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Del odio al amor


“El odio despierta rencillas; pero el amor cubrirá todas las faltas.” (Proverbios 10:12)


Según el diccionario, el odio es antipatía y aversión hacia algo o hacia alguien cuyo mal se desea. Y la antipatía es un sentimiento de aversión (rechazo o repugnancia), que en mayor o menor grado, se experimenta hacia alguna persona animal o cosa. (DRAE)


¿Por qué odiamos? Generalmente odiamos a alguien porque es contrario a nuestras creencias o porque es enemigo nuestro y desea un mal para nosotros, o porque nos ha hecho algún mal en el pasado y no lo hemos podido perdonar.


También podríamos odiar a personas que tienen una manera inflexible de pensar, personas que no están dispuestas a escuchar nuestros puntos de vista y por consiguiente nos rechazan o porque exhiben un comportamiento que no aceptamos. Ten presente también que el rechazo es una forma leve de odio. (LPR p. 160)


Y esto nos lleva a la realización de que podemos rechazarnos a nosotros mismos o tal vez odiarnos a nosotros mismos. ¿Por qué? Por haber actuado de una manera errónea, por haber cometido faltas o estupideces que han tenido graves consecuencias en nuestras vidas, consecuencias que hemos sufrido en carne y hueso y hemos tenido que pagar caro. Y a medida que nuestro pensar va evolucionando vemos con desprecio nuestro comportamiento y nos juzgamos a nosotros mismos.


Pero como bien pudimos ver en la definición, el odio es antipatía y la antipatía es un sentimiento. De modo que para descubrir de dónde viene ese sentimiento hacia eso que odiamos, sea una persona, animal o cosa, o nosotros mismos, tenemos que analizar nuestros pensamientos porque nuestros pensamientos son precursores de nuestros sentimientos.


Como bien ustedes saben existen una gran cantidad de razones por las cuales podemos odiar. Tomemos el caso de la violencia intrafamiliar, del esposo que abusa física y emocionalmente a su esposa o compañera o viceversa. En tal situación no hay tolerancia y el egoísmo se impone.


Por ejemplo, existen personas que desean tener el control de todo lo que les rodea para sentirse seguros. La mayoría de las veces, estas personas no toman en cuenta las opiniones de las otras personas. Tiene que ser de la manera en que ella piensa. Personas que exhiben este tipo de comportamiento son odiadas, y pueden ser nuestros jefes, o nuestros padres o cualquier familiar.


Y lo peor del caso es que si no nos observamos, si no observamos nuestros sentimientos hacia otras personas o hacia nosotros mismos nos podemos hacer un daño inmenso que puede tener grandes repercusiones. La primera parte de la cita bíblica que ampara este mensaje dice que “el odio despierta rencillas.” Esto significa que si te mantienes en este estado de consciencia (Odio) siempre estarás buscando faltas en las otras personas y esto te mantendrá en un estado de hostilidad hacia ti o hacia los demás.


¿Es esto saludable? Claro que no. ¡Tú lo sabes y tú tienes la medicina!

Es importante saber que el odio consume la chispa vital en las glándulas, tal como una corriente eléctrica excesivamente alta quema un fusible en el sistema eléctrico de tu casa. La luz se apaga y la muerte del cuerpo ocurre. Tu objetivo debe ser mantener tu bienestar personal sobre todas las cosas y por ende tu salud integral.


Los investigadores han encontrado que el circuito cerebral del odio y el del amor comparten dos estructuras cerebrales, una semejanza mayor que la presentada en cualquier otra emoción. Por eso el dicho popular afirma que ‘del amor al odio hay solo un paso.’ Entonces, ¿cómo podemos dejar de odiar a alguien? Puedes hacer varias cosas o tomar varios pasos, de ti dependerá.


Primero, debes abandonar ese sentimiento siendo honesto contigo mismo. Busca descubrir el motivo o el por qué odias a tal o cual persona. Si descubres que hirió tus sentimientos vuelca la atención hacia ti; y en oración y callada reflexión procura estar en paz contigo mismo. Segundo, si entiendes que es prudente, busca el lugar y el momento adecuado para tener una conversación en la cual puedas expresar tus sentimientos sin temor y sin insultar a la otra persona. Esto podría ayudarte a llegar a un entendimiento, a establecer acuerdos, a cerrar una relación si fuese necesario o a sentirte bien contigo mismo.


Por otro lado, sé paciente y aprende a escuchar sin interrumpir mientras la otra persona está hablando. Ahora bien, si la otra persona no desea hablar contigo, entonces no tiene sentido forzar la conversación. Ve a oración, meditación, y el silencio y sencillamente ama y abraza su divinidad. Tercero, es hora de comenzar a perdonar. No seas tan estricto contigo mismo, aprende a ser más tolerante, acéptate como eres y acepta a los demás como son. Esto no quiere decir que debes permanecer al lado de una persona nociva, tienes todo el derecho a alejarte y disfrutar de alegría y paz. Por todos los medios busca la manera de sentirte en paz contigo mismo, y esa paz solo la da Dios.


