Da la buena batalla de la fe
“Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor y en su fuerza poderosa… y sobre todo, tomad el escudo de la fe.” (Efesios 6:10,16)
El llamado del apóstol Pablo a los Efesios es el llamado que Dios nos hace a cada uno de nosotros cuando estamos enfrentando situaciones extremas en nuestras vidas.
En nuestra comunidad espiritual recibimos constantemente peticiones de oración por personas que están enfrentando retos de salud. Podemos visitar cualquier centro médico y lo vemos atestado de personas.
Y yo pienso que este es el tiempo para la fe, es tiempo ya de comenzar a fortalecernos en el Señor, es tiempo de saber que Dios es poderoso. Y es tiempo de poner a funcionar el poder de Dios en nuestro cuerpo; que se ha debilitado con todo tipo de creencia fatula, que escuchamos en la TV, o la radio o leemos en cualquier periódico en cualquier día y que rápidamente encuentra un lugar cómodo en nuestra consciencia para fastidiarnos y perjudicarnos día a día.
Aunque usted no lo crea esto es el diario vivir y tenemos que aprender a discernir entre lo que es para nuestro provecho, para nuestro bienestar general y desechar toda la basura que circula diariamente en todos los medio y también en las redes sociales.
Es tiempo de reformar nuestro pensamiento y comenzar a vivir una vida fundamentada en principios espirituales. Y en cuanto a tu salud se refiere “Dios es la salud de su pueblo” dicen las Escrituras.
Y tu fe tiene que desarrollarse al punto de que hagas de esta afirmación una verdad orgánica en tu cuerpo que circule día a día.
Ocúpate de hacer crecer tu fe cada día, mientras tanto date permiso para usar los medicamentos que la ciencia ha descubierto, siempre sabiendo que son meros catalizadores del proceso regenerativo normal del cuerpo que es un don de Dios para cada uno de nosotros.
El cuerpo, como una parte de lo que somos, tiene esa innata facultad regenerativa; pero tiene que ser ejercitada y desarrollada por medio de la fe en Dios como fuente de sanación y vida en cada uno de nosotros.
No debemos esperar a que llegue un reto de salud para tratar de desarrollar la fe pero si llega el reto, nuestro deber para con nosotros mismos y para con Dios es dar la buena batalla de la fe.
“Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor y en su fuerza poderosa. Vestíos de toda armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo;” les dice Pablo a los efesios.
Y ¿qué es el diablo? Es la mente carnal que utiliza como evidencia lo que los sentidos le revelan y cree que es la Verdad, que niega y no reconoce el poder de Dios como fuente de sanación para tu condición. El diablo es la creencia de que si sufres de una de esas llamadas enfermedades “incurables” te vas a morir por causa de esa enfermedad.
Pero todos tenemos la mente de Cristo dice el apóstol Pablo en 1 Corintios 2:16. Y si todos tenemos la mente de Cristo entonces tenemos el poder de Cristo y si tenemos el poder de Cristo podemos levantarnos de cualquier condición como se levantó Jesús resucitando al tercer día y dejando Su tumba vacía.
Pero para esto tenemos que estar dispuestos a dar la buena batalla de la fe. Tenemos que dejar el miedo y saber que la presencia de Dios está con nosotros todo el tiempo y en quietud y confianza dejamos y permitimos que Dios haga Su obra en y a través de cada uno de nosotros.
El llamado que te hago hoy es atrévete a creer y verás la gloria de Dios en ti haciendo un trabajo de sanación y por ende un trabajo de salvación. Pues todavía hay muchos que creen que podemos ser salvados sin ser sanados.
La verdad es todo lo contrario, tenemos que ser sanos para ser salvos. Y no es posible una total sanación corporal sin haber sanado todos nuestros pensamientos. Y para sanar todos nuestros pensamientos tenemos que sanar todos nuestros sentimientos, que son los pensamientos que circulan por todo nuestro cuerpo. Tenemos que desechar todo tipo de resentimiento, perdonando a otros y perdonándonos a nosotros mismos por faltas del pasado y apropiarnos totalmente de la mente de Cristo, que vive en cada uno de nosotros y que es la salud de nuestra alma y nuestro cuerpo.
