Servicio de Iluminación del Cristo
Servicio Interactivo
Ministro: “Aunque el Cristo nazca mil veces en Belén, si no nace en ti, tu alma está totalmente desamparada.”
Congregación: Contemplamos en Jesús el Cristo un ejemplo del principio Crístico eterno, la divina filiación en cada uno de nosotros.
Ministro: Cristo dijo: “El que en mí cree, las obras que yo hago, él también las hará; y aun mayores hará” (Juan 14:12).
Congregación: Consagramos nuestra vida al desenvolvimiento y expresión de nuestra divina filiación, para poder realizar Su vida en la nuestra.
Ministro: Jesús dijo: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8:12).
Congregación: Dejando las tinieblas de la limitación vamos a la eterna luz del Cristo; de la creencia en el mal y la depravación, a la verdad del bien omnipresente.
Ministro: Jesús dijo: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:10)
Congregación: Mi vida, mi salud, mi gozo y mi provisión vienen de Dios. Soy uno con Dios, y todo lo que Él tiene es mío.
Ministro: “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de la luces, en el cual no hay mudanza ni sombra de variación” (Santiago 1:17)
Estamos reunidos hoy porque celebramos el renacimiento del Cristo en nosotros. El mundo cristiano recuerda el nacimiento del niño Jesús todos los años en esta época. Jesús logró una unificación tal con su Cristo morador que nunca se podrá saber dónde termina uno y comienza el otro.
Tú y yo estamos llamados a seguir el camino de unificación que Jesús logró y que como Señalador del camino nos invita a ti y a mí a seguirlo.
Y una de las maneras de llegar a un nivel más alto de expresión de nuestro Cristo Morador a es avivando las doce facultades espirituales que son el don de Dios para cada uno de nosotros.
Dios nos ha regalado doce facultades que son la capacidad de amar, la fortaleza, la sabiduría, el poder, la imaginación, la comprensión, la voluntad, el orden, el entusiasmo, la renunciación y la vida generativa.
En nuestro movimiento cada uno de los discípulos de Jesús representa una de esas doce facultades espirituales.
Hoy nos toca avivar cada una de esas facultades espirituales que por herencia divina son parte de nosotros para así lograr para así logra un movimiento en consciencia al próximo nivel de desenvolvimiento espiritual.
Hoy buscando representar esa experiencia mística por medio de la cual el Hijo de Dios, el ideal Crístico, nace en el pesebre del corazón humano, hemos recurrido a los símbolos. Son símbolos sencillos e infantiles, como esos que Jesús usó. Su único valor estriba en el estímulo o avivamiento que produce en nosotros; y si nos ofrecen una concepción más clara de la presencia moradora del Cristo, si ilumina partes de la historia del nacimiento de Jesús que han estado oscuras, entonces se ha cumplido el propósito de este servicio.
La vela alta encendida que está delante de nosotros nos recuerda a Aquel que dijo: “Yo soy la luz del mundo” (Juan 8:12).”Vosotros sois la luz del mundo... Deja que tu luz alumbre” (Mateo 5:14)”En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres” (Juan 1:4)
Las doce velas que ahora van a ser encendidas representan los doce discípulos de Jesús y los atributos del Ser que ellos simbolizan. Atributos similares existen en cada uno de nosotros, y han de ser puestos al servicio del Cristo a medida que nos convertimos en (somos) Su imagen.
Primer Discípulo: “Enciendo esta vela por Pedro, que representa la fe.”
Afirmemos: Tengo fe en el potencial espiritual que mora en mí, y en mi capacidad de logro.
Meditemos: La fe es el primero de nuestras doce facultades espirituales, es el corazón de las enseñanzas de Jesús, la piedra angular de la Verdad espiritual.
Segundo Discípulo: “Enciendo esta vela por Juan, que representa el amor.”
Afirmemos: YO SOY infinito amor. El amor es la energía que me mueve, es la fuente de cada elección que tomo, es el regalo que ofrezco a todas las personas a mi alrededor.
Meditemos: El amor es en realidad otro nombre para el Cristo— el poder que incluye todo poder. Es la esencia de lo que somos verdaderamente. Es la energía creativa la cual estamos aquí para experimentar, expresar y compartir.
Tercer Discípulo: “Enciendo esta vela por Andrés, que representa la fortaleza.”
Afirmemos: Soy fuerte en el espíritu de Dios que mora en mí y todo lo puede. Enfrento mis retos con fortaleza espiritual y los venzo.
Meditemos: No importa lo desalentadoras que parezcan mis circunstancias, reconozco y sé que la batalla es Tuya, y enfrento cada reto de mi vida en Tu Nombre en la seguridad de que venceré. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.
Cuarto Discípulo: “Enciendo esta vela por Santiago, hijo de Zebedeo, que representa la sabiduría o discernimiento.”
Afirmemos: La sabiduría infinita de Dios me dirige en todas mis decisiones, soy sabio y prudente, y tengo éxito en todos mis asuntos.
Meditemos: Cuando las circunstancias se tornan confusas y estoy indeciso, acudo a mi interior a la fuente de Sabiduría infinita, ahí en ese lugar sagrado permanezco receptivo a la instrucción y la guía de Dios; entonces actúo con fe, y amor en la seguridad de que Dios nunca falla.