El remedio permanente para el odio es el amor, la paz y armonía. Estos son los únicos remedios que cuentan. “Dios es amor” y para vivir en [armonía y paz] con Dios el hombre tiene que cultivar el amor hasta que llegue a ser la idea clave en su vida. (LPR p. 160) Ahora bien, ¿qué es el amor?; ¿cómo podemos comenzar a amar más a Dios y a nuestro prójimo?


La cantautora puertorriqueña Sylvia Rexach en su canción titulada Mi Versión nos ofrece una definición interesante; dice: “es vibración que en el alma comienza y se extiende.” La vibración es un resultado de un fluir de energía. El amor es una energía divina que procede de un núcleo espiritual dentro de cada uno de nosotros, Cristo. Y que a medida que fluye comienza a vibrar en nuestra alma y se extiende hacia afuera de nosotros.


Esta energía divina siempre estará envuelta con nuestras intenciones y pensamientos predominantes los que influyen y van matizando o dando un rasgo o tono especial a todo aquello con lo que entra en contacto. El odio y el amor son dos carriles de la misma autopista. Van en direcciones opuestas y con intenciones opuestas. El odio intenta criticar, busca venganza, desea dominar, prevalecer por encima de los demás y destruir si fuese necesario.


“El odio despierta rencillas, pero el amor cubrirá todas las faltas.” (Proverbios 10:12) El amor busca siempre el bien, lo bueno, no ve lo malo, desea ayudar, no ve las faltas siempre está dispuesto a servir. De manera que lo primero que tenemos que hacer para comenzar a amar más a Dios y a nuestro prójimo es ver las cosas correctamente; hacer que tu ojo vea el bien. Jesús dijo: “La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz” (Mateo 6:22)


Esto requiere ver o enfocarnos solo en lo bueno, de las personas, el Cristo morador. Por más mala que pueda ser una persona Cristo, en toda Su plenitud mora en ella. Y en ese núcleo espiritual es que tenemos que enfocarnos, y podemos avivar su expresión por medio de la palabra. Segundo, sé empático o sea busca identificarte con las personas que te rodean, y comparte sus sentimientos. Escúchalos, ten a flor de labios palabras sanadoras y reconciliadoras.


Tercero, y aquí viene el sapo grande, no tomes las cosas personalmente. Lo que decimos y lo que somos son dos cosas distintas. Podemos decir estupideces, pero en espíritu y en verdad somos hijos del mismo Padre y como tal debemos mostrar consideración, respeto y comprensión.


Cuarto, procura desarrollar el amor divino diariamente, sirviendo a tu prójimo y permitiendo que Dios obre a través de ti diariamente. Este debe ser nuestro norte si realmente deseamos avanzar en la expresión del amor divino. Ahora bien, una nota de advertencia, evita adulterar el amor con pensamientos de error, como por ejemplo el egoísmo. Podrías decir, por ejemplo, yo te amo siempre y cuando que tú me ames. Esto es un pensamiento de error, es amor condicional.


Jesús dijo: “Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odian.” (Lucas 6:27) El pensamiento erróneo ha puesto avaricia en el amor, y por esto vemos que el amor al dinero es la “raíz de todos los males.” El pensamiento erróneo le ha dicho al amor: “Somos carne y sangre; éste es mi hijo, éste es mi esposo, mi padre, mi madre, mi hermana, mi hermano. Somos distintos a otros.” Por lo tanto, el pensamiento erróneo ha hecho que el amor le sirva con egoísmo familiar.(CAV p.53)


Recuerda que el amor no es lujuria sexual. La lujuria sexual ha desviado las fuerzas vitales en el cuerpo lejos del centro del amor, el plexo solar, el cual está inactivo en muchos hombres. (CAV p. 63) Hay una sola manera de conocer las profundidades del amor de Dios y es siendo manso, humilde y obediente a la voluntad de Dios.


Antes de finalizar este mensaje deseo decirte que en este día de San Valentín, más que expresar tu afecto a tu esposo, esposa, hijos y familiares, con dulces y chocolates diles que los amas. Busca un momento adecuado y míralos a sus ojos, y diles que los amas por lo que verdaderamente son, hijos de Dios.


Les puedes recordar que lo que puedan hacer en algún momento puede ser erróneo, pero la verdad mora en ellos eternamente como el Cristo que mora en cada uno de nosotros.

Dios te bendice porque sabiendo estas cosas las haces.


¡Amén!





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