Cambia tu actitud
“Cosas que ojo no vio ni oído oyó ni han subido al corazón del hombre, son las que Dios ha preparado para los que lo aman.” (1 Corintios 2:9)
En el libro Los 5 Pilares del Liderazgo Paul Meyer y Randy Slechta dicen lo siguiente acerca de las actitudes:
“Nuestros valores determinan a qué le prestamos atención y dictan nuestros hábitos de pensamiento. Las actitudes son hábitos de pensamiento que a través de la repetición…, se han inculcado en la mente del individuo que las sostiene. Por consiguiente, los valores son el fundamento donde descansan y se forman las actitudes. Es difícil o imposible cambiar las actitudes de una persona sin primero reestructurar su sistema de valores que son los bloques esenciales en la construcción de nuevas actitudes.”
La actitud es la posición mental que mantenemos en relación a algún asunto o a alguna condición o situación que enfrentamos en la vida [basado en nuestro sistema de valores].
Partiendo de esta premisa el primer paso que debemos dar para cambiar nuestras actitudes es revisar nuestros valores (que son el fundamento de nuestras actitudes).
Hoy les quiero hablar de cinco valores que entiendo que nos ayudan a ser mejores personas y a perfeccionarnos. Estos son los siguientes: amor y aceptación incondicional, integridad y honestidad, servicio al prójimo, orden, amabilidad.
A primera vista estos valores se ven muy buenos y todos y cada uno de los que estamos aquí quisiéramos que los demás se comportaran con nosotros siguiendo la norma que dictan estos valores.
Por ejemplo, a todos nos gustaría interactuar con personas amorosas, personas que nos aceptaran tal y como somos, personas que sean íntegras y honestas con nosotros, que estén dispuestas a ayudarnos cuando necesitemos su ayuda, y que sean ordenadas y amables.
Pero no estamos aquí para procurar que otros nos traten así, sino para procurar hacer de estos valores los principios que nos guíen en nuestras vidas y en nuestras relaciones interpersonales. Estamos aquí para descubrir cómo podemos cambiar y mejorar nuestra actitud hacia el mundo que nos rodea.
Después de todo, nuestro entorno, y el mundo en que vivimos y laboramos, es un reflejo de nuestras actitudes y expectativas. De manera que si no te gusta tu entorno y tu mundo, debes cambiar tus actitudes hacia él.
Entonces el primer gran paso es revisar tus valores undamentales y el primero de estos es amor y aceptación incondicional al prójimo. Vivimos en una sociedad global y dependemos los unos de los otros. Y el éxito y el nivel de calidad de nuestras vidas se va a dar en función de cuan exitosos seamos en nuestras relaciones.
Tu prójimo o vecino más cercanos es el Cristo que mora en ti; la presencia de Dios individualizada en ti. Esto nos lleva a examinar nuestra relación con Cristo y a desarrollarla valorándola y poniéndola en el lugar que le corresponde. Ese es el primer lugar.
En Cristo está el potencial espiritual para logra grandes cosas. Ya lo dijo Pablo: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. Este discernimiento es importante especialmente cuando nuestra autoestima está baja y no nos valoramos como lo que realmente somos; seres espirituales con el potencial para realizar grandes cosas.
Cuando nos valoramos por lo que realmente somos nos damos cuenta de que Dios desea llevar a cabo un propósito divino a través de cada uno de nosotros.
Esto requiere un cambio en la manera de verte a ti mismo; no te puedes ver como una víctima de las circunstancias, independientemente de los fracasos que hayas tenido. Debes entender que cada fracaso te ofrece la oportunidad de hacer las cosas de una manera mejor o de liberarte de esa condición y fijar tu atención en una actividad más creativa y constructiva para ti.
Una afirmación que yo usé a estos afectos en épocas pasadas de mi vida para mejorar mi autoestima fue: Cada día que vivo me siento mejor y mejoro en todos los aspectos.
Esta afirmación un tanto general me ayudó porque la utilizaba todos los días de una manera disciplinada.
Si aprendes a aceptarte y a amarte a ti mismo con tus defectos y tus virtudes podrás amar y aceptar a tu prójimo con sus defectos y sus virtudes.
Khalil Gibrán dice: “Los hombres que no perdonan a las mujeres sus pequeños defectos jamás disfrutarán de sus grandes virtudes.” Esto es una gran lección tanto para los hombres como para las mujeres. Yo digo: la mujer que no perdona a los hombres sus pequeños defectos jamás disfrutarán de sus grandes virtudes.
