Dios te hará millonario
“¡Bienaventurado el hombre que en Jehová pone su confianza. Bienes y riquezas hay en su casa y su justicia permanece para siempre. ” (Salmos 40:4,112:3)
Un millonario es toda persona que posee un millón, o más, de unidades monetarias. Pero también encontramos otra definición que dice: muy rico, acaudalado. (DRAE)
Las Sagradas Escrituras, como guía en nuestro desenvolvimiento espiritual, están repletas de relatos que nos ilustran cómo vivir una vida abundante, próspera y exitosa.
Por ejemplo, la cita bíblica que hemos usado para respaldar el mensaje de hoy nos dice que si confiamos en Dios tendremos bienes y riquezas en nuestro entorno y ciertamente en nuestro hogar. Pero además seremos siempre justos en todo lo que hacemos y con todas las personas con las que tratamos.
“¡Bienaventurado el hombre que en Jehová pone su confianza!” Pero, ¿qué significan estas palabras? Significan que afortunado y dichos es el hombre que se encarga y pone al cuidado de Dios todos sus negocios y especialmente el manejo de su dinero y sobre todo de su propia vida.
¿Por qué el manejo de nuestro dinero y de nuestra propia vida? Porque vivimos dentro de un sistema económico y nos movemos diariamente intercambiando bienes y servicios.
Y nuestro bienestar económico tanto como nuestro bienestar espiritual dependen de cuan bien manejemos nuestras finanzas y de cuanta confianza tengamos en Dios.
La historia de Job nos revela que debemos mantener nuestra confianza y fidelidad a Dios sobre todas las cosas y Dios nos devolverá con creces cualquier pérdida que hayamos sufrido en el ínterin de nuestro quehacer humano.
Cuando hablamos de fidelidad a Dios hablamos de fidelidad a Sus leyes de justa acción. No podemos ser personas de doble estándar predicar una cosa y practicar otra.
Por ejemplo, no podemos estar predicando el amor al prójimo y por otro lado expresar una actitud intolerante hacia nuestros familiares, amigos y conocidos.
Igualmente no podemos ser personas de doble estándar en el manejo de nuestro dinero. Por ejemplo, hay personas que toman dinero prestado de otras y nunca tienen la intención de pagarlo ni de devolverlo aunque sea sin intereses.
Ese tipo de personas raras veces prosperan porque no están practicando la justicia; están actuando de manera injusta, aprovechándose de la confianza que otros han depositado en su capacidad de pagar la deuda contraída.
“Pagad a todos lo que debéis; al que tributo, tributo; al que impuesto, impuesto; al que respeto, respeto; al que honra, honra. No debáis a nadie nada…” (Romanos 13:7,8)
Hay personas que debiendo uno o dos meses de alquiler toman un préstamo para irse de viaje a Nueva York a pasárselo con la familia. Este tipo de personas raras veces prosperan porque no están empleando la sabiduría y el buen juicio en el manejo de su dinero.
Existen hombres que no le dan la manutención a sus hijos poniendo como excusa de que el dinero no les alcanza aun teniendo un empleo. Tales personas raras veces progresan y lo más probable es que nunca prosperen.
Las riquezas materiales son mutables, pueden cambiar de un momento a otro producto de los altibajos de la economía. Pero lo importante es confiar y mantener nuestra fe en Dios porque Dios lo transformará todo en bien.
Puede que en este momento estés enfrentando los retos financieros que conlleva una economía apretada. Puede que tengas delante de ti un cúmulo de facturas vencidas que no has podido pagar porque no tienes los recursos para hacerlo; todo esto es posible y de hecho pasamos por ciertas etapas en nuestras vidas donde estos retos son significativos.
Ahora bien, tal y como dije en el mensaje de este mes que aparece en sus programas, cuando estés enfrentando grandes retos económicos, en lugar de salir corriendo a pagar grandes sumas de dinero para escuchar un gurú que te promete que en tres meses serás millonario si sigues sus consejos o su plan, ve a tu interior en oración y callada expectación.
Pídele a Dios que te guíe paso a paso lo que habrás de hacer para salir de tu presente estado de estrechez económica. Toma notas porque Dios te revelará paso a paso lo que tendrás que hacer y las medidas que habrás de tomar para salir adelante.
