Nuevas Posibilidades
“De cierto te digo que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.”(Juan 3:3)
Cada nuevo año es una oportunidad que Dios nos da de empezar de nuevo y cada navidad es una oportunidad para que el Cristo renazca en nosotros.
En nuestras resoluciones del Nuevo Año muchas personas hacen un listado de todas las metas y objetivos que desean alcanzar. Sin embargo, las encuestas dicen que la mayoría de estas resoluciones se abandonan para fines de enero y el resto se olvidan para el mes de julio. Y en su inmensa mayoría estas metas y objetivos son de índole material. Por ejemplo: un carro nuevo, o una casa, etc.
También hay quienes desean ser más pacientes, o más tolerantes o más amorosos, menos peleones, más llevaderos, más armoniosos, más pacíficos, más espirituales, etc. Y la mayoría de estas resoluciones queden en el reino de las buenas intenciones pero muy pocas veces trascienden al reino de la acción interna.
Solo cuando tú sientes un vacío en tu vida, o una necesidad que proviene del alma, o cuando percibes que no eres realmente feliz, o cuando sientes que tu vida va en la dirección incorrecta entonces es cuando realmente te detienes a pensar en cambiar. Y la mayoría de nosotros caemos en el error de pensar que podemos generar estos cambios cambiando algo en lo externo de nuestras vidas.
Por ejemplo pensamos que podemos llenar el vacío que sentimos si nos conseguimos una pareja, o que podemos ser verdaderamente felices si nos divorciamos de nuestra pareja. O que debemos mudarnos de país para enderezar nuestras vidas, o que debemos regresar a nuestro país para estar con nuestros familiares y sentirnos contentos y felices. Hoy mi intención es hacerte consciente de que si deseas progresar espiritualmente tienes que establecerte metas espirituales con las cuales puedas trabajar de la misma manera que trabajas con tus metas materiales.
Y te recomiendo que no trates de alcanzar mucho ya que un viaje a tu interior comienza con el primer paso. Y el primer paso para trabajar con las metas espirituales es hacerte un examen de consciencia. Y esto requiere ir a oración, a meditación y al silencio y permitir que el Espíritu mismo te dirija para que puedes confrontarte contigo mismo. De hecho, un buen examen de consciencia requiere practicar la presencia de Dios periódicamente y examinarnos con sinceridad sin engañarnos a nosotros mismos.
La práctica continua de esto tiene como propósito iniciar o generar cambios internos en nuestra conducta como seres humanos y espirituales que nos lleven a expresar más plenamente las cualidades espirituales de las que hemos sido dotados. Por ejemplo, si descubres o sientes que estás dudoso o inseguro acerca de tu futuro o de una relación, o del curso de acción que debes tomar para mejorar tu calidad de vida, entonces tienes que trabajar con la fe.
¿No es así? Y para lograr esto no solo basta con la oración, tenemos que actuar. O sea de la oración tenemos que movernos a la acción. Y para movernos a la acción tenemos que tomar decisiones y con cada decisión se nos presentaran ante nosotros una confluencia de posibilidades que es la confluencia de donde estás en este momento y a donde puedes llegar.
La vida es una secuencia de muertes y renacimientos. La infancia, la niñez, la adolescencia, la temprana adultez son etapas en donde una muere para darle paso a la siguiente.
Y en nuestro desarrollo espiritual tenemos que movernos de la circunferencia de nuestras vidas hacia el interior de nuestro ser. Y solo lo podemos hacer a través de la oración, la meditación y el silencio. Lo bello de todo esto es que cada vez que tomas una decisión surgen un sin número de posibilidades. Por esto podemos decir que vivimos y nos movemos en el campo de todas las posibilidades. Con cada decisión que tomemos se abren una cantidad de posibilidades ante nosotros. Hay decisiones que pueden cambiar enteramente el curso de nuestras vidas. A éstas yo le llamo decisiones trascendentales. Y tu vida puede cambiar en un instante.
Por ejemplo, a mí se me presentó la oportunidad de venir a trabajar en este país. Yo pudiese haber dicho que no a esa oferta. Pero algo en el corazón decía que debía venir y trabajar aquí. Pedí una señal y la señal vino. Pero esto no era suficiente para quitar o eliminar las dudas acerca de poder hacer el trabajo; tuve que lidiar con las dudas y tuve que ir resolviendo los problemas que se me presentaban en el camino.
