Mantén orden mientras cambias
“… pues es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción y que esto mortal se vista de inmortalidad.” (1 Corintios 15:53)
En mi mensaje a ustedes que aparece en el programa de este mes, les hablaba que este mes se presta mucho para la reflexión y para generar cambios en nosotros y especialmente en nuestras vidas.
Y siendo el orden una de las doce facultades espirituales o dones que Dios no ha concedido, es nuestra responsabilidad espiritual usarlo de una manera sabia, juiciosa y prudente.
Personalmente pienso que desde una perspectiva espiritual hay tres fases o etapas significativas en la vida de todo ser humano las cuales tenemos que trascender.
La primera etapa es la del ego, yo soy un conquistador. Durante nuestra infancia, después de los cuatro o cinco años cobramos consciencia de que somos una persona. Comenzamos a descubrir el mundo que nos rodea, y por medio de nuestros cinco sentidos nos relacionamos con nuestro entorno.
El instinto adquisitivo está presente temprano en nuestras vidas; hablamos de “lo tuyo y lo mío.” Y a medida que continuamos creciendo el ego comienza a dirigir el destino de nuestras vidas.
Establecemos todo tipo de metas y trabajamos para alcanzarlas; una casa, un buen carro, un compañero o compañera, hijos, etc.
Sentimos que el mundo está a nuestros pies, y queremos conquistarlo, el enfoque está allá afuera, y la meta es tener más. Es la tentación del ego y la tentación de la sociedad, tentaciones a las cuales todos hemos sido expuestos incluyendo al mismísimo Jesús.
En la historia de Jesús en el desierto siendo tentado por Satanás, Las Escrituras presentan esta etapa de la vida del ser humano de manera muy simbólica con un tentador externo que no es otra cosa que la personificación y representación de la ambición personal por las cosas materiales.
Dicen las escrituras que Jesús estando en el desierto habiendo estado 40 días de ayuno fue tentado y llevado “a un monte muy alto” en donde se le mostraron “todos los reinos del mundo y la gloria de ellos” y se le dijo que “Todo esto te daré si postrado me adorares.” (Mateo 4:8,9)
“Entonces Jesús le dijo: Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás.” (Mateo 4:10)
El enfoque de esta primera etapa en el proceso de cambio está en adquirir bienes, y acumular valores materiales y disfrutar de los placeres de la vida. El ego te dice que mientras más tú logres obtener; más tú vales. Y comenzamos una carrera desenfrenada por adquirir valores externos. Adoramos al dios de las riquezas.
El ego nos dice que somos lo que tenemos; por esto si perdemos lo que tenemos entonces perdemos nuestra identidad. Y esto es un engaño y una trampa porque si por alguna razón perdemos todo lo que tenemos podríamos caer en profundos estados de depresión pensando que como lo hemos perdido todo entonces somos nada.
Se nos olvida la gran verdad de que somos seres espirituales y que dentro de nosotros mora un reino de riquezas espirituales, y que dentro de nosotros está la Fuente de inagotable provisión que es Toda Suficiencia en Todas las Cosas.
Pero la vida continúa e independientemente de los altibajos que podamos experimentar, éxitos o fracasos que podamos tener, llega un momento crítico en que nos sentimos que nos falta algo, sentimos un vacío interior.
Entonces comenzamos a buscar eso que nos hace falta, siempre mirando hacia afuera; conocemos a una persona con la que nos gusta estar y ahora lo más importante es estar con esa persona y comenzar una familia. O pensamos que en algún otro país lograremos nuestras metas y seremos felices. Y aquí viene el famoso refrán que dice: el hombre por su mejoría hasta su casa dejaría.
Nacen los hijos y todo lo que nos importa ahora es el bienestar general de nuestros seres queridos, nuestra familia. O abandonamos nuestra familia y nos vamos en busca de la Tierra Prometida. Todo en aras del progreso para nosotros y nuestros seres queridos. Esta es la segunda etapa en nuestro proceso de cambio; yo le llamo yo soy un servidor.
Observa que ha habido un cambio en tus prioridades y en tus hábitos de vida. Antes el centro de tu mundo era “yo”, ahora es yo y “mi seres queridos”, mi cónyuge y mis hijos. Esta es la primera parte de la segunda etapa.
El tiempo pasa y los hijos crecen, has dedicado gran parte de tu vida a criarlos, levantarlos, a desarrollarlos, y a hacerlos independientes y autosuficientes.
Y a medida que los hijos se van independizando un cambio se va desenvolviendo en tu interior. Y podrías preguntarte a ti mismo ¿cuál es el verdadero propósito de mi vida? O ¿Cómo puedo darle sentido a mi vida?
Este es un gran momento para ti, porque con estas preguntas estás generando un cambio en el enfoque de tu vida; ya no piensas en términos de lo que tienes o lo que haces sino que comienzas a descubrir que realmente eres de origen espiritual y que todos venimos de una misma Fuente.
Y que el propósito de tu vida debe ser servir a Dios, tal y como le dijo Jesús al tentador en el desierto; —“al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás.” (Mateo 4:10)
Y acéptenlo o no, a medida que nos acercamos al atardecer de nuestras vidas llegamos a la inevitable conclusión de que para seguir creciendo en este camino, y cambiando tenemos que volvernos más conscientes de nuestra naturaleza espiritual y desarrollar procesos de transformación en consciencia.