Es importante que establezcas prioridades en cuanto al manejo del dinero se refiere. “Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios.” (Mateo 22:21)
En mi vida he pasado por períodos en donde mis ingresos mermaron significativamente descendiendo a menos de la mitad de lo que ganaba anteriormente. Y nunca dejé de darle a Dios una décima parte de lo que ingresaba. Pude haberlo hecho, diciendo, “pero es que no me alcanza el dinero”. Pero no lo hice. Me mantuve firme poniendo siempre a Dios primero en mis finanzas y comencé a hacer reajustes en mi estilo de vida; y créanme todos los reajustes que hice fueron para bien y para beneficio personal y familiar.
Aprendí que no necesitaba tanto dinero para vivir, que podía vivir con menos dinero cumpliendo con mi responsabilidad de darle las primicias de todos mis frutos a Dios, cumplir con las necesidades básicas del hogar y pagarle a mis acreedores.
Dios me enseñó a manejar mi dinero sabiamente con responsabilidad, equidad y justicia.
Ahora bien, Pablo nos exhorta a que no debamos nada a nadie y para prosperar tenemos que llevar estas enseñanzas a otro nivel en nuestras relaciones y nuestro comportamiento con los demás. Por ejemplo: Si tienes una diferencia con tu prójimo o has actuado injustamente y le debes una disculpa, ve rápidamente y paga tu deuda. Discúlpate y no peques más.
Si has abusado de la confianza que alguien puso en ti y lo has traicionado arrepiéntete y discúlpate con la persona, y no lo hagas más. Paga rápidamente la deuda que tienes con esa persona.
Haz lo que dices que vas a hacer. Cumple con tus compromisos responsablemente, acude a tus citas a tiempo, y no hagas esperar a otros sin necesidad. Respeta el tiempo de los demás, así como debes respetar tu propio tiempo haciendo de este recurso un uso sabio y correcto. Esto es, pídele a Dios que te ayude a manejar tu tiempo sabia y eficientemente. Esto es de suma importancia si deseas prosperar
Ahora hablemos del Orden Divino. Dios es un Dios de orden. Y para tener éxito debemos ejercer orden en todas nuestras actividades. Así como es importante todas las mañanas nunca salir de tu casa sin antes orar, tampoco debes salir de tu casa sin una agenda de las actividades que vas a realizar ese día.
Luego de ordenar tus actividades visualiza el cumplimiento de cada una de ellas de manera exitosa. Por nada estés afanado déjate llevar por el fluir de la vida. Dios satisface cada necesidad. El apóstol Pablo nos exhorta a esto cuando dijo: “…hágase todo decentemente y con orden.” (1 Corintios 14:40) Y después de todo: “¿… quién puso en orden todo el mundo?” (Job 34:13) Dios ordenó los cielos y la tierra y ordenará tu vida y la mía si se lo permitimos.
Nuestro centro ha estado en un proceso de cambio. Muchos de ustedes no se han percatado. Yo les invito a que sean parte del cambio y se comprometan cada día más con nuestra comunidad espiritual.
Busca aumentar tu servicio a ésta, tu comunidad, ya sea diezmando si no lo estás haciendo, o aumentando tus ofrendas a este centro, y aportando tu tiempo a este centro. Hay muchas cosas que puedes hacer en el nuevo local, puedes ayudarnos a organizar, a limpiar el piso, puedes traer algún objeto que ayude a embellecer y decorar el espacio. Puedes dar de tus talentos enseñándoles a otros algún tipo de oficio y de esta manera aportar al desarrollo del centro con las ofrendas que se recojan. Y hay muchas otras maneras en que puedes integrarte más al desarrollo de nuestro centro y ser parte del cambio.
Es importante que si deseas prosperar te comprometas con Dios y Su obra de alguna manera específica. Las riquezas materiales y espirituales que te llegan como resultado de tu compromiso con Dios y Su obra son como una casa edificada sobre la roca que cuando soplan los vientos de la adversidad, no cae porque su fundamento es sólido. Y paso a paso a medida que sigues estas sugerencias aumentarán tanto tus riquezas materiales como espirituales. Y te sorprenderás un día cuando mires a tu alrededor y puedas decir sin lugar a equivocarte: Dios me ha hecho millonario.
Dios te bendice si sabiendo estas cosas las haces. Amén.