Gratitud, el imán que atrae el Bien
“Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia.” (Hebreos12:28)
Cuando apenas comenzaba a escribir este mensaje, vi que surgía el amanecer de un nuevo día.
Desde el balcón de mi apartamento vi un paisaje majestuoso que va prácticamente desde el puerto de Haina hasta el aeropuerto Las Américas, una vista que puedo apreciar diariamente y que muchas veces he pasado por alto, por estar envuelto en las actividades de la vida cotidiana.
Pero esa mañana me detuve a ver el paisaje y di gracias a Dios por toda la belleza que me rodea, por el orden que Él ha establecido en toda Su creación y por hacer de este planeta nuestro hogar humano.
Pensé que aunque Dios, el Creador de los cielos y la tierra, no es humano, Su creación visible está hecha justo a la medida de nuestra necesidad. Pensé también en el desenvolvimiento de nuestras vidas, y de cómo muchas veces pasamos por alto las bendiciones que recibimos de Dios. Y cómo por causa de un tipo de miopía espiritual no vemos cómo el bien de Dios fluye de un lugar a otro así como fluye la moneda en una economía creciente.
Acababa de celebrar mi cumpleaños y aunque cronológicamente ganaba terreno en mi estadía en este planeta me sentí lleno de vida y energía, y sentí que mi espíritu aún preservaba la flor y la fragancia de la juventud. Pensé en la semilla de vida eterna que todos llevamos dentro, y también en ese reino inconmovible, el reino de Dios dentro de cada uno de nosotros.
Y pensé que tenía que dar gracias por estos regalos maravillosos que Dios nos da gratuitamente, que no cuestan ni un centavo, pero cuyo valor es inconmensurable.
También pensé en cómo muchas personas ignoran estas maravillas por estar centrados única y exclusivamente en lo material, desestimando el valor de lo espiritual en cada uno de nosotros.
Ignoran que todo lo material es pasajero, transitorio; hoy es, mañana ya no es. Que todo eso que te produce satisfacción en lo externo es de carácter temporero y tiene un final; pero la satisfacción que nace del espíritu es real en el sentido de que es eterna.
Quiero que sepan que estaba escribiendo este mensaje temprano en la mañana y en eso se despertó mi querida esposa y pausé para juntos hacer nuestras oraciones matutinas. Cuando terminé un altavoz pasó por la avenida y escuche la canción de Marcos Witt, “Gracias Señor”; y luego alguien que hablaba por el alto parlante dijo y cito: “este es un buen día para dar gracias a Dios.”
Y pensé, ¡qué gran manera de comenzar el día!, y la gran verdad que encierra el título de este mensaje: Gratitud, el imán que atrae el bien.
Todos nosotros hemos tenido momentos en nuestras vidas donde nos hemos sentido agradecidos a Dios, y hemos dado gracias. Pero no es menos cierto que también tomamos muchas cosas por sentado y no las valoramos como debiéramos hacerlo.
Por ejemplo, la mayoría de nosotros tenemos la dicha de tener agua disponible para el consumo en nuestros hogares todos los días. Hubo un tiempo en el que tener la disponibilidad de agua de la cual gozamos hoy era más que un lujo, era una bendición.
Lamentablemente, a medida que el agua va llegando a más y más hogares la gente deja de pensar en esto como una bendición porque la dan por sentado. Pero esto es solo un ejemplo, ustedes pueden pensar en muchas otras cosas más.
Lo importante es entender que la gratitud es un imán que atrae todo tipo de bien a nuestras vidas, cosa que no todo el mundo entiende. Pero también saber que nos toca a nosotros desarrollar el don y el sentimiento de gratitud.
Tal vez todos ustedes saben estas cosas, porque esto es lo que se enseña en este movimiento espiritual; pero tal vez muchos se queden cortos porque sabiendo estas cosas no las hacen. Y por esto no dan la medida de la norma de Cristo. ¿Se acuerdan cuando Jesús dio gracias a Dios antes de resucitar a Lázaro? ¿Quién de nosotros ha hecho una resurrección?
Mientras no reconozcamos la realidad del Cristo en nosotros como un poder espiritual para atraer todo tipo de bien a nuestras vidas estamos muertos en vida, porque no estamos reconociendo aquello que es eterno en y dentro de cada uno de nosotros.
A medida que comenzamos a dar gracias en todas las cosas y especialmente por lo que realmente somos, comenzaremos a resucitar la vida espiritual que ha estado durmiendo el sueño de las edades, o por decirlo así, la vida que ha estado escondida dentro de nosotros que ha de ser revelada en su tiempo.
