No lo tomes personal
“— Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra.” (Mateo 5:39)
Cuando estaba preparando el programa de este mes me vino a la mente este título para el mensaje de hoy; y rápidamente me recordé de aquel famoso libro titulado Los cuatro acuerdos, escrito por el mejicano Miguel Ruiz.
Y estos acuerdos están dirigidos a lograr tener una vida feliz disfrutando de buenas relaciones interpersonales. Para los que no han tenido la oportunidad de leer el libro estos cuatro acuerdos son los siguientes: “Sé impecable con tus palabras, No lo tomes personal, No hagas suposiciones, Haz siempre lo mejor que puedas.”
Hoy vamos a hablar sobre el segundo acuerdo: “No lo tomes personal.” Y la cita bíblica que estamos usando es parte de la enseñanza de Jesús en el Sermón del Monte.
Jesús dijo: “No resistáis al que es malo”. Interpretamos esto literalmente, el malo es aquel que nos quiere hacer daño, sea físico, actuando en contra de nuestra voluntad, o impidiendo e interfiriendo en el logro de nuestras metas y objetivos. Es aquel que piensa de manera contraria a nosotros y cuyos valores son contrarios a los nuestros.
Pero cuando Jesús dijo estas palabras estaba hablando de la inequívoca Ley de la No-resistencia.
El Rev. Eric Butterworth interpreta estas palabras de Jesús de la siguiente manera y cito: “Jesús está diciendo en efecto: “Así pues, ¿tú quieres desquitarte? Ese es un deseo perfectamente normal (y añado humano también). Sin embargo, debes saber que hay solo una manera de desquitarte de alguien que te ha ofendido [y es amándolo, bendiciéndolo, y perdonándolo.]”
Amar, bendecir y perdonar, son tres cosas que se pueden decir con palabras, especialmente con palabras que tienen poca profundidad, palabras llanas, que salen de la boca para afuera.
Pero todos sabemos que para que el amor, la bendición y el perdón surtan un efecto sanador en nosotros tienen que fluir desde el centro de nuestro ser, tiene que venir del corazón. Y nadie mejor que nosotros mismos sabemos cómo se cierran las puertas de nuestros corazones cuando hemos sido víctimas de atropellos y han herido nuestros sentimientos.
Volver a abrir el corazón cuando hemos sido víctimas de engaños, volver a confiar en otros, no es cosa de un día para otro. Volver a tener altas expectativas de alguien muy cercano que nos ha traicionado no es fácil. Ver al Cristo en una persona abusiva tampoco lo es.
Aun así, amar, bendecir, y perdonar, es una enseñanza espiritual fundamental, porque reaccionar al mal que nos han hecho, resistiéndolo sólo complica y acrecienta aún más el problema.
Butterworth nos explica que lo que quería decir Jesús cuando dijo estas palabras fue lo siguiente: “Vuélvete al otro lado de tu naturaleza. Tú eres tanto humano como divino. Hay eso en ti que nunca puede ser lastimado, que está siempre equilibrado, y en paz., que conoce tu unidad espiritual con Dios y que sabe que nadie puede quitarte el bien que es tuyo. En este estado de consciencia más divino, la herida se sana, la influencia de la otra persona en ti se anula, y tú te conviertes en una influencia sanadora en ella.”
Y esto es exactamente lo que queremos decir cuando decimos: “No lo tomes personal.”
Pero podrías decir: Pero yo soy humano, y lo que me han hecho es un insulto o un atropello a mi persona. ¿Por qué no lo he de tomar personal?
No lo puedes o debes tomar personal porque por encima de tu personalidad está tu divinidad. Y los conflictos no se pueden resolver al mismo nivel que surgen tenemos que subir al próximo nivel, subir nuestro estado de consciencia y ver el problema desde un nivel más alto en donde podamos ver el bien que ha de manifestarse para todos por igual.
Esto es ver la vida como la ve Dios, desde la más alta perspectiva. Y el perdón nos ayuda a subir ese escalón que nos llevará a ese próximo nivel.
Pero tienes que demostrar fuera de toda duda razonable que eres capaz de hacer esto y la única manera es practicando diariamente el perdón; esto es, perdonando y permitiendo que la palabra de Dios realice un trabajo sanador en ti.
