Viviendo en el Reino de los Cielos
“Bienaventurados los que lavan sus ropas para tener derecho al árbol de la vida y para entrar por las puertas en la ciudad.” (Apocalipsis 22:14)
En la clase del domingo pasado vimos ciertas analogías agrícolas que utilizó Jesús para describirnos el Reino de los Cielos.
También se refirió al Reino de los Cielos como “a un comerciante que busca buenas perlas” (Mateo 13:45); “a un rey que hizo una fiesta de boda a su hijo” (Mateo 22:2); y a “un hombre que, yéndose lejos, llamó a sus siervos y les entregó sus bienes.” (Mateo 25:14)
Cada una de estas analogías encierra en sí una historia, pero sobre todo una actitud hacia la vida. El comerciante “al hallar una perla preciosa, vendió todo lo que tenía y la compró.” (Mateo 13:46) Esto es, apreció su valor y se apropió de ella.
El rey que hizo la fiesta de boda a su hijo llamó a sus invitados pero éstos no apreciaron la invitación. En realidad al despreciar la invitación se hicieron indignos de disfrutar de la comida que estaba preparada para ellos. Nuevamente es cuestión de actitud y de valores.
Así mismo ocurrió con el hombre que yéndose lejos les entregó sus bienes a sus siervos. El siervo que tuvo miedo, fue negligente, esto es le faltó aplicación y diligencia y fue descuidado. Nuevamente es cuestión de actitud, cuidado y diligencia.
Por medio de estas y otras enseñanzas el Maestro nos explica qué es el Reino de los Cielos y nos invita a entrar y a vivir dentro de él.
Para muchos la vida es un peregrinaje. Un largo caminar por tierras extrañas, andando de un lugar a otro resolviendo situaciones, pero al final del día lo que verdaderamente andamos buscando es a Dios.
La historia del Antiguo Testamento trata del peregrinaje del pueblo de Israel que saliendo de Canaán en un largo caminar llegaron a tierra extraña en donde vivieron por muchos siglos. El pueblo fue sometido a dura servidumbre por siglos y deseando liberación comienzan un viaje de regreso a casa. A esa casa se le llamó la Tierra Prometida, esto es al lugar donde se habían establecido originalmente.
Esa Tierra Prometida del Antiguo Testamento equivale al Reino de los Cielos en el Nuevo testamento.
En los tiempos de Jesús el pueblo se había apartado del espíritu de la ley y moraban más bien en la letra. Esto es más bien una actitud hacia la vida en donde se valora más lo que está ‘allá fuera’ que la ‘perla preciosa’ que está dentro de nosotros.
Jesús nos dice: “«¡Arrepentíos, porque el Reino de los Cielo se ha acercado!»” (Mateo 3:17)
Jesús nos estaba invitando a que demos un giro o “vuelco de la creencia en el pecado y el error a la creencia en Dios y la rectitud; un cambio de mente y corazón en la dirección del… Bien”. (LPR p.18)
Esto conlleva un cambio de actitud hacia la vida y un cambio de valores; y el campo de acción en donde esto tiene lugar es en nuestro comportamiento, en nuestro interior.
Jesús localizó el Reino de los Cielos dentro de nosotros. (Ver Lucas 17:21 nota M). Si cierto es, y así lo testifican las escrituras, que en el Antiguo Testamento el pueblo hebreo salió en busca de alimento y se estableció en tierra lejana, no es menos cierto que Dios los alimentó de regreso hasta llegar a su tierra de origen donde emanaba leche y miel, que no es otra cosa que un lugar donde había abundancia de todo lo bueno.
Jesús nos invita entonces a ti y a mí a hacer un peregrinaje hacia las profundidades de nuestro propio ser, pues hemos estado viviendo en un país lejano, en un lugar externo y hemos estado impresionados por todo lo que ocurre ‘allá afuera’.
Hemos sido víctima de dura servidumbre a los intereses de otras personas. Hemos sentido en carne y hueso todo tipo de carencia y limitación, el dolor, la traición, y la enfermedad. Muchos se han sido abusados y despreciados.
Otros han sido víctimas de la opresión por parte de los sectores de poder en la sociedad. Reclaman justicia social y mejores condiciones de vida para los trabajadores.
Tarde o temprano buscamos un lugar donde vivir mejor, en paz y en tranquilidad. Por eso vemos cada día más personas mudándose a lugares y sectores residenciales con acceso controlado, familias que se mudan a vivir en torres de apartamentos; buscando más seguridad y paz.
Y desde un punto de vista práctico o pragmático todo esto está bien; muchos le llaman a esto progreso.
