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Bondad: una oportunidad de dar


“Entonces se acercó uno y le dijo: — Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener vida eterna?” (Mateo 19:16)


1. Uno de los pilares y principio espiritual de nuestra prédica es que Dios es bueno, y si bueno, entonces bondadoso, generoso y dadivoso. Cualquiera que haya asistido a nuestro centro y haya escuchado algún mensaje puede darse cuenta de que nosotros predicamos acerca de un Dios bueno y amoroso a diferencia de otras religiones que predican acerca de un Dios vengativo.


2. La palabra bondad, según el diccionario etimológico, viene del latín bonitas formado de bonus (bueno) y el sufijo –tat que cambia al castellano como –dad (indicando cualidad). Entonces la palabra latina bonitas no es diminutivo sino cualidad de bueno. (http://etimologias.dechile.net/?bondad)


3. Pero reorganizando nuevamente estos términos también podemos demostrar que bondad significa la cualidad de dar lo bueno, bon de bueno y dad de dar.


4. Cuando alguien se le acercó a Jesús para preguntarle acerca de los requisitos para alcanzar la vida eterna, se refirió a Él como “Maestro bueno”. Pero inmediatamente Jesús le respondió con otra pregunta. “Jesús le dijo: — ¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino sólo uno, Dios.” (Marcos 10:18)


5. Por esta respuesta llegamos a la conclusión de que Dios es bueno y bondadoso; pero más que bueno Dios es el Bien Absoluto la Bondad Infinita.


6. Por medio de su Espíritu Santo, Dios pone en movimiento esa bondad que Él es vertiéndola en nosotros como un fluir incesante de bienestar espiritual.


7. Escrito está: “Porque tú, Señor, eres bueno y perdonador, y grande en misericordia para con todos los que te invocan.” (Salmo 86:5)


8. La parábola del buen samaritano nos ilustra como practicar la bondad con nuestro prójimo y convertirla en una oportunidad para dar.


Un día, una mujer caminaba por la calle cuando vio a un mendigo sentado en la esquina. El hombre era viejo, estaba sin afeitar y harapiento. Mientras estaba sentado allí, los peatones pasaban frente a él mirándole mal. Claramente no querían tener nada que ver con él por su condición: un indigente, sucio y sin hogar. Pero cuando la mujer lo vio, sintió compasión. Hacía mucho frío ese día y el hombre tenía su abrigo hecho jirones, envuelto alrededor de él, así como una pashmina o una estola en lugar de un abrigo caliente. Ella se detuvo, y miró hacia abajo. "¿Señor?" ella preguntó. "¿Se siente bien?" El hombre levantó la vista lentamente. Esta era una mujer claramente acostumbrada a las cosas buenas de la vida. Su abrigo era nuevo. Se veía como una persona que nunca le había faltado un plato de comida en su vida. Lo primero que pensó este hombre fue que ella quería burlarse de él, como tantos otros habían hecho antes. "Déjame en paz", gruñó. Para su sorpresa, la mujer continuó de pie. Ella estaba sonriendo, mostrando la brillantez de sus dientes blancos. "¿Tienes hambre?" ella preguntó. "No", respondió sarcásticamente. "Acabo de venir de una cena con el presidente. Ahora lárgate".


La sonrisa de la mujer se hizo aún más amplia. De repente, el hombre sintió una mano suave bajo su brazo. "¿Qué estás haciendo, señora?" el hombre preguntó enojado. "Dije que me dejara en paz". En ese momento apareció un policía. "¿Hay algún problema, señora?" preguntó. "No hay problema aquí, oficial", respondió la mujer. "Solo trato de poner de pie a este hombre. ¿Me puede ayudar?" El oficial se rascó la cabeza y dijo: "Ese es el viejo Jack. Ha sido un accesorio por aquí durante un par de años. ¿Qué usted quiere con él?" "¿Ve esa cafetería allí?" ella preguntó. “Quiero darle algo de comer y sacarlo de este frio por un rato. "¿Está loca, señora?" dijo el indigente resistiéndose. "¡No quiero entrar allí!" Luego sintió dos manos fuertes agarrándolo y levantándolo por ambos brazos. "Déjeme ir, oficial. No hice nada". "Esto es una buena oportunidad para ti, Jack", respondió el oficial. "No la eches a perder".