Y que el cambio en nuestro estado de consciencia es fundamentalmente importante si deseamos continuar desarrollando nuestro potencial espiritual. Pablo nos llama a cambiar y a transformarnos cuando nos dice: “… pues es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción y que esto mortal se vista de inmortalidad.” (1 Corintios 15:53)
Y esto no quita que en el atardecer de tu vida tú no tengas necesidades materiales. Pero si ya sabes que provienes de esa gran Fuente universal que está en todas las cosas sabrás que esa misma Fuente está dentro de ti.
Y si está dentro de ti está también en eso de lo que te sientes separado y necesitado. Entonces, puedes comenzar a sentir que tal separación es una gran mentira y que realmente no existe porque hay una conexión espiritual con todo y en todo lo creado y que puedes hacer contacto por medio del recto pensar. ¡Y créeme, este es un gran momento de tu vida!
Personalmente puedo decirles que el enfoque de mi vida ha cambiado notablemente desde que comencé a estudiar estas enseñanzas; ustedes lo saben porque ya se los he expresado muchas veces desde aquí mismo desde el púlpito.
Antes yo era muy ambicioso quería y deseaba muchas cosas materiales. Ahora no ambiciono como antes, ahora mi enfoque está más dirigido a educar y enseñar a otros este camino espiritual. Enseñarles que hay otra manera de vivir, mucho mejor de la que nos muestra la sociedad.
Me interesa enseñar que las verdaderas riquezas son los dones espirituales con los cuales vienes a este planeta. Me interesa enseñar que puedes vivir feliz con lo que tienes y que puedes dar gracias a Dios todos los días.
Me interesa enseñar que en cada nuevo día puedes sentir la emoción y el entusiasmo de que Dios estará todo el tiempo contigo, y que puedes sentir Su Presencia dondequiera que vas y dondequiera que estás.
Me interesa que sepas que puedes prosperar, tener perfecta salud si aprendes a vencer ese sentido de separación que hay en ti; algo que lamentablemente aprendiste a muy temprana edad cuando en apariencia te sentiste separado de los demás.
Pero cuando tú realizas lo que verdaderamente significa ser un ser espiritual, cuando verdaderamente comprendes que lo que esto significa es que venimos de la misma Fuente, llámale como le quieras llamar, El Señor, Padre, Madre, Jehová, o los diversos nombres que se le atribuyen a Dios, entonces sabrás que en espíritu y en verdad somos uno.
Y cuando haces de esta verdad la norma de tu vida, entonces comienzas a tratar a los demás de una manera diferente; comienzas a pensar que el verdadero sentido de tu vida es ayudar a los demás, a enriquecer sus vidas, y a ayudarlos a cambiar significativamente sus vidas para que encuentren el arte de ser feliz. Y esta es la segunda parte de la segunda etapa de transformación.
Recuerdo que hace muchos años tuve un compañero de trabajo que durante una conversación animada le pregunté: ¿cuáles son tus metas y objetivos en la vida?
Él me contestó con una gran sonrisa en sus labios que su gran deseo en la vida era levantarse todas las mañanas contento y feliz y darle gracias a Dios por un nuevo día. Su nombre es Jesse y en aquel tiempo era gerente de una planta de manufactura en Manchester, New Hampshire. ¿No les parece eso una gran manera de comenzar a laborar todos los días? Fueron muchas las ocasiones que visité su planta y era particularmente significativo verlo en acción.
Distinto a la mayoría de los gerentes que se sientan a pedir información, él siempre estaba disponible para ayudar a todos los que se le acercaban. Frecuentemente visitaba los distintos lugares de la planta para conversar y conocer las necesidades de sus subalternos. Entonces hacía lo indicado para satisfacer las necesidades de sus empleados.
Su planta era una en donde se respiraba paz y armonía en todas partes, y donde se cumplía también con los requisitos de productividad y calidad. Fue una gran lección para mí conocer que su enfoque no estaba en esperar y obtener sino en ser un canal del fluir divino en actitud de dación hacia los demás. Jesse fue un gran ejemplo para mí y sin lugar a dudas contribuyó a cambiar mi estilo gerencial a través del tiempo.
Cuando vienes a ser parte de este planeta sin lugar a dudas vienes para cambiar. Cambiarás tu consciencia y también todo tu cuerpo. Algunos serán como estrellas fugaces, brillando durante algún tiempo y luego apagándose para siempre; o caerán en estados de consciencia desgastados por los golpes de la vida y sus cuerpos se irán deteriorando y eventualmente se destruirán.
Otros se convertirán en luz y alumbrarán al mundo alcanzando un estado de consciencia más elevado y sus cuerpos se irán transformando siguiendo un orden espiritual, de gloria en gloria y la muerte será el postrer enemigo que será destruido. Esta es la tercera etapa: Yo soy la luz del mundo.
Independientemente de lo que ocurra en ti, de cierto de cierto te digo que la ley del orden divino se cumple manteniendo el orden mientas cambias y eventualmente transformando tu cuerpo corruptible en un cuerpo incorruptible, y tu presente cuerpo mortal será vestido de inmortalidad.
Entonces recordarás las palabras del apóstol Pablo resonando en tu consciencia como un trueno en el amanecer: “No todos moriremos, pero todos seremos transformados.” (1 Corintios 15:51)
Dios te bendice si sabiendo estas cosas las haces. ¡Amén!