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Desarrolla tu sabiduría


“Y dijo al hombre: He aquí que el temor del Señor es la sabiduría, y el apartarse del mal inteligencia.” (Job 28:28)


Existe un principio en todo lo que concierne al ser humano; y este principio es Dios.


En cuanto a la sabiduría del hombre su fundamento es el temor a Dios. Es importante tener una comprensión exacta de lo que significan las palabras “temor a Dios.”


Cuando yo era niño, estuve en el segundo grado de la primaria estudiando en un colegio católico. Los maestros laicos la mayoría católicos y el personal eclesiástico que administraba el colegio hicieron una excelente labor en inculcarme temor (miedo) a Dios.

Veía como castigaban a los niños que se portaban mal y como repetían una y otra vez “Dios te va a castigar.” Te puedo decir que hubo momentos en que sentí miedo de Dios.


Pero ese no es el temor al que nos referimos cuando decimos que “el temor a Dios es sabiduría.” Como algunos de ustedes sabrán, la palabra temor como se usa aquí, “en el sentido bíblico, no es miedo, sino una actitud de profundo respeto, que incluye la adoración, el amor, el servicio del Señor y la obediencia a sus mandamientos.” (Deuteronomio 6:13 nota j)


Y desde esta perspectiva podemos decir que el fundamento de la sabiduría es el reconocimiento de Dios como Principio y primero, Padre y Madre a quien debemos respetar, amar, adorar, servir y obedecer Sus mandamientos.


Y este reconocimiento de Dios, es mucho más que el reconocimiento que le hacemos a alguien por su buena labor cuando le entregamos una placa. Esto no es una mención honorífica que le hacemos a Dios solamente algún día de la semana para luego olvidarnos de eso.


Este reconocimiento a Dios requiere que establezcamos una relación continua y positiva con Dios, así como la establecemos con nuestra pareja o con familiares cercanos que viven bajo un mismo techo.


Y aquí está el primer paso para desarrollar nuestra sabiduría; establece una relación continua y positiva con Dios.


El segundo paso es seguir tu propia intuición. La intuición es la sabiduría del corazón; lo que llamamos el sexto sentido. (LPR. p, 121)


Típicamente, y esto te lo puedo decir por experiencia propia, cuando uno escucha la voz de la intuición, ésta no pasa por el cedazo del intelecto. Y tenemos que tener mucho cuidado, en el sentido de que la mente intelectual no piensa como la mente de Cristo.

La mente intelectual todo lo cuestiona y lo sujeta a la lógica humana y a las creencias prevalecientes en la raza. Y muchas de estas creencias son erróneas. No podemos caer en esa trampa.


La Mente de Cristo en nosotros es “la única guía segura” y tenemos que desarrollar esta Mente del Cristo que mora en cada uno de nosotros si queremos progresar espiritualmente. De lo contrario estaremos en contiendas sin sentido con nuestros adversarios por cosas que en realidad son efímeras, pasajeras.


Obediencia es el tercer paso para el desarrollo de la sabiduría. Todos los grandes personajes de las Escrituras, de alguna forma u otra mostraron obediencia a la guía e instrucción de Dios.


Para el que es novicio o iniciado en los caminos del Señor, el obedecer ciegamente a Dios le parecerá un tanto arriesgado. Su mente intelectual muy bien le podría plantear la posibilidad de fracasar en el proyecto. Y lamentablemente, por temor al fracaso, muchas personas desisten de seguir adelante en alguna tarea.


A mí personalmente me ha ocurrido; he escuchado la voz de la intuición, la voz de la sabiduría del corazón decirme, haz tal o cual cosa, y luego de reflexionar, esto es, luego de pasarlo por el cedazo de la mente intelectual casi instantáneamente he desechado una idea que vino de Dios.


Estoy seguro de que así como me ha pasado a mí, también les ha pasado a todos ustedes. De modo que debemos ser obedientes a Dios porque a medida que seguimos Su guía e instrucción soltamos lo erróneo y actuamos en aras de la verdad.


Y esto nos lleva al cuarto paso. Para desarrollar la sabiduría tenemos que desarrollar la fe.

Todas las facultades espirituales son válvulas normalmente cerradas. Todos sabemos que una válvula es un mecanismo que regula el flujo de sustancias al igual que el flujo de energía. Una válvula normalmente cerrada detiene el flujo completamente.


