Si yo cambio, todo cambia
“Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen.” Mateo (5:44)
Como todos ustedes saben, el tema de este mes es el cambio.
El Rev. Eric Butterworth define a Dios de la siguiente manera: “Dios es una esfera cuyo centro está en todas partes y su circunferencia en ninguna.”
Siendo esto así podemos entonces concluir que tú eres el centro del Universo porque ese Centro omnipresente que llamamos Dios habita corporalmente en el Centro de ti.
Ahora bien, el título del mensaje es “Si yo cambio, todo cambia.” Y proviene de una cita de Honoré de Balzac, un escritor francés, que dice literalmente: —”Aunque nada cambie, si yo cambio, todo cambia.”
¿No les parece esto significativo? Y mejor aún la mayoría de los aquí presentes pueden dar testimonio de la gran verdad que encierra esta cita. Es cierta en todos los aspectos y ciertamente en todas las fases de nuestra vida, tanto en la vida externa, como en nuestra vida interna.
Por ejemplo, cuando cambiamos de trabajo, todo nuestro entorno laboral cambia, o cuando nos mudamos a otro lugar toda la vecindad cambia.
Es relativamente fácil realizar cambios en nuestro mundo externo, pero cuando se trata de generar cambios en nuestro mundo interno, ya eso es arena de otro costal.
Si a veces es difícil o tormentosa iniciar cambios en una relación con otra persona, comenzar a hacer cambios en nosotros mismos podría ser a principio bastante difícil y espinoso.
Especialmente cuando no tenemos una imagen positiva de nosotros mismos culpándonos una y otra vez por errores del pasado. El miedo, la inseguridad, la impotencia destruyen nuestra autoestima y nos hacen sentir menos de lo que en verdad somos.
Y pueden pasar años y décadas sintiéndonos así hasta que un día veamos la luz y decidamos ir a nuestro interior a buscar las causas de ese comportamiento negativo y del sentimiento de inferioridad para así sanar esa condición limitante en nuestro ser.
Pero toda acción dirigida a mejorar nuestra condición humana tiene que estar motivada e impulsada por un deseo que nazca en nuestro corazón.
Tenemos que desear de todo corazón soltar la tristeza o la melancolía para experimentar la alegría de vivir; tenemos que soltar la intransigencia, para ser tolerantes; tenemos que renunciar hábitos negativos y reemplazarlos con hábitos sostenedores de vida.
Jesús nos exhorta a realizar un cambio radical en nuestra manera habitual de pensar y nuestras actitudes cuando nos dijo: —“Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen.”
Y podrías estar pensando: ¿Amar a mis enemigos? ¿Y es esto práctico? ¿Y qué beneficios puedo obtener haciendo esto?
Es más fácil amar a nuestros seres queridos, siempre y cuando estos nos correspondan y se porten bien con nosotros. Pero… ¿amar a mi enemigo? Jesús nos está diciendo, cambia tu manera de pensar acerca del amor y sé valiente y permite que el amor de Dios que hay en ti pueda fluir a través de ti sin ningún tipo de restricciones, ni condiciones.
Si estás condicionando tu amor a que te amen, entonces estás buscando el amor en algo o alguien fuera de ti; no estás reconociendo la verdadera fuente del amor que vive en ti. Cuando decimos comienza a amarte a ti mismo para que entonces puedas amar a los demás, no estamos hablando de narcisismo o que te enamores de ti mismo, eso es egolatría.
Estamos hablando de que ames a ese Cristo divino y viviente que mora en ti; es un llamado a que ames sobre todas las cosas a esa Divina Presencia que vive en ti. Cuando alguien nos ha hecho daño nos sentimos heridos, y ese sentimiento de impotencia es prueba de que le hemos dado poder a algo externo fuera de nosotros. Nos hemos olvidado de que el poder está dentro de nosotros, que ese potencial divino que mora en nuestro interior es Omnipotente y por lo tanto tú decides cómo vas a sentirte y a reaccionar.
Por eso Jesús nos dice: —“Ama a tu enemigo”; porque amándolo estás activando el poder que hay en el amor divino que mora en ti. Cuando cambias la forma de ver las cosas, todo cambia.
