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Soltando y confiando


“Guárdame oh Dios porque en ti he confiado.”(Salmo 16:1)


Este mes hemos estado hablando del descanso y hemos dicho una y otra vez que tenemos que aprender a descansar en Dios.


Especialmente hemos mencionado que tenemos que soltar nuestras preocupaciones mentales y confiar en que Dios obrará siempre para nuestro bien.

Pero ustedes y yo sabemos que no es fácil soltar nuestras preocupaciones, especialmente cuando estamos pasando por un reto de salud, o un reto financiero o un problema de relaciones con nuestra pareja o seres queridos que amenaza tener todo tipo de repercusiones en nuestra vida.


La experiencia me ha demostrado que si no nos mantenemos en la alta vigilia, pensamientos de preocupación, de inquietud y de ansiedad nos perturbarán una y otra vez. Una de las definiciones de la palabra guardar es: tener cuidado de algo o de alguien, vigilarlo y defenderlo.


Cuando el salmista dice: “Guárdame Dios…” está pidiendo protección contra situaciones amenazantes. También pide por descanso y paz mental. Añade: “…porque en ti he confiado.” Y la confianza es un acto de fe. Es muy común cuando estamos pasando por grandes retos, que nos mantengamos contemplando el problema como si fuese una cinta de grabación que se repite una y otra vez.


Cuando nos mantenemos en este estado de consciencia nuestra alma se fatiga, viene el agotamiento físico, bajan las defensas del cuerpo y nos enfermamos. Entonces nos deprimimos y la presión de la preocupación aumenta hasta llevarnos a un estado de desesperación total.


Necesitamos recargar nuestras baterías mentales, soltar y confiar en Dios.

Un ejemplo clásico es la experiencia que los padres viven cuando nuestros hijos llegan a la adolescencia. Aparte de ser una edad difícil, ellos salen de noche a distintas actividades y comienzan a llegar en la madrugada.


Normalmente los padres no se acuestan hasta que ellos llegan. A medida que el tiempo pasa se acuestan pero no se duermen. Comienzan a salir todo tipo de preocupaciones, pasan por la mente escenas de posibles desastres, especialmente cuando se pasan de hora y uno trata de comunicarse con ellos y tienen el celular apagado.


La mente comienza a imaginar una cadena de eventos desastrosos imposibilitando así el descanso tanto físico como mental. Una de las grandes lecciones nos las dio Jesús mientras dormía profundamente cuando estaba en el mar junto a Sus discípulos en una barca y se desató una tempestad. Dicen las Escrituras que “se levantó una tempestad tan grande que las olas cubrían la barca”. (Mateo 8:24) Sus discípulos asustados, temerosos lo despertaron para que los salvara. Y cuando se despertó Él les reprochó diciéndoles: “—¿Por qué teméis, hombres de poca fe?” (Mateo 8:26)


Jesús nos demostró con este relato que tenemos que aprender a soltar y confiar en Dios.


Por nuestro propio bienestar general y mental debemos aprender a soltar y confiar en Dios. Y en cuanto a nuestros hijos y seres queridos se refiere esto se consigue sencillamente haciendo la Oración de Protección o imaginando un campo de fuerza espiritual alrededor de ellos evitando que entre a sus vidas todo mal y peligro.


La oración y la visualización positiva y nuestra confianza en Dios harán el trabajo. Entonces mentalmente desviamos nuestra mente de la preocupación, soltamos el temor y confiamos en que Dios está a cargo y todo está bien.


Los adolescentes y los adultos jóvenes tienen también sus temores y preocupaciones. Uno de los temores clásicos no solo de la juventud sino de toda persona que ha tenido reveses en sus relaciones de pareja es el temor a enamorarse.


Personas que han sido engañadas o traicionadas se vuelven extremadamente cautelosos en sus relaciones sentimentales, por temor a sufrir nuevamente un revés en una nueva relación.


Y nuevamente, cada experiencia es una enseñanza que debemos aprender y el verdadero amor echa fuera el temor. Cuando se ama con amor divino de una manera misteriosa se pierde todo temor.


Nuevamente esto es un llamado a soltar cuando haya que hacerlo y confiar en Dios. Porque Dios siempre tiene algo mayor y mejor de lo que humanamente hemos concebido para nosotros mismos.


Otro ejemplo en donde tenemos que aprender a soltar y confiar en Dios es en relación a nuestro futuro. Por ejemplo, supón que tienes una edad en donde ya no es una opción conseguir otro empleo, y un viernes por la tarde recibes una carta en donde te han cancelado de tu empleo de más de 15 o 20 años de servicio continuo.

Eres el sostén de tu familia, y por decirlo así, literalmente eres la persona que pone la comida en la mesa de tu hogar. Pensarás, ¿y qué va a ser de mí de ahora en adelante?


Este es un tiempo para soltar y confiar, un tiempo para afirmar como el salmista: “Guárdame Dios porque en ti he confiado.” Este es un tiempo para descansar, escuchar y actuar. Este es un tiempo para la fe, y en quietud y confianza comenzar a escuchar las instrucciones de Dios.


Este es un tiempo para vivir un día a la vez. Una oportunidad para ponerte al servicio de Dios permitiendo que se haga Su voluntad en tu vida. Un tiempo para recordar que la voluntad de Dios para ti siempre es mayor, superior y mucho mejor del bien que tú mismo puedas imaginar para ti mismo.


Este es un tiempo para escuchar el silbo suave y apacible, un tiempo para seguir tu intuición y para actuar de maneras que nunca antes habías actuado. Es un tiempo de aprendizaje para aprender a vivir la vida sencilla.


Es un tiempo para soltar, confiar y saber que no estás desamparado aunque te sientas desamparado, porque siempre estás al cuidado de Dios. Este es un tiempo para mantener a flor de labios la siguiente afirmación: “Guárdame Dios porque en ti he confiado.”


Es un tiempo para vivir un día a la vez y estar receptivo al “pan nuestro de cada día.” Pues Dios sabe que tienes necesidades que satisfacer y solo necesita de ti una mente receptiva a Su divina provisión, sin temores ni preocupaciones. Y esto requiere que sueltes y confíes en Dios.


Otro de los temores clásicos y no menos importante es el temor a la vejez. La mayoría de las personas pintan un cuadro de cuando sean bien viejitos y estén incapacitados aún para moverse, y piensan qué será de ellos.


Mi consejo es que nunca te contemples a ti mismo de esta manera. Nunca traigas a tu mente pensamientos de incapacidad como resultado de tus años. Puede que no corras como lo hacías en tu juventud. Pero has ganado un caudal de experiencia y sabiduría que puedes compartir con aquellos que la necesitan. Y diariamente puedes afirmar como dice la canción: “Estoy despierto vivo alerta preparado a recibir” a recibir qué, a recibir el bien que Dios tiene preparado para ti diariamente.


Cada uno de nosotros tiene algo que puede hacer de una manera muy especial y particular sin importar los años que puedas tener. Descubre tu talento interno, y utilízalo diariamente. Ese es tu servicio viviente. Y cuando venga el momento de tu partida, suelta y confía en Dios. Descansa en Dios y Dios hará.


Querido amigo, tú que me escuchas, la vida es una escuela y una de las lecciones que tenemos que aprender es a “soltar y confiar en Dios.”


Dios te bendice si sabiendo estas cosas las haces.


Amén.



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