Esta decisión cambió el curso de mi vida y gradualmente comenzaron a aparecer los recursos para estudiar y conocer más acerca de la naturaleza de Dios. Y este es el proceso que debemos estar dispuestos a seguir; pues una vez que te hagas tu examen de consciencia y el Espíritu te indique lo que debes hacer recuerda siempre que tienes la opción de no hacerlo. Y ahí descansa la verdadera libertad del ser humano; pero también debes saber que la voluntad de Dios aunque parezca ser todo lo contrario siempre es agradable, buena y perfecta.
Así ocurrió con los grandes Patriarcas, Moisés, Jesús, Sus discípulos y Pablo. Todos ellos sintieron el llamado del Espíritu y todos dijeron sí a ese llamado. Pero, ¿significó esto que las cosas se le iban a dar en bandeja de plata? ¡Claro que no!
Todos incluyendo el mismo Jesús tuvieron que fajarse para lograr cumplir su encomienda. Los Sabios de Oriente escucharon el llamado y siguieron la estrella. Las Escrituras son muy cortas en describir la trayectoria y el largo viaje de estos Sabios; pero estoy seguro que ellos también enfrentaron desafíos en su camino pero siguieron adelante enfocados en el propósito de rendirle un homenaje y adorar al niño Jesús. Receptivos a la instrucción del Espíritu no regresaron a Jerusalén a ver a Herodes, “sino que volvieron a su tierra por otro camino” (Mateo 2:12).
Aunque la Escrituras no lo describe, pueden estar seguros de que hubo una transformación en la consciencia de los Sabios al tener esa experiencia mística delante del niño Jesús. Pero lo importante de todo esto es que al decir que sí al llamado, esto generó nuevas posibilidades, posibilidades que se convirtieron en realidades propulsándolos a un nuevo nivel el desarrollo espiritual en cada uno de ellos. Por ejemplo, cuando Moisés tuvo la experiencia mística con la zarza ardiente, dicen las escrituras que su rostro resplandecía. (Éxodo 34: 29,30)
Esto fue indicativo que hubo un cambio interno permanente en Moisés. Si recuerdan la historia de Moisés sabrán que después que el mató al egipcio huyó y permaneció un tiempo pastoreando y apacentando las ovejas de su suegro Jetro. Cuando Moisés tuvo esa experiencia mística con la zarza ardiente, él pudo haber dicho que no al llamado de Jehová para que liberara al pueblo hebreo del cautiverio egipcio. Y pienso que si esto hubiese sucedido otro iba a hacer el trabajo. Pero Dios le dio la oportunidad a Moisés para que hiciera el trabajo porque conocía el corazón de Moisés y su resiliencia y aguante para lidiar con todas las vicisitudes que se iba a encontrar en la labor que se le encomendaba.
Pero Jehová Dios le proveyó los medios para que él pudiese triunfar. Solo requirió de Moisés una entrega total a la labor de rescate del pueblo hebreo. Y cuando Moisés se dio a la tarea en cuerpo, alma y corazón lo imposible se hizo posible. Una vez salieron de Egipto, en medio del desierto desolador, o sea en medio de la nada ocurrió lo imposible.
El pueblo entró al desierto como un rebaño y allí se constituyó en una nación; fue provisto de alimento y se le protegió contra las inclemencias del tiempo. Pero sobre todo hubo un cambio en la consciencia colectiva y en cada uno de ellos. Jehová Dios tenía un plan de sucesión y tras la muerte de Moisés le dio el líder que los llevaría a la conquista de la tierra prometida. Cuando tú realizas el conocimiento que dentro de ti existe un líder y que ese líder te llevará a tu tierra prometida se abren ante ti una confluencia y nuevas posibilidades.
Siempre habrá retos que vencer, los famosos monstruos que llevamos dentro de cada uno de nosotros que nos atemorizan y tenemos que enfrentar. Siempre habrá razones por las cuales no hacer nada, siempre será más fácil permanecer en tu zona de confort. Pero nadie jamás logrará desarrollarse espiritualmente sentado en una silla esperando que las cosas sucedan. Sencillamente el Universo no trabaja así y ese no fue el plan de Dios cuando creó este Universo.
Pero como dicen las Escrituras, “todo tiene su tiempo y todo tiene su hora.” Y el tiempo es ahora, el tiempo para la fe es aquí y ahora. Ya es tiempo de que pares de darle tiempo al tiempo para entonces crear nuevas posibilidades en ti y para ti.
Ahora es el tiempo para renacer de nuevo y reconocer que ese líder que te llevará a tu tierra prometida es Cristo, Él señalará el camino, pero te toca a ti recorrerlo. Tú decides.
Dios te bendice si sabiendo estas cosas las haces. ¡Amén!
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