Tal vez no te guste su personalidad, pero puedes mirar y amar al Cristo que vive en él; reconociendo siempre la posibilidad de que ese llamado “enemigo” pueda en algún momento convertirse en tu amigo; porque si tú cambias todo cambia.
Jesús nos dice: —“Bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen”. Esto es un llamado a que no reaccionemos con enojo a aquellos que puedan estar enojados con nosotros.
Si en cambio los bendecimos no solo estamos deseando el bien de Dios a otras personas, estamos generando en nosotros mismo un avivamiento espiritual; que es un poder que nos eleva y nos hace crecer.
¿Por qué nos hace crecer? Porque cuando bendecimos de corazón, y no de la boca para afuera, nos estamos sobreponiendo a todo tipo de sentimiento de enojo o rencor que pueda haber o existir dentro nosotros hacia esa o cualquier otra persona. Y el poder que esto produce se traduce en verdadero crecimiento espiritual.
Jesús dice: —“Orad por los que os ultrajan y os persiguen.” Esto es un llamado a perdonar y a combatir el sentimiento y deseo de venganza que pudiese existir en nosotros, un sentimiento que todavía sigue prevaleciendo en la conciencia de la raza aunque hayan pasado más de dos mil años desde el momento que Jesús nos dio esta enseñanza.
Todavía sigue cristalizada y solidificada en la consciencia de la raza la ley del talión, ojo por ojo, diente por diente, y distinto a su propósito original que era el de refrenar o poner límites a la venganza, esta ley se ha convertido hoy en el mecanismo oficial para vengarnos.
Jesús nos está diciendo que no podemos darnos el lujo de mantenernos en la esclavitud del enojo o la falta de perdón que tenemos que perdonar para que seamos perdonados. Porque cuando perdonamos nos liberamos a nosotros mismos de ataduras emocionales negativas.
Y cabe la posibilidad de que al hacer esto, el que te ultraja comience a cambiar, a enaltecerte y a bendecirte. Pero no cambies tu manera de ser esperando este resultado. Cambia porque es lo correcto porque es lo que te beneficia y lo que te conviene para tu crecimiento espiritual.
Jesús fue un revolucionario porque con sus enseñanzas y demostraciones comenzó un cambio en la conciencia de la raza y esto ha seguido evolucionando hasta el presente. Pero ahora te toca a ti y a mí revolucionar nuestro estado de consciencia. Por nuestro propio bienestar espiritual tenemos que cambiar el enfoque de nuestra consciencia.
Tú conoces cuales son tus limitaciones, nadie mejor que tú puede conocerlas. ¿Por qué no comienzas a trabajar con ellas? ¿Es por miedo? ¿Por miedo a qué? ¿Será por miedo a que algo en el futuro ocurra? Observa que lo más probable es que ese miedo esté en tu mente. Lo más probable es que no tiene existencia fuera de ti.
Pero si le temes tarde o tempranos se materializará. Porque el miedo es como un magneto que atrae todo aquello a lo que le temes.
Tenemos que ser valientes y afrontar los retos que nos trae la vida con la verdad. Reconociendo que si tenemos un fracaso en un proyecto, realmente es Dios obrando para traer a manifestación un bien mayor en nuestras vidas.
Personalmente he tenido muchos fracasos y ustedes conocen algunos de ellos. Pero cada uno de ellos me llevó a este momento en donde estoy sirviéndole a Dios con gozo, alegría y entusiasmo.
Si tuviera que vivir mi vida nuevamente solamente cambiaría una sola cosa. Y es la siguiente: no entraría en ningún proyecto o empresa por el dinero que me pueda ganar; entraría por la satisfacción personal y espiritual que pudiese generar en mí. Y créanme eso hace una gran diferencia.
Y en cuanto a las riquezas se refiere pienso como piensa Emerson: — Haz nacido para ser rico o para hacerte rico inevitablemente mediante el uso de tus facultades.(Parafraseado)
Si estás experimentando algún tipo de estrechez o escasez del tipo que sea estás actuando en oposición al fluir universal. Tu enfoque está en algo que está fuera de ti. De alguna manera estás esperando que algo allá afuera cambie.
Pero recuerda que aunque allá afuera nada cambie, si tú cambias, todo cambia.
Dios te bendice si sabiendo estas cosas las haces. ¡Amén!