La abundancia del corazón
“No os hagáis tesoros en la tierra…, sino haceos tesoros en el cielo,… porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.” (Mateo 6:19-21)
En el mensaje anterior hablábamos de la importancia de desarrollar una consciencia de abundancia. Y esta consciencia de abundancia tiene mucho que ver con el tipo de pensamientos que sostenemos continuamente en nuestra mente, nuestros sentimientos y nuestras palabras.
Decíamos que a través de nuestras palabras vamos moldeando nuestro propio mundo.
Con esta cita “no os hagáis tesoros en la tierra…, sino haceos tesoros en el cielo”, Jesús pone de manifiesto el poder que Dios nos ha dado para crear abundancia tanto material como el poder de expresar abundancia espiritual.
Y Jesús con Su infinita sabiduría nos enseña dónde debe estar nuestra prioridad en cuanto a la creación de riquezas se refiere. El enfoque debe estar en la dimensión y dominio espiritual de donde proceden todas las cosas. En ese reino no-material al cual acezamos por medio del recto pensar y le damos forma a la substancia conforme a nuestra fe.
Pero el hombre sigue impresionado por las apariencias juzgando superficialmente lo que ve sin mirar más allá la verdad subyacente o detrás de toda apariencia y por eso se emprende en un proyecto de vida de acumulación de bienes materiales para evitar una escasez imaginaria en el futuro.
Esta manera de pensar es una de las creencias más arraigadas en la consciencia de la raza, ya sea porque se nos haya inculcado desde pequeños que debemos de ahorrar para cuando vengan los años de las vacas flacas o porque hayamos pasado por periodos de aparente escasez en nuestras vidas.
Tal vez esto haya sido producto de una interpretación literal de la historia que encontramos en el libro de Génesis de José y el sueño del faraón; en donde éste soñó “que estaba junto al río, y que del río subían siete vacas hermosas a la vista, muy gordas, y que pacían en el prado. Tras ellas subían del río otras siete vacas de feo aspecto y enjutas de carnes (esto es, delgadas, secas de pocas carnes), que se pararon cerca de las vacas hermosas a la orilla del río; y las vacas de feo aspecto y enjutas de carne devoraban a las siete vacas hermosas y muy gordas.” (Génesis 41: 1-4)
Continua el relato diciendo que cuando el faraón tuvo este sueño se despertó un poco agitado y buscó a todos los magos y sabios de Egipto para que le interpretaran el sueño, “pero no hubo quien se lo pudiera interpretar.” (Génesis 41:8)
Entonces el jefe de los coperos, que estaba con el faraón, se recordó de un sueño que tuvo mientras estuvo en prisión y de José que fue el intérprete de su sueño, interpretación que no falló; y relatándole este suceso, el faraón, sin más demora mandó a buscar a José.
Trajeron a José delante del faraón y después de escuchar el sueño José le dijo al faraón: “Vienen siete años de gran abundancia en toda la tierra de Egipto. Tras ellos seguirán siete años de hambre: toda la abundancia será olvidada en la tierra de Egipto, y el hambre consumirá la tierra.” (Génesis 41:29-30)
Historias como esta pueden llenarnos de temor al pensar o imaginarnos que en el futuro, especialmente cuando seamos viejos y no podamos trabajar llegará un período de escasez en nuestras vidas y que por esta razón tenemos que comenzar temprano un proceso de acumulación de todo tipo de bienes materiales para poder hacer frente a este período de escasez, o sea para cuando venga los años de las vacas flacas.
Sin embargo, lo primero que tenemos que hacer es echar fuera el temor teniendo confianza en Dios, y seguir sus instrucciones al pie de la letra.
Esto no quiere decir que no debamos ahorrar, lo que quiere decir es que no debemos ahorrar teniendo en mente el pensamiento de que un periodo de escasez futura vendrá a nuestras vidas.
Nuestros ahorros deben estar dirigidos a proyectos importantes tanto para nuestro beneficio como para beneficio de otras personas.
No importa la situación que se nos presente, Dios siempre tiene el remedio para ella. A los egipcios, Dios, por medio de José, les reveló el plan para hacerle frente a esta situación, diciéndole que tenían que tener una persona sabia y prudente.
Y a ti y a mí, nos proveerá de la sabiduría y la prudencia necesaria para hacerle frente a cualquier situación que se nos presente en la vida. De modo que nuestra reacción no debe ser llenarnos de miedo sino de actuar con sabiduría y prudencia y planificar siguiendo la guía y la instrucción de Dios.
Pero Jesús fue más allá y nos exhortó a que mantuviésemos nuestro enfoque en Dios haciendo las cosas que a Dios le agrada y llevando a cabo Sus propósitos divinos a través de nosotros.
Nos dijo: “Busca primeramente el reino de Dios, y todo lo demás vendrá por añadidura.
Y si todavía sigues pensando en tu vejez y en tu incapacidad para producir tu sustento, te sugiero fuertemente que te quites esa idea de la mente que en su naturaleza es muy negativa y destructiva. Y recuerda las palabras de Jesús: “Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y, sin embargo, vuestro Padre celestial las alimenta. (Mateo 6:26) ”Así que no temáis, [pues;] más valéis vosotros que muchos pajarillos.” (Mateo 10:31)
Hoy se celebra el día de las Madres en nuestro país. Y cuando pensamos en nuestras madres tenemos que pensar que cuando vinimos al mundo ellas fueron los canales que Dios utilizó para proveernos y sustentarnos.