Pero, ¿nos libera esto de experimentar otros tipos de carencia y limitaciones, tales como la falta de cariño y afecto por parte de nuestros propios seres queridos? ¿O la enfermedad que nos mantiene en cautiverio, o la soledad que nos acompaña toda la noche? ¿Y qué de aquellos que se sienten infelices en medio de todo tipo de abundancia material?
¿Dónde está ese lugar adonde podemos ir a vivir libre de todo tipo de limitaciones, sin estar esclavizado ni prejuiciado a nada ni a nadie, en donde podemos disfrutar todo el tiempo de una vida abundante?
Ese lugar se llama el Reino de los Cielos y está dentro de ti.
Es importante señalar las grandes conquistas que ha logrado el hombre allá afuera en el mundo que se presenta delante de sus ojos físicos. Llegó a la luna, conoce los planetas y las estrellas. Ha dado nombre a galaxias lejanas pero lamentablemente todavía el ser humano no ha logrado conocerse a sí mismo. Existe un vasto territorio desconocido en medio de él que se llama el Reino de los Cielos.
Esa es la tierra de Canaán la tierra en donde fluye leche y miel el lugar donde todos anhelamos vivir, en el Reino de los Cielos que está entre nosotros.
Nos toca ahora conquistar ese Reino de los Cielos; y esto se consigue cambiando el enfoque y emigrando hacia nuestro interior al encuentro de ese tesoro escondido en las profundidades de nuestro ser; trabajando con diligencia y rectitud y sobre todo con una actitud positiva.
Ahora bien, consciente o inconscientemente todos aspiramos y deseamos preservar la vida. Observa como la ciencia continua descubriendo nuevos productos “anti-aging” para preservar la juventud y evitar el envejecimiento. Todos de una manera u otra aspiramos a vivir eternamente.
“Bienaventurados los que lavan sus ropas para tener derecho al árbol de la vida y para entrar por las puertas en la ciudad.” (Apocalipsis 22:14)
La cita bíblica que ampara este mensaje nos habla acerca de ‘lavar sus ropas para tener derecho al árbol de la vida y para entrar por las puertas de la ciudad’.
“Lavar las ropas” significa purificar nuestra consciencia esto es nuestra alma y nuestro cuerpo. Y esto se logra con el recto pensar. Pensar rectamente es pensar correctamente conforme a la Verdad. Así como lavamos nuestras ropas continuamente porque se ensucian, continuamente tenemos que lavar nuestra alma y nuestro cuerpo para purificarnos de la contaminación del medioambiente de error al cual estamos expuestos diariamente.
Las escrituras localizan al árbol de la vida en medio del huerto de Edén en donde Jehová Dios situó al hombre.
Metafísicamente hablando, el árbol de la vida es “la vida eterna y omnipresente de Dios que está en el hombre.” (LPR p. 15) El huerto representa el cuerpo del hombre.
Charles Fillmore dice: “El árbol de la vida en medio del huerto es la idea innata de vida inmortal, y el fruto de ese árbol es la conciencia de vida eterna en el cuerpo.” (LPR p. 16)
“La idea innata de vida inmortal” significa que la vida eterna es parte de la naturaleza del ser viviente, nace con nosotros. Es lo que yo llamo la semilla de vida eterna que está en todo ser humano.
Y esa semilla crece convirtiéndose en un árbol de vida que da fruto cuando desarrollamos una consciencia de vida eterna; esto es, cuando comenzamos a considerar la vida eterna como una posibilidad real en nosotros. Este es el primer paso para vencer la muerte.
Pero para desarrollar esta vida eterna tenemos que llegar y morar en el Reino de los Cielos. Esto es, en un estado de armonía y paz interior. Un estado en donde podemos sentirnos libres porque “vivimos y nos movemos” dentro de ese Espíritu de libertad. Porque dondequiera que está el Espíritu de Dios hay libertad.
Ese es el lugar en donde nos nutrimos constantemente de ideas de abundancia para vivir una vida plena. Ese lugar está localizado en el centro de tu ser. Tu trabajo es meditar conscientemente y diariamente acerca de ese lugar para que por medio de tu propia mente te vayas acercando hasta que puedas establecerte mentalmente ahí.
Cada día un número creciente de personas están buscando establecer el Reino de los Cielos aquí en la tierra. Y esto se consigue viviendo la vida sencilla, desenvolviendo lo divino en nosotros, el Cristo, la plenitud de la divinidad que habita corporalmente en nosotros.
Entonces yo digo: Bienaventurado aquel que logra establecerse en el reino de los cielos de su interior y apropiándose del fruto del árbol de la vida entra por las puertas de la vida eterna.
Nuevamente hazte la pregunta: ¿Es todo esto una utopía: un plan, proyecto o una doctrina espiritual irrealizable? De ti depende.
Dios te bendice si sabiendo estas cosas las haces. Amén.