Nada ni nadie puede esclavizarme
“De cierto de cierto os digo que todo aquel que practica el pecado esclavo es del pecado.” (Juan 8:34))
El tema de la libertad y la esclavitud aparecen a lo largo de las Escrituras, son como dos caras de una misma moneda.
Esto es así porque en nuestro presente estado no regenerado, nos movemos como un péndulo de un extremo al otro, desde la esclavitud a la libertad, como resultado de vivir fuera de nuestro centro y foco espiritual.
Esta cita bíblica pone de manifiesto que aquello que practicamos nos esclaviza de alguna manera. Y esto es cierto en la dimensión humana en la que vivimos.
Tomemos por ejemplo a las naciones del mundo. Decimos que algunas están sujetas a dictadores tales como Corea del Norte y otras a la democracia como los Estados Unidos.
Decimos que en Corea del Norte no se respetan los derechos humanos; derechos tales como la libertad de expresión, derecho a la vida, la igualdad entre los hombres, etc.
Por otra parte, en Los Estados Unidos hay libertad de expresión, existe una democracia representativa, se dice que todos los hombres son iguales; pero ¿son iguales? ¿Hay un trato igual tanto para Donald Trump como para el mendigo de la esquina? No lo creo y además es evidente que existe un marcado prejuicio racial.
En Corea del Norte existe el acoso político a los que se oponen al sistema político y en los Estados Unidos el acoso sexual a aquellos que no quieren ceder a presiones lascivas de sus jefes o superiores. Y aunque hayan leyes que lo prohíban, el acoso existe, y este produce un sentimiento de cautiverio.
Cuando analizamos este tema de la libertad y esclavitud encontramos que de alguna manera están entrelazados.
Sin embargo en cuanto a la esclavitud se refiere hay un factor clave y es el apego indebido a algo o a alguien. La Palabra Reveladora nos da luz en
cuanto a esto y dice que la esclavitud es el apego indebido a pensamientos en la consciencia personal, tales como la raza, clase social, sexo, edad o personalidad.
Cuando nos aferramos a estos conceptos como la raza, entramos en la discriminación racial o en la supremacía de una raza esclavizando a las otras. Ese fue una de las causas de la segunda guerra mundial. Cuando nos apegamos indebidamente al sexo, entra en juego la lujuria y las pasiones desenfrenadas y terminamos siendo esclavos de esas condiciones.
O cuando nos apegamos indebidamente al concepto de la clase social terminamos estableciendo un sistema de castas en donde unas clases sociales son privilegiadas y otras son explotadas. Pero vamos al meollo de lo que nos interesa manteniendo el enfoque que nos corresponde, esto es, ¿cómo podemos salir de la esclavitud o del apego indebido por así decirlo a las condiciones que se nos presentan en nuestra vida cotidiana utilizando las enseñanzas del Maestro Jesús?
Y la segunda pregunta es: ¿Qué te está esclavizando en este momento de tu vida? O puesto de otra manera, ¿qué condición te está limitando o restringiendo en este momento de tu vida?
Pero antes de contestar esta interrogante examinemos nuestros apegos indebidos. En cuanto a nosotros concierne, algunos de los apegos indebidos pueden estar en nuestras relaciones interpersonales, en nuestro trabajo, o fuente de ingreso, en la búsqueda de satisfacción personal, dependencia de hábitos indebidos o sustancias controladas o cualquier otro tipo de dependencia que se nos haga difícil soltar.
Entonces, ¿cómo me desapego? Volviendo al símbolo del péndulo me gusta pensar que cuando el péndulo está en reposo, esto es, en el medio de los dos extremos se encuentra nuestra libertad donde nada ni nadie puede esclavizarnos.
Cuando el péndulo deja de oscilar vuelve a su centro, a su punto de equilibrio. Y esta ilustración nos enseña que si queremos sentirnos en libertad tenemos que aquietarnos y mantener nuestro enfoque en ese centro espiritual que mora en cada uno de nosotros. Y ¿cómo encontramos ese centro espiritual? Con la oración, la meditación y el silencio.
En Juan 8:36 leemos: “Si el Hijo os liberta, seréis verdaderamente libres.”
La liberación de la esclavitud llega a nosotros cuando buscamos primero la
mente perfecta de Cristo en nosotros. (LPR p. 135)
Y el que practica la verdad obtiene la libertad. El miedo, la duda y la indecisión son opresores de nuestra libertad y deben ser combatidos con el apego a la Verdad. El que practica la Verdad no puede tener temor. El que practica la verdad es fuente de amor.
En nuestro presente estado no regenerado todos poseemos un coeficiente de apego indebido a algo o a alguien que tenemos que liberar. Y para demostrar liberación tenemos que desarrollarnos espiritualmente por medio de la oración, y largas horas de comunión con Dios.
Si te sientes esclavizado por alguna condición desagradable en tu vida te sugiero que des los siguientes pasos:
Ve a oración y comunión con Dios con la firme determinación de poner fin a esa condición. Una nota de advertencia: si estás sacando algún beneficio personal de tal condición lo más probable es que no estés preparado para soltar. Nuevamente debes ir a oración.
Enfrenta tus miedos poniéndote en acción, comienza a dar pequeños pasos en la dirección de tu libertad.
Regula tu vida siguiendo los principios espirituales de justa acción. Mantente centrado en Dios todo el tiempo, y mira los acontecimientos externos con el ojo sencillo. Míralo todo bueno. Perdónate por haber permitido morar en el error tanto tiempo. Y sin importar la condición que estés pasando mantén una actitud de alegría y entusiasmo por la vida. Y por último, da gracias a Dios por la lección aprendida.
De la misma forma que afirmamos: nada ni nadie puede perturbar la serena paz de mi alma, puedes ahora afirmar: Nada ni nadie puede esclavizarme, pues vivo en la libertad del Cristo que mora en mí.
Querido amigo, no te permitas vivir una vida de esclavo, te mereces toda la libertad que puedas expresar.
El placer de Dios es verte ser una criatura libre y sin límites sin cadenas que te aten a ninguna condición inferior.
Debes reconocer y saber que para ser libre tienes que amar y echar fuera el temor , tienes que expresar ese amor divino que fluye a través de ti de adentro hacia afuera, ese amor divino es energía divina, la energía sanadora y armonizadora de Dios.
Transforma tu vida, no te quedes ahí como un mero espectador en la dinámica de la vida, decídete y entra en acción; sé parte del drama de la vida y verás cómo logras la libertad que tanto anhelas tener. El Espíritu de Dios irá delante de ti todo el camino diciéndote qué decir y qué hacer. Pero tienes que confiar soltando tus temores y afirmando tu unidad con Dios.
Cuando Pablo emprendió su ministerio se entregó de lleno y tuvo fe. Antes fue esclavo de la Ley, persiguió a los del nuevo camino, a los primeros cristianos, pero en Cristo encontró su propia libertad. Y yo te invito a que busques tu propia libertad en el Cristo de tu ser. No hay otro camino pues el mismo Cristo en boca del Nazareno lo declaró “—Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre si no es por mí.” (Juan 14:6)
El Cristo mora dentro de ti, el camino esté dentro de ti, la ley del nuevo pacto está escrita en tu corazón.
De modo que si a algo te vas a sujetar que sea el Cristo de tu ser.
Dios te bendice porque sabiendo estas cosas las haces.
¡Amén!