Podríamos visualizar o imaginar que frente a la facultad de la sabiduría hay una válvula que regula su flujo y acción a través de cada uno de nosotros.


Ahora bien, la válvula de la sabiduría al igual que la de las otras facultades espirituales se abrirá en función a la magnitud de nuestra fe para lograr el objetivo.


Charles Fillmore en su famoso libro Los Doce Poderes del Hombre pone la fe en primer lugar. Y yo pienso que no necesariamente porque sea la más importante, sino porque es el elemento común que regula el fluir de las restantes once facultades espirituales.


Por esto vemos que el Maestro Jesús les dijo a sus discípulos simple y llanamente: “Tened fe en Dios.” (Marcos 11:22) Por medio de la fe no solo desarrollamos la sabiduría sino que también avivamos las otras facultades espirituales. Equidad y justicia es el próximo paso. Busca ser naturalmente justo y disponte a dar a cada cual lo que en verdad se merece. Da a cada cual conforme a su capacidad. Evita estar prejuiciado en cuanto.


La sabiduría no busca sacar ventaja a costa del perjuicio del prójimo. Sino que busca establecer equilibrio o igualdad de condiciones en todas nuestras interacciones con las personas.


La sabiduría busca establecer la justicia divina en todas las cosas. La sabiduría busca equilibrio en todas las fases de nuestras vidas; busca ser moderado y paciente. Aprende a escucha atentamente con paciencia y receptividad. Y sobre todo controla tus emociones.

Hay una historia sapiencial oriental que trata dos jóvenes que querían saber más acerca del bien y el mal y por esto visitaron a un sabio para preguntarle cual era la diferencia entre el cielo y el infierno.


La historia dice así: En un reino lejano de Oriente se encontraban dos amigos que tenían la curiosidad y el deseo de saber sobre el Bien y el Mal. Un día se acercaron a la cabaña del sabio Lang para hacerle algunas preguntas. Una vez dentro le preguntaron: —Anciano díganos: ¿qué diferencia hay entre el cielo y el infierno?...


El sabio contestó: —Veo una montaña de arroz recién cocinado, todavía sale humo. Alrededor hay muchos hombres y mujeres con mucha hambre. Las cucharas que utilizan para comer son más largos que sus brazos. Por eso cuando cogen el arroz no pueden hacerlo llegar a sus bocas. Veo caras de tristeza, ansiedad, frustración lamento y el lloro y el crujir de dientes por todas partes.


Más tarde, el sabio proseguía: —Veo también otra montaña de arroz recién cocinado, todavía sale humo. Alrededor hay muchas personas alegres, felices, gozosas, entusiastas que sonríen con satisfacción. Sus cucharas son también más largas que sus brazos. Aun así, han decidido darse de comer unos a otros.


Moraleja: El cielo y el infierno no son lugares apartados, ni tampoco son lugares en donde uno está arriba no otro abajo. Ahí mismo en el lugar en que te encuentras está el cielo o el infierno, tú escoges.


Esto nos trae al último paso que es el siguiente: Permite que tu luz brille, expresando amor en todo lo que haces y en todo lo que dices. La persona verdaderamente sabia busca y ve solo el bien y se alinea con todo lo bueno. Busca conocerse a si misma entrando a ese reino espiritual interior al que Jesús llamó el reino de los cielos que mora en cada uno de nosotros.


Escuchando el silbo suave y apacible conocerá su luz interior y permitirá que brille trayendo bendición dondequiera que va y dondequiera que esté.


No quiero terminar mi mensaje sin leer unas citas que aparecen en el libro de los Salmos:


Apártate del mal, haz el bien y vivirás para siempre,

porque Jehová ama la rectitud y no desampara

a sus santos.


Para siempre serán guardados,

mas la descendencia de los impíos será destruida.

Los justos heredarán la tierra y vivirán para siempre en

ella. (Salmo 37: 27-29)


Guarda tu lengua del mal

y tus labios de hablar engaño.

Apártate del mal y haz el bien;

busca la paz y síguela. (Salmo 34:14-15)


Confía en Jehová y haz el bien;

habitarás en la tierra y te apacentarás de la verdad.

Encomienda a Jehová tu camino, confía en él y

él hará. (Salmo 37: 3,5)


Dios te bendice porque sabiendo estas cosas las haces.


¡Amén!



Bosquejo:

Establece una relación con Dios

Sigue tu propia intuición

Sé obediente

Desarrolla tu fe

Equidad y justicia

Deja que tu luz brille



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