Pero esto no se queda aquí, nada de esto ocurrirá si no hacemos un esfuerzo consciente diariamente. Y aunque sé que muchos de ustedes comienzan su día dando gracias a Dios, el verdadero reto es mantenernos en esa consciencia de gratitud a medida que progresa el día y nos encontramos con los problemas y desafíos de la vida cotidiana.
No podemos comenzar el día dando gracias a Dios y después de un rato reaccionar rabiosos a cualquier situación desagradable que se nos presente. Tenemos que aprender a controlar nuestras emociones y especialmente nuestro temperamento.
Antes de reaccionar con enojo o con molestia toma una respiración y da gracias por esta oportunidad de practicar el control de tus emociones turbulentas y comenzar a nadar en las apacibles aguas espirituales.
Créanme eso es medicina para los huesos y bienestar para el alma. Busca ver al Cristo en la persona que te ha causado el enojo y dile algo bueno, reconoce su divinidad y su potencialidad espiritual. Esto, fácil de decir, no tan fácil el llevarlo a cabo. Pero tampoco es imposible de lograr. Solo requiere nuestra disposición sincera de hacer lo mejor que podamos por nuestro propio bienestar espiritual.
El llamado es: habiendo recibido “nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia.”
Aquí hay un llamado para ti, un llamado muy particular. Y es tu responsabilidad espiritual descifrar cuál es el llamado de Dios para ti. Ese llamado consiste en servirle a Dios de una manera muy particular que solo tú lo puedes hacer, nadie más lo puede hacer por ti, un llamado a servirle con respeto y reverencia.
¿Y sabes qué? Segurito que Dios va a requerir que para que le sirvas con respeto y reverencia salgas de tu presente zona de confort. Toma nota, algo tiene que cambiar en ti y en cada uno de nosotros para poder llevar a cabo este servicio a Dios.
Lamentablemente, en el peor de los casos, sabiendo estas cosas no las hacemos, comenzamos a racionalizar y a poner escusas para no hacer aquello a lo que hemos sido llamados a hacer para la gloria de Dios. Que al final del día si nos mantenemos firmes y constantes en las cosas de Dios la gloria de Dios se vuelve a nosotros porque Dios termina glorificándose en y a través de cada uno de nosotros. ¿No es así?
Nuestro trabajo es convertirnos en agentes de cambio para Dios porque el proceso creativo nunca jamás se ha detenido, pues sigue desenvolviéndose en y a través de cada uno de nosotros.
Cada día es una oportunidad para convertirnos en algo mejor. Cada día es una oportunidad para dar gracias y para mantenernos en esa consciencia de gratitud. Cada día es un tiempo para trabajar para la gloria de Dios y no importa en el quehacer que estemos realizando, Dios es todo y es en todos.
Cada día nos trae la oportunidad de expresar gratitud y atraer el bien a nuestras vidas.
Durante mi niñez tuve un padecimiento que me limitó grandemente y fui sometido a un tratamiento doloroso. Mi madre me trasladó al Centro Médico en Nueva York para mejorar el tratamiento.
Cuando volví a Puerto Rico la condición no se sanó por completo y surgía de tiempo en tiempo. Y sentía dolor y sufrimiento. Mi Padre en un gesto de fe absoluto en Dios le pidió que me sanara por completo. Y prometió que si se le concedía esa petición le compraría un cuadro del Sagrado Corazón de Jesús y lo colocaría en la sala de nuestro hogar para que cada persona que entrase viera este cuadro.
Después de unos días la condición despareció de la manera más natural que pudiésemos imaginar; todo se corrigió y volvió a la normalidad. Mi papá compró y colgó el Sagrado Corazón de Jesús en la pared de la sala. Y ha permanecido en el mismo lugar hasta el día de hoy; como un gesto de gratitud por el bien que trajo a nuestras vidas.
Jamás he vuelto a experimentar esa limitación. La sanación fue completa. Todavía cada vez que me acuerdo le doy gracias a Dios por haberme sanado de esa condición con un sentimiento de gratitud por la bendición que esto significó en mi vida.
Personalmente les puedo decir que no tengo duda alguna sobre el poder que tiene la gratitud para atraer el bien. Así como el amor, la gratitud es un poder, un imán que atrae bien a nuestras vidas.
Tú también puedes atraer bien a tu vida si te mantienes diariamente y conscientemente dando gracias. Pues probado está que es remedio infalible para atraer bien a nuestras vidas.
Dios les bendice, si sabiendo estas cosas las hacen.
Amén.