Sabiduría es seguir la voluntad de Dios
“Y el mundo pasa, y sus deseos, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.” (1 Juan 2:17)
Hoy se celebra en el mundo cristiano el Domingo de Ramos. Las Escrituras relatan la llegada de Jesús a Jerusalén; montado en un asnillo, y la gente clamaban “— ¡Hosana! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor, el Rey de Israel!” (Juan 12:13)
La palabra Hosana es un vocablo arameo que significa «sálvame» o «concédeme la salvación». Aquí se utiliza como aclamación y alabanza a Dios. (Juan 12:13 nota m) Pero no es erróneo pensar que estas grandes multitudes que salieron a recibirlo no lo hayan visto como su Salvador. ¿Y por qué no? Si hoy día existen grandes multitudes, cada vez mayores, que ven en Jesús su salvador personal, —¿por qué debemos pensar de manera contraría?
Tampoco es menos cierto que Jesús por medio de Sus enseñanzas nos reveló la sabiduría de las edades, que es el profundo conocimiento de que Dios mora dentro de cada uno de nosotros y que por medio de Cristo, solo por medio de Cristo, logramos la salvación.
Pero, lograr salvarnos ¿de qué? La contestación lógica es del pecado y de la muerte. ¿Seguro? ¿De verdad creemos que podemos salvarnos del pecado y sobre todo de la muerte? Para muchos esto es pura ficción, porque la verdad es que la mayoría de nosotros estamos convencido de que vamos a morir, y aunque escrito está: “De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí tiene vida eterna” (Juan 6:47) decimos que creemos pero en verdad no creemos.
Pero ciertamente esta revelación de la Verdad vino por boca del nazareno y en el centro mismo de nuestro ser está la llave que nos abre el camino hacia la vida eterna.
Jesús invitó a muchos a que le siguieran, y ciertamente también a cada uno de Sus discípulos. Y ciertamente las enseñanzas de Jesús quedan para toda la eternidad, y son un llamado para que las sigamos y caminemos la senda de la salvación. La invitación de Jesús para que lo siguieran todavía está abierta, pues es la invitación que Dios nos hace a cada uno de nosotros.
Jesús dice: “Sígueme, deja que los muertos entierren a sus muertos. (Mateo 8:22)
No les parece esto una invitación para que le sigamos en la regeneración. Esto es, en el proceso mediante el cual la vida espiritual abundante, la vida eterna se incorpora al cuerpo. Esta es la transformación que tiene lugar en nuestro ser entero cuando todas las fuerzas de la mente y el cuerpo apoyan y se sujetan al Cristo morador, la plenitud de la divinidad que vive corporalmente en cada uno de nosotros. Un secreto que había estado escondido por edades.
Jesús dijo: “Yo he venido para que tengan vida, para que la tengan en abundancia.” (Juan 10:10)
Noten que la historia relata que, luego de la resurrección de Lázaro, “muchos de los judíos que habían ido… vieron lo que había hecho Jesús, [y]creyeron en él.” (Juan 11:45)
Los fariseos se enteraron de esto y convocaron al Sanedrín. Temerosos de que Jesús se convirtiera en una amenaza política y que por causa de esto vinieran los romanos a destruir su nación, decidieron matarlo.
Hoy celebramos la llegada de Jesús a Jerusalén y este evento tiene un significado importante en nuestras vidas; esto representa el establecimiento del reino de Cristo en cada uno de nosotros.
Pero para que este reino se consolide en nosotros tenemos que alinear todos nuestros pensamientos y enfocarlos a Cristo; así como se alinearon los que recibieron a Jesús tendiéndole ramas en el camino y diciendo: — ¡Hosana! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor.”
Estas palabras tienen un significado profundo en cada uno de nosotros; simbolizan el reconocimiento de que Cristo, el Cristo morador, que viene en representación del Señor, que es el gran YO SOY, es el que verdaderamente salva. Es por medio de Cristo que vamos al Padre. El Cristo por boca del Nazareno habló y dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí.” (Juan 14:6)
Para salvarnos Cristo debe establecer Su reino en cada uno de nosotros. Y esto requiere que enfoquemos nuestros pensamientos en Cristo, que le adoremos y le sirvamos solo a Él. Y cuando realmente nos damos cuenta de que es necesario que esta dinámica espiritual tenga lugar en nuestro interior, en nuestra propia consciencia, habremos dado un salto cuántico en sabiduría de lo alto.
Sabremos sin lugar a dudas, que sabiduría es seguir la voluntad de Dios. Cuando la voluntad del hombre se adhiere fielmente a la sabiduría y lleva a cabo los planes diseñados por la sabiduría, crea en el hombre un estado de armonía y paz. A tal persona el Espíritu lo infunde continuamente con la inspiración y el conocimiento necesarios para darle una comprensión superior. (LPR p. 238 parafraseado)
Podemos afirmar con seguridad que sabiduría es seguir la voluntad de Dios para lograr nuestra salvación. Esta comprensión superior nos lleva ineludiblemente a saber que para lograr salvarnos y por ende entrar en la regeneración debemos crucificar todo tipo de pensamientos que sean de naturaleza dual, y solo sostener pensamientos que se ajusten a los principios espirituales y a la Ley Divina.
Y las enseñanzas de Jesús nos enseñan precisamente cómo debemos de pensar y actuar.
Jesús nos dio profundas enseñanzas acerca del amor: ama a tus enemigos, ama a tu prójimo y sobre todo ama a Dios sobre todas las cosas. Enseñanzas muy simples pero muy profundas y difíciles de llevar a cabo. Todavía ninguno de nosotros ha podido cumplir plenamente al ciento por ciento cada uno de estas simples enseñanzas. Y más que enseñanzas nos muestra el camino para purificar nuestra alma, y nuestra consciencia para poder entrar en la regeneración.
Jesús nos enseñó a no resistir al malo, en cambio a dar la milla extra cuando sea necesario; nos enseñó a orar, y ciertamente a creer y a tener confianza en Dios.
Nos enseñó a tratar a otros como nos gustaría que nos tratasen. Pero una lección muy importante fue no juzgar a los demás. Nuevamente estas son lecciones sencillas, pero muy valiosas. Todos sabemos y conocemos la historia; aquellos que le alababan y bendecían en su entrada a Jerusalén fueron los que una semana más tarde gritaban —¡Crucifícalo! (Marcos 15:13)
Todos sus seguidores incluyendo sus doce discípulos lo traicionaron y lo abandonaron, lo dejaron solo en el momento más crítico de su ministerio.
Pero Jesús mantuvo su enfoque en el YO SOY, y recorrió todo el camino desde su humanidad hasta lograr plena unidad con su propia divinidad, desde su nacimiento a su resurrección.
Y ese es el camino que tenemos que recorrer todos aquellos que aceptamos la invitación de Jesús cuando dijo” sígueme”.
Y para esto tenemos que transformar nuestro pensar. Y Pablo nos da la clave: Pensad en “todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre, si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, es esto pensad.” (Fil. 4:8)
Por tanto queridos amigos y hermanos te invito hoy a que digas” “Bendito el que viene en nombre del Señor, Cristo en mí, esperanza de gloria.”
“Bendito el que viene en nombre del Señor, Cristo en mí, esperanza de gloria.”
Dios te bendice porque sabiendo estas cosas las haces.
¡Amén!