Bendito el que viene en el nombre del Señor
“Hosana al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosana en las alturas!” (Mateo 21:9)
“Seis días antes de la Pascua fue Jesús a Betania, donde estaba Lázaro, el que había estado muerto y a quien había resucitado de los muertos. Y le hicieron una cena; Marta servía y Lázaro era uno de los que estaban sentados a la mesa con él.” (Juan 12:1,2)
La voz se corrió de que Jesús estaba con Lázaro y “gran multitud de los judíos supieron entonces que él estaba allí, y fueron, no solamente por causa de Jesús, sino también para ver a Lázaro, a quién había resucitado de los muertos.” (Juan 12:9)
Al enterarse de esto “los principales sacerdotes acordaron dar muerte también a Lázaro, porque a causa de él muchos de los judíos se apartaban y creían en Jesús.” (Juan 12:10)
“El siguiente día grandes multitudes que habían ido a la fiesta, al oir que Jesús llegaba a Jerusalén, tomaron ramas de palmera y salieron a recibirlo y clamaban: – ¡Hosana! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor, el rey de Israel! “. (Juan 12:12,13)
La palabra hosana es una expresión hebrea que originalmente significaba ¡salva! Y que llegó a usarse como grito de aclamación o alabanza.
Esta escena de la llegada de Jesús a Jerusalén es un representación externa de un proceso espiritual interno en cada uno de nosotros.
Hay periodos en nuestras vidas de grandes privaciones, y grandes sacrificios, tiempos en donde tenemos problemas de salud, momentos en donde somos víctimas de las circunstancias porque la vida es así.
Supongamos que tenemos una enfermedad terminal; entonces nos enteramos que viene al país un evangelista famoso en una gira de sanación; hombre conocidos por sus obras, entonces salimos a recibirlo con fe de que cuando tengamos un encuentro con él seremos sanos.
¿No fue este el caso de la mujer que padeció de flujo de sangre durante doce años? Una mujer que “decía: «Si toco tan solo su manto, seré salva»… Pues dicen las Escrituras que se acercó “por detrás entre la multitud y tocó su manto… e inmediatamente la fuente de sangre se secó, y sintió en el cuerpo que estaba sana de su azote.” (Marcos 5:28,29)
Porque escrito está: “conforme a vuestra fe os sea hecho,” (Mateo ( 9:29) lo más probable es que cuando estemos en contacto con el evangelista seamos sanos.
Así fue que Jesús sanó a dos ciegos; por la fe que ellos tenían de que Jesús podía devolverles la vista.
Pero con vista o sin vista, más importante aun es conservar y agudizar cada día más nuestra visión interna para reconocer los procesos espirituales que se desarrollan dentro de nosotros y saber dirigirnos a la meta.
La llegada de Jesús a Jerusalén simboliza la llegada del Cristo a nuestra mente consciente. ¿Qué queremos decir con esto? Llega un momento en nuestras vidas en donde tenemos que reconocer que solos no podemos seguir lidiando con los retos que nuestra vida nos presenta día a día.
Así como reconocemos en lo externo el hecho que el famoso evangelista tiene dominio de un poder mayor para sanar, asimismo debemos y tenemos que reconocer que dentro de nosotros se encuentra el Cristo con un poder mayor poner nuestra vida en Orden Divino.
Entonces, la llegada de Jesús a Jerusalén es representativa de la llegada del Cristo a nuestra consciencia. No lo conocíamos, habíamos escuchado acerca de Él por medio de testimonios de personas que sa habían sanado de enfermedades terminales y ahora tenemos un encuentro personal con ese Cristo.
Las escrituras continúan relatando lo que aconteció cuando Jesús llegó a Jerusalén: “Entro Jesús en el templo de Dios y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el templo; volcó las mesa de los cambistas y las sillas de los que vendían palomas., y les dijo: «Escrito está: “Mi casa, casa de oración será llamada”, pero vosotros la habéis hecho cueva de ladrones».” (Mateo 21:12,13) De esta manera Jesús purifica el templo.
Nuevamente, este relato es representativo de un proceso espiritual interno. El templo es tu cuerpo. Un cuerpo que tal vez ha sido abusado y Maltratado escondiendo en é todo tipo de ladrones. Algunos de estos ladrones se llaman sustancias controladas, adicción a la pornografía, adicción al alcohol, deseos reprimidos de venganza, y desprecio hacia los demás y hacia uno mismo.
Estos ladrones representan principalmente transacciones mentales impuras llevándose a cabo en nuestro cuerpo que es el templo del Dios viviente. A todos estos ladrones tenemos que echar fuera de nuestro cuerpo para dedicarlo a las cosas y las obras del Señor.
