Navidad, época de alegría y paz
“Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres.” (Lucas 2:14) Estas palabras fueron pronunciadas en alabanza y acción de gracias a Dios por el nacimiento y llegada del mesías.
Una de las cosas que más anhela el alma humana es vivir en paz y disfrutar de la alegría de vivir; y esta época del año la dedicamos para estar con la familia compartiendo juntos en amor, armonía y paz. Ojalá pudiéramos mantener vivo el espíritu de la navidad todo el año, pues sabemos que las personas se vuelven más dadivosas en esta época y están prestos ayudarse unos a otros más que el resto del año.
Y todos sabemos que durante esta época se presentan ciertos factores externos que propician esta actitud y comportamiento a diferencia del resto del año. Por ejemplo, la gente cobra su doble sueldo, o sea que tiene dinero adicional para gastar y comprar los regalos navideños. La temperatura en esta época del año es más agradable y las personas están de mejor humor. Las actividades académicas cesan y los niños pasan más tiempo en el hogar. Y muchos padres planifican para tomar vacaciones durante esta época navideña para compartir con sus hijos.
De igual manera familiares que viven en el extranjero vienen al país para compartir juntos la cena navideña. Y todo esto está perfectamente bien. Pero yo pienso que más que una serie de actividades familiares y condiciones externas, las navidades traen en sí mismas su propio espíritu y es en ese espíritu que debemos celebrarlas. Ese espíritu es el renacimiento del Cristo en cada uno de nosotros y esto es un estado de consciencia.
Y a ti te toca decidir dónde va a permanecer tu conciencia no solo en esta época sino en toda época. O sea si va a permanecer en el pesebre o en el mesón. El pesebre simboliza ese lugar en la consciencia donde yacen todas las posibilidades inherentes en tu propio ser. Morar en la consciencia del pesebre es morar en la consciencia del Cristo morador. Esto es comenzar a vivir internamente sujetos a la guía del Espíritu de Dios que mora en cada uno de nosotros. Es comenzar una nueva vida centrada en el propósito de Dios para cada uno de nosotros.
Por el contrario, podemos dedicar esta época para acentuar más nuestra presencia en el mesón. Y permanecer en la consciencia del mesón es permanecer en la vivencia de los acontecimientos externos por medio de los cuales nunca llegaremos a saber quién realmente somos.
El adagio, “conócete a ti mismo” es particularmente importante en este punto. Es el punto de enfoque en donde debemos poner toda nuestra atención si realmente deseamos desarrollarnos espiritualmente y fortalecernos de manera tal que podamos vencer todo obstáculo y desafío que pueda presentarse en nuestra vida. Y saben qué, que a medida que vamos pensando cada día más en Dios, a medida que vamos relacionando o ajustando nuestra vida a la voluntad de Dios, en esa misma medida comenzamos a conocernos más profundamente.
Cierto es, la oración, la meditación y el silencio ayudan en gran manera; pero esto tiene su tiempo y su espacio, más a medida que tu mente permanece conectada con Dios durante el día, más te vas conociendo internamente y mejor se va definiendo tu rol en la vida que tienes delante de ti.
Esto es lo que llamamos vivir la vida de adentro hacia afuera. Y ciertamente siendo la Navidad una época de alegría y paz es muy propicia para iniciar un cambio en el enfoque de nuestra consciencia y por consiguiente en nuestra vida.
Sin embargo, muchos optan por permanecer en el mesón; y muy probablemente lleguen al ocaso de sus vidas sin saber realmente quienes son, habiendo desperdiciado así una gran oportunidad de progreso espiritual. Todos conocemos la historia del nacimiento del niño Jesús, y el mundo cristiano la recuerda todos los años. Y yo diría que esto es parte del legado y del reino inconmovible de Jesucristo en este planeta.