Dios nos ha provisto abundantemente desde que nacemos y prueba de esto es la leche materna.
En un artículo de la Organización Mundial de la Salud se afirma que la leche materna “proporciona toda la energía y los nutrientes que necesitan durante sus primeros meses de vida”. Y la OMS recomienda extender la lactancia hasta los dos años.
Lo interesante de esto son los beneficios que trae la leche y la lactancia tanto para el bebé como para la madre, la familia y la sociedad en general. Por ejemplo: en el bebé ayuda a prevenir enfermedades; tiene la proporción ideal de nutrientes, la digestión es más fácil y eficiente, disminuye las alergias; para la madre mejora la relación madre-hijo, evita hemorragias después del parto, reduce las posibilidades de adquirir cáncer de mama y de ovarios, le ayuda a perder peso, etc.
Pero lo más interesante de esto es que se ha descubierto que “la leche materna es un fluido cambiante ya que se va adaptando a los requerimientos del lactante a lo largo del tiempo, en función de las necesidades energéticas y del desarrollo del recién nacido. Es así como su composición va sufriendo variaciones a lo largo de la lactancia y también durante el día.” “La composición exacta de leche materna varía de día en día, de toma a toma, inclusive dependiendo de si es de día o de noche, según el consumo de alimentos, el ambiente, la edad del bebé… “ “Actualmente se reconoce que no hay ninguna fórmula comercial que pueda igualar a la leche materna.” Y existen muchos otros beneficios adicionales que no hemos mencionado por falta de tiempo. https://es.wikipedia.org/wiki/Leche_materna
Pero la conclusión lógica es que esto solo lo puede hacer Dios por medio de su inmenso amor por cada uno de sus hijos. Dios ha equipado a las madres para ser fuente de provisión para sus hijos. Por medio de la lactancia se establece una línea directa de acción que proviene del amor de Dios expresado por la madre al recién nacido. Dios obrando como sustancia todo proveedora por medio de la madre se transforma en la leche que alimenta al recién nacido.
En las Escrituras encontramos a la mujer en su rol de madre desempeñando un papel protagónico demostrando un amor abnegado y un justo cumplimiento con la ley de Dios. Ejemplos son: Jocabed, madre de Moisés; Ana, madre de Samuel, Rut, bisabuela del Rey David, Elizabeth, madre de Juan, y María la madre de Jesús.
La clave está en reconocer que el amor de Dios es precursor de la abundancia del corazón, y que ésta a su vez, es precursora de toda manifestación de abundancia material. Y que a medida que practicamos y hacemos el bien a los demás, a medida que ayudamos a nuestro prójimo a tener éxito y a prosperar en esa misma medida y mucho más nuestro Padre que está en los cielos nos recompensará.
Hemos dicho una y otra vez que nada se pierde en el universo. Pues le cuento que existe otra creencia en la consciencia colectiva y esta dice así: el tiempo es dinero.
Pero tiempo es todo lo que hay, en todo momento. Y siendo el dinero un símbolo de riqueza, valor y abundancia prefiero sustituir esa frase por la siguiente: “el tiempo no solo es dinero es abundancia de todo bien.”
No limites el tiempo solo para la producción de riquezas materiales, hay otras cosas más importantes en las cuales debemos emplear nuestro tiempo; cosas que enriquecerán nuestras vidas de una manera que el dinero de por sí no puede hacer.
Lo menos que debemos hacer es sustituir esa frase de: el tiempo es dinero, por esta que es mejor y más atinada que dice: el tiempo es abundancia, produciendo según mi estado de conciencia.”
Debemos de hacer un uso sabio y prudente de nuestro tiempo y echar a un lado los miedos que han estado pululando por edades en la consciencia colectiva.
Algunos de ellos son miedo a la pobreza, miedo a la enfermedad, miedo a la vejez y miedo a la muerte. Hay muchos otros pero lo más importante es que Dios no solo está con nosotros desde que nacemos sino que es y vive en cada uno de nosotros.
El miedo es un estado de la mente que no reconoce a Dios como esa Toda-Suficiencia-en-todas-las-cosas, disponible para satisfacer todas nuestras necesidades en todo momento y en cualquier momento.
Nuevamente querido amigo que me escuchas a ti te digo: “No os hagáis tesoros en la tierra…, sino haceos tesoros en el cielo,… porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.”
Hagamos tesoros en el cielo, esto es en el reino de los cielos, o sea en esa dimensión espiritual que se encuentra dentro de nosotros capaz de producir armonía, paz, grandes y ricas ideas y abundancia de todo tipo de bien.
Este es el reino que Dios nos ha dado en donde están los verdaderos tesoros, los tesoros que no están sujetos a desintegración, son eternos y nos sustentan continuamente.
El corazón “es el centro del cual se vierte la substancia divina (LPR p.47); o sea, la provisión del hombre. De ella él [hombre] forma lo que necesita según su fe y comprensión. Jesús consideraba la sustancia divina como un campo lleno de tesoros donde Él encontraba la satisfacción de todas sus necesidades. (LPR p. 218)
Nuevamente esto nos lleva otra vez al primer paso en la demostración de abundancia espiritual. Debemos tener fe y confianza en Dios y actuar con fe. Esta es la clave para demostrar abundancia de todo bien.
Nuevamente no te dejes dominar de temores infundados, mantén tu mente positiva y en armonía atenta siempre a las ideas que Dios te da. Esto traerá a tu vida armonía, paz mental salud y prosperidad.
Dios te bendice porque sabiendo estas cosas las haces.
¡Amén!