Una de las facultades espirituales que más nos ayuda en este proceso perdonador es la visualización. Podemos ver más allá de las apariencias, y podemos conocer las verdaderas motivaciones que impulsaron al agresor a causar el aparente mal en nosotros. Podemos ver la verdad detrás de toda causa. Y si esto te ayuda a perdonar, bien por ti.
Muchas veces encontramos que el egoísmo, la ignorancia, la inseguridad y el temor son los agentes que han generado la agresión.
Pero independientemente de lo que haya causado la agresión de otros sobre nosotros, nuestra responsabilidad y deber con nosotros mismos y con nuestro prójimo es perdonarlo, pero perdonarlo de todo corazón, al punto que puedas sentirte liberado de todo rencor y dispuesto a seguir adelante con tu propia vida.
Nuevamente te digo, que esto de perdonar es un trabajo que tenemos que hacer en nosotros. No es fácil ni tampoco nos podemos quedar actuando de la boca para afuera diciendo tonterías como “yo perdono, pero no olvido;” o “yo lo perdoné pero jamás olvidaré lo que me hizo.”
Una vez más, asumir esta actitud es tomar las cosas personalmente.
Cuida tus palabras porque escrito está: “Por tus palabras serás justificado, y por tu palabras serás condenado.” (Mateo 12:37)
Ustedes saben que muchas veces herimos a otras personas no necesariamente por el contenido del mensaje sino con el tono de la voz que empleamos cuando damos el mensaje.
Aquí en nuestra comunidad espiritual conocemos estas cosas. Y por eso uno de nuestros valores es: te aceptamos como eres. Y no necesariamente porque queramos ser simpáticos, sino porque entendemos que la aceptación de los otros tal y como son es una virtud que debemos cultivar y alcanzar si realmente deseamos desarrollar nuestras capacidades espirituales.
Observa que Jesús nunca trató de forzar cambios en Sus discípulos, Él los aceptó tal y como eran y dejo que la Palabra de Dios fuera transformándolos hasta que finalmente los convirtió de discípulos a apóstoles.
Jesús tampoco forzó a Pablo a que se convirtiera en el promotor del Sus enseñanzas. Solo se le apareció y le hizo una sola pregunta: ¿por qué me persigues? No hubo forcejeo ni resistencia de ningún tipo. Jesús abordó el problema desde un estado de consciencia más alto, y esto fue más que suficiente para que Pablo viera la luz de la Verdad que estaba detrás de su ceguera espiritual.
Para cada conflicto, para cada dificultad que encuentres en tu vida tú también puede hacer lo que hizo Jesús y hacer la pregunta: ¿Por qué me persigues?
Y puede que todo lo que necesites hacer sea bendecir esa condición y verás cómo ésta se disuelve y te suelta. Esto también es “poner la otra mejilla.”
Sencillamente, tienes que aprender a no tomar las cosas a nivel personal. Suelta el orgullo, y procura fortalecer tu carácter con la verdad que siempre está dispuesta a perdonar. Y puedes ir un paso más allá, puedes dejar de ver el error y descubrir el amor que está en todas partes y en todos.
Cuando logres hacer esto, no tendrás motivo alguno para perdonar porque no habrá nada que perdonar.
Pero todo proceso perdonador tiene su inicio, y el mejor comienzo tu mejor paso lo das cuando decidas no tomar las cosas personalmente.
Después de todo, debes saber que cuando logres trascender al próximo nivel de tu desenvolvimiento espiritual tu personalidad quedará en la tumba de la materialidad y solo se elevará tu individualidad.
La personalidad va con la persona, con la parte humana en nosotros, la individualidad es eso que nos hace únicos es la luz que manifiesta y expresa el Cristo en cada uno de nosotros. Es la parte central de nuestro ser, es aquello que trasciende a nuevas alturas espirituales es lo eterno en ti y en mí.
Por esto te digo, no lo tomes personal, mantente centrado en lo que realmente eres, tu ser divino, que no toma ofensa de ninguna clase.
Siempre recuerda que cuando te ofendas estás actuando desde el nivel humano y para trascender tienes que soltar tu parte humana.
Por eso te digo, no lo tomes personal.
Dios te bendice porque sabiendo estas cosas las haces.
Amén.