Dame el pan de cada día
“El pan nuestro de cada día dánoslo hoy.”(Mateo 6:11)
El “pan nuestro de cada día… es el sustento para el espíritu, el alma y el cuerpo. Una parte de este “pan nuestro” es apropiada como alimento;” para el cuerpo. (LPR p. 170)
Es interesante el hecho de que al leer las palabras “El pan nuestro de cada día dánoslo hoy” pensamos estrictamente en el alimento que necesitamos diariamente para subsistir. Si nos remontamos a los tiempos del Antiguo Testamento esto equivaldría al maná que Jehová Dios proveyó al pueblo hebreo durante su travesía por el desierto. Y hoy día, el pan es la provisión que necesitamos de Dios para mantenernos bien alimentados con un cuerpo saludable, esto es la comida de todos los días puesto de una manera sencilla y llana.
Hay una inmensa cantidad de personas que pasan toda una vida buscando la ‘comida de todos los días’ y generalmente cuando nos referimos a este grupo de personas le llamamos “los pobres.” De hecho existe El Programa Mundial de Alimentos que es una agencia especializada de la ONU que distribuye alimentos para apoyar proyectos de desarrollo, refugiados de larga duración y personas desplazadas. También proporciona comida de emergencia en caso desastres naturales o provocados por el hombre. Su sede está en Roma.
Y todo buen gobierno tiene como una de sus metas establecer programas para combatir la pobreza y para proveer alimentos a los más necesitados. Y no es que estas iniciativas estén mal, todo lo contrario, son el intento de satisfacer necesidades humanas y detrás de todo esto está el amor de Dios en acción proveyendo a todos los necesitados. Sin embargo, los tiempos de Jesús no eran distintos a los tiempos actuales en cuanto a necesidades humanas se refiere. En los tiempos de Jesús había hambre. Había muchas personas necesitadas. Los Evangelios relatan diversos acontecimientos en donde Jesús proveyó para las necesidades humanas incluyendo el alimento para las multitudes.
Él no les dijo a Sus discípulos que fueran al gobierno a buscar provisión; sino todo lo contrario, que fueran a Dios por el “pan nuestro de cada día”. Jesús nos dice: Busca el reino de Dios y su rectitud y todo lo demás vendrá por añadidura. Y no estés ansioso por la ropa que necesitas usar ni por la comida que necesitas comer ni la bebida que necesitas beber; porque nuestro Padre celestial sabe que tienes necesidad de todas estas cosas. Lo único que Él nos pide es que tengamos confianza y fe en Dios y todas estas cosas vendrán por añadidura. Jesús dijo: “Tened fe en Dios.” (Mc 11:22)
Lamentablemente esa multitud de personas que se dedican todos los días para buscarse ‘la comida del día’, ponen su fe en cosas externas pero aún no reconocen que Dios es el dador de todo lo que necesitamos. Todos hemos tenido momentos difíciles en nuestras vidas, momentos en donde hemos pensado de dónde vendrá la comida porque no tenemos el dinero para hacer la compra. O no tenemos el dinero para la ropa de nuestros hijos; o el dinero para pagar los médicos, los medicamentos y los días que estuvimos recluidos en el hospital.
De momento un viernes en la tarde nos dan la carta del desahucio, y llenos de ansiedad lo primero que pensamos es cómo vamos a proveer a nuestros hijos o a las personas que dependen de nosotros. Cuando lo primero que debemos hacer es estar tranquilos sin ansiedades ni preocupaciones y recordando las palabras del Maestro, saber que Dios conoce nuestra necesidad y que Él proveerá.
Pero con fe y poniendo a Dios primero en nuestras vidas, la comida llega, la ropa de nuestros hijos aparece, y las facturas se van pagando poco a poco. Todo se da en proporción directa a nuestra confianza y fe en Dios. Él sabe que tenemos todas estas necesidades y alegremente nos da abundantemente siempre a la altura y medida de nuestra fe.
Ve a oración, medita y escucha la voz de Dios en el silencio, sigue tu intuición y no razones mucho. Vive cada día, un día a la vez, receptivo a la instrucción y guía de Dios. Procura hacer lo que tienes que hacer ese día. Busca la inspiración que solo Dios puede darte. “Danos el pan nuestro de cada día.” Pero si bien es cierto que necesitamos el pan nuestro de cada día para satisfacer nuestras necesidades materiales no es menos cierto que hay otras necesidades que el maná no satisface; porque “No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.” (Mateo 4:4)
Y este es el “pan de vida” “la palabra de Verdad que imparte nueva vitalidad a la mente y al cuerpo.” (LPR p. 170)
Si bien es cierto que todos tenemos necesidades materiales que tenemos que satisfacer también tenemos necesidades del alma que hay que satisfacer.