Quinto Discípulo: “Enciendo esta vela por Felipe, que representa el poder.”
Afirmemos: Por medio del poder de la palabra; proclamo la Verdad que me libera de toda condición de limitación.
Meditemos: A medida que reconozco que soy una creación perfecta de Dios, le hablo a mi cuerpo levantándolo de cualquier condición de enfermedad a su verdadera naturaleza, que es salud y perfección. Mi cuerpo es el templo del Dios viviente. Yo soy una creación y una criatura de Dios sana y perfecta.
Sexto Discípulo: “Enciendo esta vela por Bartolomé, que representa la imaginación.”
Afirmemos: Contemplo la vida que soy guiado a llevar para mí y para el mundo. Sé que esta visión puedo lograrla.
Meditemos: Imagino y visualizo mi vida desenvolviéndose cada vez más consciente de la divinidad y del poder del Cristo que mora en mí. Con fe, amor, sabiduría y poder creo para mí nuevas posibilidades.
Séptimo Discípulo: “Enciendo esta vela por Tomás, que representa la comprensión.”
Afirmemos: Hoy comprendo el plan de vida que Dios ha dispuesto para mí.
Meditemos: Por medio de los ojos del espíritu y las meditaciones de mi corazón veo claramente y comprendo perfectamente el plan de vida que Dios ha trazado para mí. Con fe, sabiduría, amor, fortaleza y poder cumplo plenamente con el plan de Dios para mí.
Octavo Discípulo: “Enciendo esta vela por Mateo, que representa la voluntad.”
Afirmemos: Se hace Señor Tu voluntad en la tierra como en el cielo y a través de mí.
Meditemos: Yo soy uno con Tu divina voluntad que logra su propósito a través de mí. Me entrego en mente, cuerpo y asuntos a Tu voluntad sé que es buena, agradable y perfecta. .
Noveno Discípulo: “Enciendo esta vela por Santiago, hijo de Alfeo, que representa el orden.”
Afirmemos: Estoy tranquilo y en paz porque mi vida se desenvuelve en Orden Divino.
Meditemos: El Orden es la ley del Universo, y mi mente buscando siempre la verdad, reconoce que mi vida tiene un orden divino, que Dios ha puesto en mí y yo debo seguir para poder amar y prosperar.
Décimo Discípulo: “Enciendo esta vela por Simón de Canaán, que representa el entusiasmo.”
Afirmemos: El Cristo divino y viviente que mora en mí, arde de entusiasmo por la vida.
Meditemos: Sé que soy parte del proceso creativo y a medida que participo creando y expresando nuevas ideas crece mi entusiasmo siendo cada vez más diligente en todas mis tareas.
Undécimo Discípulo: “Enciendo esta vela por Tadeo, que representa la renunciación.”
Afirmemos: Suelto y dejo ir todo aquello que impida expresar al Cristo en mí.
Meditemos: Renuncio a todo pensamiento de error. Suelto y dejo ir la intransigencia, el odio y el rencor. Permito que el amor divino fluya a través de mí como un torrente de bendición, comprensión, amabilidad, con todo aquel con quien hago contacto.
Duodécimo Discípulo: “Enciendo esta vela por Judas, que representa vida.”
Afirmemos: Levanto mi cuerpo a vida eterna por medio del Cristo que vive en mí.
Meditemos: Cristo en mí es vida eterna y de la muerte me libera, El poder que levantó a Jesús de la tumba también me levanta de la tumba de la materialidad a vida eterna. Por medio de Cristo entro en la Nueva Jerusalén.
Ministro: Las vela que se te dio a medida que entraste al santuario, y que ahora sostienes encendida delante de ti es un símbolo externo de una verdad espiritual interna y es para recordarte de que se te ha encomendado un don de Dios, Cristo en ti, y que así como Jesús se convirtió en la luz del mundo permitiendo que Su luz brillara, así esa misma luz de Cristo, avivada y radiante en cada uno de nosotros, habrá de convertirse en la luz de nuestro mundo, e irá más allá de nuestro mundo a las vidas de otras personas. La vela se te entregó apagada, porque solo tú puedes encender la luz que hay en ti, aunque otros pueden hacerte un llamado a ser luz por medio de la inspiración que puedan darte y así lo has decidido hoy y lo has hecho para la gloria de Dios. Hoy el Cristo a través de mí y de ti te exhorta a que te levantes y seas la luz del mundo. Los iluminarás desde la luz del Cristo universal, ya que es en esta luz del Cristo que encontramos la luz dentro de nosotros y aprendemos a llevarla a expresión. De modo que esta simple ceremonia se convierte en una oración de las manos y del corazón así como de los labios para que la Verdad que ésta manifiesta se exprese rápidamente en ti.
Y ahora apagamos la vela que sostenemos en las manos sabiendo que hemos despertado a la realidad de la luz que brilla eternamente en nuestros corazones, Cristo en mí esperanza de gloria.
Ministro: La luz del Cristo se ha encendido en nuestros corazones. El Cristo en ti y en mí brilla con luz propia. Ahora seguimos a Cristo en unidad.