El amar y aceptar incondicionalmente tanto a nosotros mismos como a los demás nos pone en una posición ventajosa en cuanto a nuestro desarrollo espiritual concierne. Esto nos lleva al segundo valor: integridad y honestidad. Como todo en la vida, esto también comienza contigo mismo. ¿Te engañas a ti mismo? ¿Buscas engañar a otras personas diciéndoles mentiras o medias verdades o haciéndoles creer una cosa por otra?
Cuando hablamos de integridad hablamos de unidad en mente, pensamiento, palabras y acciones. Sé íntegro y honesto contigo mismo. Trata a los demás con honestidad e integridad. No hay necesidad de mentir ni de ocultar nada.
Sé claro en tus relaciones y no tengas agendas escondidas.
Esto nos lleva al tercer valor: servicio al prójimo. En una entrevista el Dr. Dyer comentaba que tenemos que comenzar a entender cómo Dios piensa. Y una manera práctica de hacer esto es tratando de pensar los pensamientos de Dios, especialmente cuando estamos practicando el Silencio.
En el programa de radio yo traje una reflexión cuando dije; si mis manos fueran las manos de Dios ¿qué haría Dios con ellas? Y la contestación es obvia: dar. Y eso mismo es lo que tenemos que hacer con todo lo que hagan nuestras manos. Envolver toda actividad manual con un espíritu de dación. Y a medida que nuestra dación se envuelve en este mismo espíritu, entonces fluye el amor, la honestidad y el aprecio a nuestro prójimo. Piénsalo bien.
Diariamente procura quitar el enfoque de tu vida de tu propio ego y practica el arte de la dación desinteresada. Esto sin lugar a dudas cambiará tus prejuicios y tu actitud hacia los demás.
Vivimos en un mundo de procesos en donde los eventos están concatenados, esto es unidos los unos con los otros. Desde la unión de un óvulo con un espermatozoide hasta el nacimiento de un bebé tenemos todo un proceso; la transformación de una oruga a una mariposa es todo un proceso. Y así por el estilo; pero tenemos que reconocer que detrás de todo proceso exitoso existe un orden así como lo hubo en el proceso creativo originalmente.
De modo que estamos llamados a mantener orden en todo lo que hacemos. El apóstol Pablo nos dice: pero hágase todo decentemente y con orden.”” (1 Corintios 14:40)
Y esto nos lleva al quinto valor: la amabilidad. Esto es la regla de oro. Trata a otros como deseas que te traten a ti. Sé amable, sé complaciente, sé afectuoso.
Entonces la pregunta es ¿cómo podemos desarrollar una buena actitud ante la vida? De la misma manera que desarrollas otras habilidades, practicando. Practica el arte de relacionarte con la personas, se empático, busca oportunidades de servirles, y acéptalos como son. Y verás que no pasará mucho tiempo antes de que tu mundo comience a cambiar delante de ti.
En nuestra comunidad espiritual hay sendas oportunidades de cambiar nuestra actitud, especialmente en cuanto al trato y la aceptación de las otras personas. Todos ustedes conocen nuestro lema para este año: juntos crecemos en unidad de propósito. Y nuestro propósito es crecer y desarrollar nuestra espiritualidad, mejorar la calidad de nuestras relaciones interpersonales y por ende nuestra calidad de vida. Esto se traduce a menos chismes, menos críticas y más aceptación y ayuda a tus compañeros. Decídete a practicar esto diariamente.
No quiero terminar este mensaje sin mencionar cuatro puntos importantes:
No importa cuán difícil sea la tarea o el reto que tengas delante de ti, tu actitud determinará el tipo de resultado que tendrás.
La actitud que tengas hacia los demás determinará la actitud que éstos tengan hacia ti.
Todos somos interdependientes y el éxito que alcancemos dependerá de cuan bien nos relaciones con las personas.
Trata a cada persona con la que haces contacto como si fuese la persona más importante del mundo.
Todo cambio comienza en tu interior, cambia tus valores, cambia tus pensamientos cambia tu actitud; entonces tu mundo cambiará.
Y cuando verdaderamente amas al Cristo que mora en ti y a tu prójimo como a ti mismo: “Cosas que ojo no vio ni oído oyó ni han subido al corazón del hombre, son las que Dios ha preparado para los que lo aman.”(1 Corintios 2:9)
Dos te bendice si sabiendo estas cosas las haces.
¡Amén!