La persona que está sufriendo ya sea porque está angustiada, o se siente oprimida, o rechazada por sus seres queridos, o abusada u hostigada necesita consuelo y este tipo de consuelo solo lo puede proveer el “pan de vida”, la Palabra de Dios. Es una gran realidad que nuestras necesidades del alma, o de la mente deben ser satisfechas con la Palabra de Dios; porque por la palabra se nos dio la vida; «“Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza…» (Gen. 1:26)
Cuando te encuentras enfrentando situaciones difíciles en tu vida podrías estar experimentando un bajo estado de consciencia donde la negatividad, la frustración el desánimo, y la pereza pueden mantenerte en cautiverio; más la Palabra de Dios, el “pan de vida” te levanta con una comprensión mayor de la Verdad.
Entonces podrás romper las cadenas mentales que te atan, te sentirás más tranquilo, más seguro de ti mismo, alegre y entusiasta y comenzarán a fluir a través de ti las ideas, los recursos y las oportunidades que Dios ha preparado para ti. Lo que el “pan de vida” puede hacer por el bienestar de tu alma y por tu progreso espiritual no es comparable con nada material que podamos encontrar en el mundo. Puedes tener todo el dinero del mundo y encontrarte ansioso, pasando noches en desvelo.
Pero cuando te apropias del “pan de vida” tendrás un sueño placentero y en paz. ¿Puedes tú ponerle un precio a esto?
Recientemente conversaba con una persona que se está iniciando nuevamente en los caminos de Dios. Y mientras hablábamos del tema yo le decía que en el servicio a Dios tenemos que adquirir cosas materiales. Y que estas cosas materiales tienen su precio. Que debemos pagar el justo precio por el bien que recibimos.
Pero en cuanto al servicio espiritual se refiere no podemos ponerle precio porque las cosas espirituales no tienen precio. Por ejemplo, ¿Qué precio tiene tu paz mental? ¿Qué precio tiene el poder disfrutar de una vida balanceada con tiempo suficiente para compartir con tus seres queridos, para la buena educación y la sana recreación? Jehová, Dios habló al profeta Jeremías con las siguientes palabras: “Yo les traeré sanidad y medicina; los curaré y les revelaré abundancia de paz y de verdad.” (Jeremías 33:6) Dime tú que me estás escuchando, ¿qué precio le pones a esto? Sencillamente cosas cómo estas no tienen precio.
Querido Dios que estás por encima de todo y de todos y también en las profundidades de todo y de todos ¿Quién puede ver todo lo que Tú puedes ver, quién puede saber las cosas que Tú sabes? Por esto te decimos “El pan nuestro de cada día dánoslo hoy.” Queremos Tu pan y solo tu pan. Y si bien el pan de Dios es el sustento para el cuerpo y el alma, no es menos cierto que es el sustento para el espíritu que mora en cada uno de nosotros. Y la mayor necesidad que tiene nuestro espíritu es de unidad total con Dios.
En la medida que nos apropiamos del ‘pan de vida’ las cosas continúan cambiando hasta que comenzamos a vivir la vida que Dios desea vivir a través de cada uno de nosotros. Esto es un cambio gradual, es un proceso, que nos lleva eventualmente a la plena unidad con Dios.
En pensamiento y acción nos volvemos uno con Dios. Jesús experimentó esta transformación, Él se apropió de ‘todo el pan’ pero no se quedó ahí, lo compartió con Sus discípulos y por ende con el mundo entero. Este último pan, el que sustenta el espíritu, que es el mismo pan desenvolviéndose en las actividades espirituales del hombre, sustenta y aviva la substancia interna de nuestro espíritu para unificarnos plenamente con Dios. Este es un proceso espiritual interno en donde nuestra mente y sus tres fases deben trabajar juntas para lograr esta meta.
Mientras tanto comenzamos a apropiarnos de ese pan espiritualmente hablando afirmado: “El Padre y yo uno somos” (Juan10:30); “Yo soy el pan de vida” (Juan 6:48), “El que me ha visto a mí ha visto al padre.” (Juan 14:9)
Busca estar a solas diariamente y pronunciar estas afirmaciones. En la quietud del momento observa cómo te sientes a medida que las afirmas y poco a poco comenzarás a apropiarte y comer ‘todo el pan’; entonces podrás decir sin temor a equivocarte “Gracias Dios por el pan que me das cada día”.
Dios te bendice si sabiendo estas cosas las haces. ¡Amén!