Pero ¿qué conlleva esto? Nuestra disposición a dejarnos llevar por nuestra intuición tomando lo que la mente intelectual llama “riesgos innecesarios.” Pues la mente que todo lo razona está limitada por su propio razonamiento. Pero la intuición “es la sabiduría del corazón.” Como guía es mucho más segura que las instrucciones que podamos recibir de nuestro cerebro, o como resultado del intelecto.” (LPR p. 121 parafraseado)
Cuando confías en tu intuición confías en el Espíritu, y “cuando uno confía en el Espíritu y va a Él en busca de comprensión, se desarrolla cierta confianza en el bien invisible. Y esta confianza eventualmente se convierte en fe, fe en nuestra intuición y por el poder de la intuición, el hombre logra acceso a todo conocimiento y a la sabiduría de Dios.”(LPR. p.121)
De modo que tenemos que dar la buena batalla de la fe; pues para el que tiene fe en Dios nada os será imposible.
Yo siempre he dicho que el que camina en fe tiene que estar dispuesto a transitar por el terreno de la incertidumbre, un terreno minado de todo tipo de adversidades.
Y paso a paso llegamos a puerto seguro. Con determinación, constancia y perseverancia día a día, logramos desarrollar y crecer nuestra fe para que se haga “el milagro de sanación” en nosotros.
Y una de las cosas que esto requiere es desechar la idea errónea de que el cuerpo no es capaz de regenerarse. Trabaja con la idea de regeneración y visualiza el proceso regenerativo tomando forma en tu consciencia y por consiguiente en tu cuerpo.
De acuerdo con los científicos, el cuerpo humano se reemplaza completamente a sí mismo, con un nuevo conjunto de células, cada siete (7) a diez (10) años. La ciencia establece que “nuestro cuerpo está cambiando constantemente y que nuestro organismo se encuentra en un proceso incesante de transformación.”
Si esto es una realidad científica preguntamos entonces, ¿por qué hay partes en nuestro cuerpo que están sujetos a un proceso degenerativo?
Yo opino que esto se debe a que nuestros pensamientos y sentimientos gobiernan las funciones orgánicas de crecimiento y aunque el cuerpo tienda a regenerarse de manera natural siempre estará sujeto a la mente. Por eso decimos que eres lo que piensas. Y el cuerpo es obediente a nuestros pensamientos predominantes.
Si sometemos el cuerpo a pensamientos de deterioro, de descomposición y putrefacción el cuerpo va a reaccionar de esa misma manera. Y esta es la mayor causa de deterioro en nuestro cuerpo.
Observen cuantas cosas hechas por el hombre se deterioran por su mal uso. Noten como los sistemas mecánicos se deterioran por el desgaste de partes movibles; desgaste causado por falta de un buen mantenimiento.
Entonces, pensando que el cuerpo porque se mueve es una máquina de naturaleza similar a los sistemas mecánicos debe desgastarse también. Y esto es un grave error; error que ha causado la destrucción de los cuerpos de los seres humanos.
Todavía no hemos creído que el cuerpo en espíritu y en verdad ha sido diseñado para vivir eternamente con una capacidad regenerativa que todavía ni la misma ciencia ha descubierto totalmente.
Y aunque se parezca a una máquina mecánica o un robot hecho por el hombre, el cuerpo humano no lo es. El cuerpo es un vehículo de expresión que es animado por la vida misma del Espíritu que es eterno y por consiguiente su vida debe ser eterna.
Jesús conocía plenamente esta capacidad regenerativa del cuerpo cuando les dijo a los judíos: “—Destruid este templo y en tres días lo levantaré.” (Juan 2:19) Y aunque los judíos no lo entendieron Jesús hablaba de su cuerpo.
Todos conocemos la historia y sabemos que esto es una alusión directa al poder regenerativo y resucitador de nuestro cuerpo que opera por medio del poder de Cristo que mora en cada uno de nosotros. Y precisamente eso fue lo que ocurrió al tercer día después de haber muerto en la cruz.
Por consiguiente, no aceptes ningún diagnóstico médico negativo y no permitas que este te haga dudar. No aceptes ningún tipo de limitación en tu cuerpo. No aceptes condiciones degenerativas cuando la misma ciencia dice que el cuerpo se regenera a sí mismo.
Por el contrario, acepta la continuidad de la vida como una condición natural de tu cuerpo. Te invito a que des la buena batalla de la fe.
Por eso es necesario que sigas transformando día a día tu pensar tu sentir y tu actuar. Mantén esto presente hasta que veas la gloria del Señor obrando en ti.
Meditemos…
Dios les bendice porque sabiendo estas cosas las hacen.
¡Amén!