Nuestro cuerpo debe ser “casa de oración” en donde podamos recibir el mensaje y la inspiración del Espíritu Santo diariamente. Oramos y practicamos la Presencia de Dios en nuestras vidas y visualizamos el bien de Dios manifestándose día a día.
Esta práctica requiere mucha disciplina personal y debes estar preparado para encontrar oposición.
Las Escrituras nos dicen que el Domingo de Ramos, Jesús y sus discípulos salieron a pie desde Betania a Betfagé, una aldea cercana a Jerusalén, y al llegar al monte de los Olivos Jesús se montó en un pollino y le rodeó una multitud que lo acompañó hasta llegar a Jerusalén.
“Y la gente que iba delante y la que iba detrás aclamaba, diciendo: «¡Hosana al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosana en las alturas!». Cuando entró él en Jerusalén, toda la ciudad se agitó diciendo: – ¿Quién es este?”(Mateo 21:9,10)
Nuevamente, este suceso es una representación externa de una dinámica espiritual interna.
Hasta hoy has estado viviendo una vida por debajo de tus expectativas, y muy por debajo de tus posibilidades. Inconforme con los resultados que has obtenido hasta el momento andas buscando una salida a la encerrona en que la que te has metido.
Algo dentro de ti comienza a surgir de una manera que no puedes explicar, comienza con un pensamiento, que se convierte en una posibilidad, que se vuelve una esperanza, y una convicción que con certeza se espera. Es algo nuevo, algo mayor y mejor que prueba que ¡sí! ¡se puede! Por primera vez piensas que puedes reorientar tu vida y darle un giro significativo.
Este movimiento en tu consciencia está representando por Jesús llegando rodeado de esa multitud de pensamientos que apoyan esa nueva esperanza, esa nueva iniciativa en Su camino a Jerusalén, esto es tu mente consciente.
Entonces cuando entra “él”(el Cristo) en Jerusalén (tu mente consciente) toda la ciudad, esto es la multitud de pensamientos que moran diariamente en tu mente consciente se agitan diciendo: –¿Quién es este?
Estos pensamientos mortales protestan ante la llegada del Cristo porque no quieren ceder su control y dominio sobre la mente mortal y las decisiones del ego. Estos están representados por los “principales sacerdotes y los escribas que cuestionan diciendo –“Dinos ¿Con qué autoridad haces estas cosas?”(Lucas 20:2)
Estamos tan acostumbrados a resolver nuestros problemas con métodos humanos al punto que pensamos que es inconcebible lograrlo de otra manera. Pensamos que reconocer el poder y la autoridad de Cristo, o de la oración y la meditación es pura tontería, es insensatez.
Pero llega un momento en nuestras vidas cuando hemos agotado todas los recursos humanos, dejándonos solo una opción, la de reconocer el poder de Cristo y permitir que Él obre en nuestras vidas.
Si has llegado a este punto y has decidido vivir haciendo de Cristo el norte de tu vida, ¡te felicito! Pero si todavía no has llegado a este punto en tu vida, si todavía estás en la esclavitud de la carne, pasando todo tipo de sufrimiento, carencia, enfermedad y desarmonía, es tiempo de afirmar: ¡Cristo es mi defensa y mi salvación! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
Esta es la nueva alternativa y la solución a todos los grandes problemas de la vida; a los problemas de salud, a los problemas de provisión, a los problemas de relaciones humanas.
Disciplínate, ora y medita todos los días. Afirma con resolución y fe: Cristo es mi fortaleza y mi salvación. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.
Cristo llega a tu vida para servir y rescatarte, para salvarte y levantarte a una vida con propósito. Cristo te sanará y te salvará.
A medida que comiences a vivir en Cristo comenzarás a vivir una vida nueva, los problemas de carencia comenzarán a resolverse, de maneras inconcebibles. Tu salud comenzará a mejorar paso a paso, tus hábitos alimenticios irán cambiando poco a poco, y los pensamientos mortales predominantes en tu mente consciente también cambiarán.
Ahora estarás más consciente de tu Cristo morador como Fuente de poder para vencer. Irás transformándote en una nueva persona, verás la vida desde una nueva perspectiva, y lo que te hacía sufrir antes ya no tendrá el poder de hacerlo.
Verás lo viejo en tu vida quedándose atrás porque ya no será importante para ti. Todo eso lo soltarás para agarrarte al Cristo que mora en ti. Él será tu Guía, tu Señalador del camino, será el Camino.
A Él y solo a Él deberás seguir porque las cosas viejas han pasado y ahora eres una nueva criatura en Cristo.
Bienaventurado eres si sabiendo estas cosas las haces.
Amén.