La Llave de la Prosperidad
“Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.” (Mateo 6:12)
Las relaciones humanas son muy importantes para el progreso del hombre en todas las fases de su vida. Y la clave de las buenas relaciones es amar a los demás y aceptarlos como son.
Y hemos recibido el mandamiento de amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Y para amarlo verdaderamente hay que perdonar sus ofensas. Y si yo perdono a una persona con quien he estado en contienda y me porto a la altura del mandato de Dios entonces me uno a ella de una manera muy especial pudiendo así disfrutar de nuestra diversidad aunque manteniendo nuestra unidad.
Cada cual es como es, y cualquier intento de cambiar algún rasgo de su personalidad por la razón que fuese es tirar al blanco equivocado.
Y la falta de perdón produce separación y esta separación estancamiento. El conflicto se mantiene encapsulado en nuestro interior, y cada vez que recordamos el evento, la persona, o el lugar comenzamos a nadar en el agitado mar de la contienda nuevamente, y los pensamientos y sentimientos cobran vida una vez más en nuestra mente y en nuestro cuerpo.
El punto es el siguiente: si quieres prosperar tienes que perdonar. Cada ser humano es un centro de actividad espiritual, mental, física y empresarial. Del ser humano surgen las grandes ideas que van dando forma al mundo que vivimos.
Y se necesita tener un corazón amoroso y armonioso, un carácter conciliador para poder lidiar con las fuerzas del intelecto que se contraponen constantemente cuando una o más personas se unen para lograr metas en común.
La unidad se consigue con el amor y la aceptación: y dónde hay odio y rencor no hay amor y por consiguiente para lograr el fluir del poder unificador del amor tenemos que perdonar, entonces podemos empezar a prosperar.
Hay una ley espiritual inexorable, y ustedes la conocen; es la ley de causa y efecto, la ley de siembra y cosecha. Es una ley inevitable, cosechas lo que siembras. Ignorar esta ley es un pecado, y su violación nos trae condenación, es como el que actúa sin importarle las consecuencias. Esta ley nos obliga a tomar en cuenta lo que estamos sembrando ya que recogeremos inevitablemente el fruto de nuestra siembra.
Este es el mismo principio envuelto cuando Jesús dijo: “No juzguéis para que no seáis juzgado.” Estos principios espirituales nos señalan que las causas están íntimamente ligadas a los efectos, que causas similares producen efectos similares y que cuando estamos en una situación de impase tenemos que buscar una salida. Porque de lo contrario, no progresaremos y no alcanzaremos el próximo nivel de desempeño.
Por consiguiente, para lograr salir del estancamiento tenemos que hacer una de dos cosas: o cambiamos la semilla que sembramos y esperamos una nueva cosecha, o perdonamos, soltamos y nos movemos inmediatamente en la dirección del nuestro mayor bien.
Y nuestro mayor bien siempre es progreso y unidad consciente con Dios. Ustedes deberán decidir que desean hacer.
Muchas veces nos aferramos a una posición por miedo a perderlo todo. Por miedo a perder esos bienes materiales por los cuales hemos luchado toda una vida. Pero con esa actitud no estamos reconociendo a Dios como nuestra verdadera Fuente de Provisión.
Mientras nuestra seguridad esté fundamentada en cuánto tengo en la cuenta de banco, o el valor de nuestras inversiones, estaremos adorando al dios de las riquezas y poniendo en segundo lugar al único y verdadero Dios.
Ahora bien, esto no quiere decir que no tengas un dinero ahorrado como recurso para tus proyectos. Lo que queremos decir es que tenemos que seguir la instrucción de Dios en cuanto al manejo sabio de nuestras finanzas.
Y esto incluye soltar lo que tenemos si es la voluntad de Dios. Y la mejor manera de soltar es perdonando, y no necesariamente a otras personas, perdonarnos a nosotros mismos por haber mantenido en nuestra consciencia esa actitud intransigente producto del miedo o el temor ya sea al fracaso o a perderlo todo.
Perdonar es ceder, y muchas veces cuando cedemos nos sentimos fracasados; pero el que se siente fracasado es el ego, y ese es quien te acusa y te hace sentir mal por la decisión que tomaste. Y este es un sentimiento muy humano.
No me extrañaría que Jesús postrado en la cruz hubiese sentido ese mismo sentimiento de fracaso, claro está, desde su humanidad, que todos y cada uno de nosotros hemos sentido alguna vez en nuestra vida. Esto es el ego haciendo su trabajo.
Cuando esto nos ocurra nuestro enfoque tiene que girar de lo humano a lo divino en nosotros; y saber que cuando seguimos la guía y la instrucción de Dios el fracaso es imposible.
