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Saltando el abismo

“Sed hacedores de la palabra y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos.”(Santiago 1:22)

Esta es una de esas citas bien conocidas por la mayoría de las personas que se congregan. Literalmente nos invita a aplicar los principios espirituales que escuchamos de la Palabra de Dios.


Muchas personas leen Las Escrituras como si solamente fuese un relato histórico de eventos que ocurrieron en el pasado a un pueblo que salió de la esclavitud en Egipto y deambuló por 40 años en el desierto hasta que llegó a la Tierra Prometida.

Nunca profundizan lo suficiente para ver los principios universales y las enseñanzas espirituales que están subyacentes en esos personaje e historias bíblicas.


Muchas personas se contentan con aprender las historias de la Biblia de manera intelectual solamente. Otros se memorizan citas bíblicas que puedan utilizar como argumentos para sostener sus posiciones y puntos de vista en sus discusiones y disertaciones en temas religiosos.


Todas estas personas son oidores y no hacedores de la palabra. Son como higueras que en sí no tienen nada, no producen fruto.

De cierto de cierto les digo que existe un profundo abismo entre un oidor y un hacedor de la palabra.

El oidor habla para escucharse a sí mismo, para escuchar sus argumentos para demostrar que es conocedor de La Palabra, los oidores son como los Escribas y Fariseos.


Y Jesús conociendo esto se refirió a ellos diciendo: “Así que todo lo que os digan que guardéis guardadlo y hacedlo; pero no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, pero no hacen”. (Mateo 23:3) Y decir una cosa y hacer otra es falta de honestidad con uno mismo. Y esta falta de honestidad es hipocresía. Pero si bien es cierto esto, también tenemos a los que por primera vez escuchan la palabra con atención escuchándolo hasta el mínimo detalle, para luego comenzar a moverse en el camino de su propio redescubrimiento espiritual.


Estos últimos son como la tierra fértil en donde calló la semilla y dio mucho fruto. Te invito a que te hagas un examen de consciencia y pregúntate si verdaderamente eres un oidor o un hacedor de la palabra. No te engañes a ti mismo ni busques justificaciones. Permite que el Cristo morador te revele la respuesta. Cuando te vayas al silencio y reflexiones sobre esto no permitas que nada ni nadie se interponga en la respuesta, y especialmente, no permitas que tu personalidad te dé la respuesta.

Solo el Cristo que mora en ti tienes las respuestas que andas buscando.


Ciertamente existe un gran abismo entre un oidor y un hacedor de la Palabra. El oidor como un cuerpo iluminado que refleja la luz pero que no irradia su propia luz. El hacedor es como un cuerpo luminoso irradiando su propia luz. El oidor es como la Luna; el hacedor es como el Sol. Tú eres la luz del mundo, pero serás un oidor reflejando la luz de otro, hasta que te decidas saltar el abismo y comenzar a irradiar tu propia luz.


El propósito de nuestro Centro es hacer de cada uno de nosotros hacedores de la Palabra y no solamente oidores. Para esto debes transformarte y realizar obras en favor de tu propio desenvolvimiento espiritual. Hay que trabajar internamente pero también externamente llevando a cabo obras que beneficien a otros seres humanos. Hay muchas cosas que puedes hacer y te invito a que te envuelvas más activamente en tu Centro ya sea invirtiendo tu tiempo, talento o tesoro.


Nunca digas no tengo tiempo, o no tengo talento o no tengo dinero porque en espíritu y en verdad eso es todo lo que tienes y si lo usas sabiamente enriquecerás tu vida de manera que nunca antes habrías sospechado. Ayer en el programa radial de nuestro Centro hablábamos de la importancia de tener amigos que nos ayuden a desarrollar nuestro potencial espiritual.


Y decíamos que Jesús también hizo un grupo de apoyo espiritual, con sus doce discípulos que Él mismo escogió. Esos discípulos se convirtieron en apóstoles e hicieron grandes obras. Se convirtieron de oidores de la Palabra a hacedores de la Palabra saltando así el abismo que separa a un oidor de un hacedor. A ti que me escuchas te digo que ya es el tiempo para dar frutos. Escucha atentamente la voz del Cristo que mora en ti y disponte a dar frutos.


Cuando estés haciéndote el examen de consciencia pondera los frutos que has dado hasta el día de hoy, y proponte de una vez a dar más frutos, mayores frutos y mejores frutos. Porque “por sus frutos los conoceréis.” (Mateo 7:16) Cuando eres receptivo y obediente a la guía y a la instrucción de Dios, se te abrirán nuevos caminos donde podrás aplicar tus talentos y habilidades que antes estaban dormidos. Empezarás a irradiar más intensamente tu propia luz. Se abrirá delante de ti un nuevo mundo con mayor profundidad espiritual y dejarás atrás cosas que han sido parte de ti y de tu vida pero que ya no son útiles para tu desenvolvimiento espiritual.


Dejarás de ser religioso para ser un practicante de la Verdad. Te convertirás en un instrumento de Dios para llevar a cabo Su plan a través de ti. Serás un instrumento de Su paz irradiando paz desde tu propio interior dondequiera que haya discordia y guerra.

Serás un centro radiante de amor divino emanando rayos de amor y comprensión en dondequiera que haya odio y rencor. Serás paciente y receptivo al orden divino y tus días serán guiados por Dios para hacer las cosas que Dios quiere que hagas. Solo la voluntad de Dios serán tu guía todos los días.


Decíamos en el programa de radio de ayer que la inmensa mayoría de las personas que encontramos en las calles y las personas con las que nos relacionamos piensan que el propósito de la vida es generar riquezas materiales. Sin embargo, muchas personas se esfuerzan toda una vida para hacerse ricos y nunca lo logran, y mueren en la pobreza.


Y que otros logran hacer dinero pero lo contaminan con su propia avaricia y junto al miedo de perderlo viven para acumular más y más dinero y cuando la muerte les sorprende se van sin un chele y los que vienen detrás lo disfrutan sin haberlo trabajado. “Porque en esto es verdadero el dicho: uno es el que siembra, y otro es el que siega.” (Juan 4:37)


Pero cuando te propones a utilizar todos tus recursos materiales y espirituales para hacer la voluntad de Dios, te conviertes en un apóstol y un hacedor de la Palabra. Y Dios te recompensará con mayor bienestar espiritual. Cosas que tal vez hayas estado buscando o estuviste buscando toda tu vida ya no tendrán la importancia que tenían antes porque Dios se habrá colocado delante de ti como lo mayor y lo mejor que te puede pasar y puedes tener. Dejarás de ser parte de la masa para convertirte en una individualidad única en su clase, libre y entusiasta por la vida.


“Cosas que ojo no vio, ni oído [escuchó] ni han subido al corazón del hombre, son las que Dios ha preparado para aquellos que lo aman.” (1 Corintios 2:9) Nuevamente una cita que muchos aquí conocemos pero que pocos han vivido y experimentado lo que realmente significan esas palabras. Pues estas palabras guardan un secreto mayor de lo que a simple vista se revela; pero para descubrir el secreto tienes que convertirte en un hacedor de la Palabra.


Cosas que ojo no vio ni oído escuchó, cosas imposibles para la razón de los sentidos son las que el Dios de lo imposible hará a través de ti. Porque para Dios todas las cosas son posibles.


“Sed hacedores de la Palabra y no tan solo oidores, engañándoos a vosotros mismos.” Salta el abismo que te separa de tu propia divinidad y atrévete a expresar lo que realmente eres.


Dios te bendice si sabiendo estas cosas las haces. Amén.

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