hubo un fuego; pero Jehová no estaba en el fuego. Y tras el fuego se escuchó un silbo apacible y delicado.”(1 Reyes 19:11-12)
“Esta manera de experimentar la presencia divina acentúa el contraste entre Jehová, Dios de Israel, y Baal, que en tiempos de Elías era conocido como el dios de las tormentas, del rayo y de los fenómenos meteorológicos.” (1 Reyes 19: 9 nota f)
De manera que en el silbo apacible y delicado estaba y está la presencia de Dios. La palabra apacible es sinónimo de paz. Entonces encontramos que en la presencia de Dios hay paz. También vemos que el poder de Dios se manifiesta dentro de un ambiente de paz y tranquilidad.
Todo aquel que persevera en la paz de Dios es poderoso. Los vientos de la discordia, el terremoto de la intransigencia y el fuego de la ira son fenómenos temporeros y pasajeros; una vez pasan queda la paz de Dios.
Los fenómenos meteorológicos son causados por disturbios en la consciencia colectiva de la raza humana pero dentro de la consciencia humana está la consciencia de Cristo y por esta razón podemos afirmar que “hay paz en medio de la tormenta.”
En la carta a los Colosenses Pablo les exhorta a dejar cosas como el enojo, la pasión, la maldad, los insultos y las palabras indecentes; (Col 3:8) para que la paz de Dios esté en nuestros corazones.
Esta es una gran enseñanza para todos nosotros. En ningún hogar deben decirse malas palabras, ni tampoco referirse a los miembros de la familia con palabras groseras, despectivas, ni insultantes. Tenemos que disciplinar la lengua, revestirnos de paciencia y mantener la calma. Recuerda que en la paz hay poder.
“Sed bondadosos unos con otros, y perdónense mutuamente, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo. (Efesios 4:32) Muchas veces oímos a personas diciendo: ¿qué te cuesta perdonar?, como implicando que existe alguna pérdida monetaria envuelta en el proceso de perdonar. Bueno… puede que sí y puede que no. Pero eso no es lo importante, lo importante es saber lo que realmente cuesta perdonar, porque todo tiene su precio.
El precio que tienes que pagar es lo que te cuesta destronar tu ego para permitir que Cristo tome las riendas y el control de tu vida. Eso tiene su precio, tal vez sea monetario, tal vez no. Pero, “¿de qué le servirá al hombre ganar todo el mundo, si pierde su alma?” (Mateo 16:26) Esta es una gran lección.
La frase “perder su alma” no significa necesariamente la muerte física. Significa vivir en un tormento continuo donde nuestros pensamientos y emociones son incapaces de lograr paz.
En nuestro movimiento espiritual sabemos que el alma es la mente. Entonces, ¿qué valor tiene para ti tener todas las riquezas del mundo si tan siquiera puedes dormir y descansar tranquilamente para reabastecer tu cuerpo y tu mente?
“En paz me acostaré y asimismo dormiré, porque solo tú, Jehová, me haces vivir confiado.” (Salmo 4:8)
¿Quién quiere tener una vida sin paz mental? La pregunta es ¿en dónde encontramos paz mental? La encontramos en la oración, la meditación y el silencio; y en la confianza que depositemos en Dios.
Entonces, cuando estemos inquietos el primer paso es detenernos e irnos a oración. Tal vez se te haga difícil en medio de una crisis pero ahí mismo donde te encuentras tienes la oportunidad de irte a oración y aquietarte.
Si sientes miedo y te pones ansioso, ora con fe, sabiendo que la certeza que andas buscando solo la encuentras en el interno Dios de tu ser. Reconoce Su presencia en ti y en medio de tus circunstancias y recuerda que Dios solo quiere lo mayor y lo mejor para ti. Actúa entonces desde esta convicción.
Otra gran lección para vivir en paz nos la da Pablo en su carta a los romanos: “El ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz.”(Romanos 8:6)
Entonces Pablo menciona las obras de la carne: adulterio, fornicación, lujuria, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos,, celos, iras, contiendas, divisiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas.
Si te identificas con alguna de estas estás en la carne; pero las buenas nuevas es que tienes la oportunidad de soltar esa conducta y vivir en paz y mansedumbre.
Y añade Pablo: “… porque el que siembra para la carne, de la carne segará corrupción; pero el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna.” (Gálatas 6:8)
En mi experiencia a medida que me he interesado en las cosas del Espíritu, en conocer cada día más la naturaleza de Dios y su relación con nosotros, he podido experimentar mayor paz en mi vida.
Veinte o treinta años atrás vivía muy estresado, y ansioso. La lectura de la Biblia, las enseñanzas del Maestro Jesucristo, y la interpretación que hace nuestro movimiento de las mismas, me han ayudado a tomar las cosas con más calma y paz.
Cada vez que veo y saludo a mi querido amigo Cornelio, y le pregunto cómo está, su respuesta es: “estoy en paz”. Una respuesta muy singular, pero indicativa de la importancia que tiene la paz en su bienestar personal.
De modo que mi deseo para cada uno de ustedes es que “estemos firmes en un mismo espíritu” procurando agradarnos unos a otros y soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, y en aras de la paz.
Dios les bendice porque sabiendo estas cosas las hacen.
Meditemos…
Amén.