Hacer esto es dominar nuestro ego, hacer esto es tener fe en Dios, y todos sabemos que si queremos progresar espiritualmente eso es lo que tenemos que hacer, porque sabemos que por encima del ego está el Cristo que somos en espíritu y en verdad.
Tenemos que decidir si permanecemos estancados o progresamos. Jesús lo puso de la siguiente manera, ponte de acuerdo rápidamente con tu adversario, no vaya a ser que el juez te meta en la cárcel. Pudiese ser que tu adversario fueras tú mismo, y el juez, tu propia consciencia acusadora. Entonces reconcíliate contigo mismo.
Ahora hablemos del manejo de nuestras finanzas que es parte importante de nuestra prosperidad. Se dice que los antiguos babilónicos tenían una fórmula mágica para salir de deudas.
Lo primero es reconocer a Dios como la Fuente inagotable de toda nuestra provisión devolviéndole una décima parte de nuestros ingresos, a aquel o aquellos lugares en donde recibimos alimento espiritual. Si no te atreves a hacer esto, entonces no tienes confianza y por ende no tienes fe en que Dios es la Fuente inagotable de tu provisión.
Los hebreos trataron con esta idea y el mismo Abraham lo hizo dándole una décima parte del botín de guerra al sacerdote Melquisedec. Lo segundo es guardar una décima parte para ahorrar y tener una reserva rápida de dinero para proyectos y oportunidades. Lo tercero es, no comprometas tu capacidad de pagar tus deudas más allá del 20 por ciento de tus ingresos. Aprende a cubrir tus gastos cotidianos con el 60% de lo que ganas. Esto es pura disciplina.
Necesitamos disciplinarnos, y no hacer compromisos que no podamos cumplir. El progreso se da en todas las fases de la vida en la medida que nos comprometemos, asumimos la responsabilidad, y cumplimos cabalmente con nosotros mismos y con los demás. Y es necesario vencer el miedo al fracaso en general y a la carencia de cosas materiales en particular.
El mismo Jesús fue tentado por la materialidad especialmente cuando estuvo en ayuno por 40 días en el desierto. Tuvo que disciplinar Su cuerpo y Su mente. Tuvo que hacerse responsable de Sí mismo y de los que tenía a su alrededor. De hecho fue más allá, porque al final de Su ministerio se hizo responsable por toda la familia humana ante Su Padre Dios. ¡¿No es esto maravilloso?!
Se enfrentó con valentía y venció el miedo a la muerte y la superó. Y nos dijo, porque escrito está, que nosotros podemos hacer lo que él hizo y cosas mayores si vamos al Padre. Si estás pasando por un momento de crisis recuerda no envolverte en las dificultades del momento. Piensa en la crisis como una oportunidad para hacer cosas nuevas o como una confluencia de nuevas posibilidades.
Pero podrías decir: “ pero es que no tengo dinero” o “es que no tengo un empleo.” Pero tienes una mente, de donde surgen un caudal de ideas productivas, tienes talentos y habilidades, tienes todo lo que necesitas para tener éxito. Entonces mueve tus pies y sea busca emplear tu tiempo y tus talentos haciendo algo constructivo y brindando un servicio que satisfaga una necesidad. En dondequiera que haya una necesidad existe una oportunidad para satisfacer esa necesidad.
Para de quejarte, de lamentarte, y de lloriquear y de echarle la culpa a los demás por tu situación financiera. Coge la primera oportunidad que se presente aunque no esté a la altura de tus expectativas. Lo que no podemos pretender es tratar de obtener algo a cambio de nada. Esto va en violación a la ley de compensación. Y para que veas el efecto de esto piensa por ejemplo en la vida de un indigente, o de aquel que está en el semáforo todos los días pidiendo dinero. ¿Prospera esa persona?
¿Prospera aquel que se pasa la vida evadiendo sus responsabilidades? Estos estados de consciencia deben ser eliminados porque de lo contrario te mantendrán en cautiverio por el resto de tu vida.
Y el día del juicio vendrá cuando tendrás que verte cara a cara como en un espejo y tendrás que perdonarte por haber tenido la osadía de creer que puedes burlar la Ley Divina sin sufrir las consecuencias de tal violación, Tendrás que perdonarte por tu propia irresponsabilidad y falta de respeto a ti mismo y a los demás. Y esto lo consigues amándote a ti mismo.
La ley es inexorable, y tal vez no te guste lo que te estoy diciendo, pero puedes estar seguro que es la verdad que nos enseñó el Maestro Jesucristo. “Perdona nuestras deudas así como también perdonamos a nuestros deudores.” Es tiempo de reformarte y esta reforma comienza en la mente. Suelta esos hábitos indeseables, perdónate a ti mismo y reconcíliate contigo mismo. Te aseguro que cuando hagas esto comenzarás a prosperar.
Dios te bendice si sabiendo estas cosas las haces. ¡Amén!