Finalmente, y con cierta dificultad, la mujer y el oficial llevaron a Jack a la cafetería y lo sentaron en una mesa en un rincón remoto. Era media mañana, por lo que la mayoría de la gente del desayuno ya se habían ido y el grupo del almuerzo aún no había llegado. El gerente cruzó la cafetería y se paró de frente a la mesa. "¿Qué está pasando aquí, oficial?" preguntó. "¿Qué es todo esto? ¿Está este hombre en problemas?" El policía respondió: "Esta señora trajo a este hombre aquí para que darle de comer". "¡Aquí, no!" el gerente respondió enojado. "Tener una persona así aquí perjudica este negocio".


El viejo Jack sonrió con una sonrisa sin dientes. "Mire, señora. Se lo dije. Ahora permítame salir de aquí. No quería venir aquí en primer lugar". La mujer se volvió hacia el gerente de la cafetería y sonriendo le preguntó: "Señor, ¿está usted familiarizado con la firma bancaria, Eddy y Asociados, que se encuentra en esta misma calle?"


"Por supuesto que sí", respondió el gerente impacientemente. "Ellos celebran sus reuniones semanales en uno de mis salones de banquetes". Y ella le preguntó: "¿Y obtienen ustedes buenas ganancias de las comidas que brindan en esas reuniones semanales?" Entonces el gerente le preguntó: "¿Qué tipo de negocio tiene usted?" "Yo, señor, soy Penélope Eddy, presidenta y directora general de esa compañía". "Oh," exclamó el gerente sorprendido. La mujer sonrió nuevamente. Y dijo: "Pensé que eso podría marcar la diferencia". Y mirando al policía que estaba sofocado aguantando una risita, le preguntó: "¿Le gustaría tomarse un café y comer con nosotros, oficial?" "No, gracias, señora", él respondió. "Estoy en servicio.” "¿Entonces, tal vez, una taza de café para llevar?" "Sí, señora. Eso sería muy agradable". El gerente de la cafetería giró rápidamente sobre sus talones y le dijo al oficial: "Le preparo su café de inmediato, oficial". Y mientras se alejaba, el oficial miró a la señora y le dijo: "ciertamente lo puso en su lugar".


"Esa no era mi intención. Créalo o no, tengo una razón para todo esto". Entonces se sentó en la mesa frente a su asombrado invitado a cenar y mirándolo fijamente a sus ojos le preguntó: "Jack, ¿te acuerdas de mí?" El viejo Jack con sus ojos lagañosos y llorosos la miró fija y detalladamente. "Creo que sí, digo quiero decir que me tienes cara familiar". "Tal vez me vea un poco mayor", dijo ella. "Tal vez incluso esté más llena que lo que estaba en mi juventud cuando trabajabas aquí, y pasé por esa misma puerta, con frío y hambrienta".


"Acababa de salir de la universidad", comenzó la mujer. "Había venido a la ciudad en busca de un trabajo, pero no pude encontrar nada. Finalmente, cuando me quedé con mis últimos centavos, me echaron de mi apartamento. Caminé errante por las calles durante días. Era febrero y yo estaba con mucho frío y casi muriéndome de hambre. Vi este lugar y entré con la remota esperanza de que pudiera conseguir algo de comer". Entonces Jack se iluminó con una sonrisa. "Ahora lo recuerdo", dijo. "Estabas de frente al mostrador de servicio. Te acercaste y me preguntaste si podías trabajar para comer algo. Y te dije que eso iba en contra de la política de la compañía". "Lo sé", dijo la mujer y continuó, "Entonces me hiciste el sándwich más grande de carne asada que jamás había visto en mi vida, me diste una taza de café y me dijiste que viniera a esta misma mesa y disfrutara la comida. Tenía miedo de que te metieras en problemas. Luego, cuando te miré, vi que estabas pagando la cuenta poniendo tu propio dinero en la caja registradora. Ahí supe entonces que todo estaría bien".


"¿Entonces comenzaste tu propio negocio?" le preguntó el viejo Jack. “Conseguí un trabajo esa misma tarde. Seguí ascendiendo hasta que eventualmente comencé mi propio negocio que, con la ayuda de Dios, prosperó". Entonces ella abrió su bolso y sacó una tarjeta de presentación. "Cuando termines de comer aquí, quiero que vayas y visites al señor Lyons. Él es el director de recursos humanos de mi compañía. Iré a hablar con él ahora mismo y estoy segura de que encontrará algún trabajo para ti". Y sonriendo añadió: "creo que incluso puedo conseguir los fondos para darte un pequeño adelanto para que puedas comprarte algo de ropa y conseguir un lugar donde vivir hasta que te levantes. Si alguna vez necesitas algo, mi puerta siempre está abierta para ti". Había lágrimas en los ojos del anciano. "¿Cómo puedo agradecerte?", dijo. "No me agradezcas", respondió la mujer. "A Dios sea la gloria. Gracias a Jesús porque Él me llevó a ti".