Y todo cristiano en algún momento de desesperación ha acudido a Jesucristo como su Salvador. Y que bueno que esto es así, porque la misión de Jesús fue venir a salvarnos y liberarnos del pecado, pero no necesariamente por su mera Presencia aquí en este planeta, sino por el conocimiento y aplicación de la verdad que Él enseñó y que demostró. Su nacimiento, Su vida, Su muerte y Su resurrección son un modelo a seguir por cada uno de nosotros si verdaderamente deseamos progresar espiritualmente y seguir el camino de Cristo.
Queridos amigos, estamos viviendo en tiempos de grandes cambios, las viejas maneras de vivir están siendo suplantadas por nuevas maneras de vivir, los avances tecnológicos siguen su desarrollo cada vez más acelerado. Las tecnologías de las comunicaciones cada día se mejoran, haciendo más fácil y menos costoso hablar con familiares en todas partes del mundo. Y esto nos ha acercado todavía más para compartir con nuestros seres queridos nuestras tristezas y nuestras alegrías a pesar de las grandes distancias que nos separan.
Pero hay un tipo de comunicación que no depende de la tecnología, y es la comunicación entre el Espíritu de Dios y cada uno de nosotros. Y esta época de Navidad es un tiempo perfecto para mejorar esa comunicación. Si cierto es que estamos viviendo en tiempos de grandes cambios, no menos cierto es que el Espíritu demanda un gran cambio en nuestra consciencia y el enfoque de nuestra vida. Recuerdo que cuando era niño mi enfoque en esta época era el árbol de navidad que siempre se ponía en casa y los regalos que Santa Claus me traía; y luego lo que los Reyes Magos me iban a traer en enero.
Recuerdo cómo jugué cuando Santa Claus me trajo mi primer tren. Y sinceramente hablando, el niño Jesús y el pesebre aunque eran muy bonitos eran secundarios; pero siempre fueron parte de mis navidades. Hoy por hoy, prefiero pensar en mis navidades como los regalos que Dios me traerá a medida que sigo descubriendo mi propia divinidad y sigo transitando por el camino que Dios me ha señalado.
Estos regalos son los verdaderos dones espirituales y uno de ellos y el más grande es el amor. Este es un tiempo para crecer en la expresión del amor divino. Un tiempo perfecto para crecer en la expresión del amor incondicional. ¡Tanto que hablamos de amar incondicionalmente! ¡Tanto que nos falta por expresar a plenitud este gran amor!
Jesús fue el paladín, la expresión viviente del amor incondicional. Su enseñanza fue clara y contundente, ‘amarás a Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todas tus fuerzas, y a tu prójimo como a ti mismo.’ Y también dijo: “El que tiene mis mandamientos y los guarda, ese es el que me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él.” (Juan 14:21)
Sus sanaciones son demostraciones del gran amor que el sentía por nosotros. Y un amor como el que demostró Jesús trae consigo paz. Pues bien, esta época es una de alegría y paz. Y te exhorto a que en lugar de irte al mesón permanezcas en el pesebre.
Ahí podrás encontrarte contigo mismo para comenzar a conocerte mejor. Busca y procura tener momentos de reflexión para que junto a tu tiempo de oración puedas establecer una buena relación contigo mismo y con Dios. Tal vez recibas el mensaje de que tu vida tiene que dar un giro de 180 grados. Y si es así, no te sorprendas y no resistas el cambio, en cambio fluye con el proceso de cambio. Dios dirigirá tus pasos y te dirá qué hacer, cómo y cuándo hacerlo. Y sobre todo fluye en la corriente del amor sabiendo que el amor todo lo puede y todo lo soporta.
De modo que te invito nuevamente para que disfrutes de esta época, la Navidad, y permanezcas en el pesebre, “sobrio, serio, prudente, sano en la fe, en la paciencia y sobre todo en el amor.” (Tito 2:2 parafraseado)
Meditemos…(paz, el pesebre, dones espirituales, el amor)
Dios les bendice porque sabiendo estas cosas las hacen.
Amén.