Fuera de la cafetería, el oficial y la mujer se detuvieron en la entrada antes de seguir cada cual por su camino. "Gracias por toda su ayuda, oficial", dijo ella. “No, todo lo contrario, gracias a usted. Vi un milagro hoy, algo que nunca olvidaré. Y... y gracias por el café". Ella frunciendo el ceño le dijo: "Olvidé preguntarle si usaba crema o azúcar. Veo que es negro". El oficial mirando la humeante taza de café en su mano, le dijo: "Sí, lo tomo con crema y azúcar, quizás con más azúcar de lo que es bueno para mí dándose una palmaditas en su amplia barriga.” "Lo lamento", dijo ella. "No se preocupe señora pues tengo la sensación de que este café que me obsequió va a tener un sabor tan dulce como el azúcar".


9. Y este, queridos amigos, es el buen samaritano del día de hoy. Podrías argumentar diciendo, eso es más agradecimiento que bondad. Pero recuerda que un corazón bondadoso es también un corazón agradecido. Y aunque fuese puro agradecimiento esa fue una gran oportunidad para ser bueno y dar de lo bueno que tenemos. Dar de lo que Dios nos da diariamente, amor y compasión.


10. Esta mujer reconoció que había llegado a Jack por cita divina, de la misma manera que tú y yo llegamos a otros que están en necesidad. Y lamentablemente muchos desaprovechamos esas oportunidades que la vida nos ofrece para ser más bondadosos y dadivosos.


11. Hace más de veinte años un sábado cerca del mediodía me encontraba caminando por la acera del parque Mirador Sur cuando a lo lejos vi a un hombre viejo que con mucho esfuerzo caminaba en dirección hacia mí tambaleándose mientras sostenía de pie a un joven que apenas podía caminar. Me acerqué y le pregunté al viejo: ¿qué le pasa al joven? Me contestó: es que acabo de sacarlo de la clínica y me lo llevo para mi casa. Entonces le dije: “Y, ¿a dónde va usted? Me contestó que iba a un lugar en el interior cuyo nombre ni recuerdo. Entonces le dije, siéntese aquí en este banco y espéreme que yo lo vengo a recoger. Me devolví a mi casa y mi trabajadora estaba saliendo en esos momentos para irse. Le dije que iba a recoger a una persona en el parque y que le daría una bola a ella también. Entonces fuimos y recogimos al viejo y al joven. Comenzaron a hablar y surgió que la trabajadora también iba para el mismo lugar. Llegamos a la parada de guaguas y le di dos mil pesos para sus gastos y saliendo de mi vehículo se dirigieron para tomar el autobús y hasta el día de hoy no lo he vuelto a ver.


12. No importa quién eres y quién hayas sido, “siempre hay una gracia salvadora en la bondad que sale de nuestro corazón y si alguna vez hemos hecho una buena acción, queda guardada y gravada en el almacén universal, para manifestarse nuevamente cuando más la necesitemos. (LPR p. 28 parafraseado)


13. Cada cual conforme a su consciencia tiene su propio nivel de bondad. Pero, ¿por qué no continuar desenvolviendo y expandiendo esa infinita bondad que mora en nosotros? ¿Será porque pensamos que si somos cada día más bondadosos vamos a perder algo, sea este algo, alguna cosa material, alguna relación personal o alguna posesión, o el control de alguna situación?


14. Aunque siempre puedas encontrar una excusa para no hacer las cosas, si buscas en tu interior siempre encontrarás a Dios buscando expresar más de Su amor, más de Su bondad y más de Su misericordia a través de ti. Pero de ti depende ser bondadoso y aprovechar la oportunidad para dar.


15. Yo te exhorto a que reflexiones acerca de estas cosas, y eches a un lado el miedo y el egoísmo y des un paso firme para que Dios pueda expresar Su infinita bondad a través de ti. Te aseguro que si haces esto, Dios te dará grandes oportunidades para que crezcas en bondad, misericordia y generosidad. Solo así descubrirás y sentirás el Poder del Amor de Dios obrando en y a través de ti.


16. Meditemos…


17. Dios te bendice porque sabiendo estas cosas las haces.


18. Amén.




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