top of page

De la Tristeza al Gozo

“—De cierto, de cierto os digo que vosotros lloraréis y lamentaréis… pero aunque vosotros estéis tristes, vuestra tristeza se convertirá en gozo.”(Juan 16:20)


Queridos amigos, todos sabemos que la vida no es necesariamente un camino de rosas; tiene sus altas y sus bajas. Hay periodos en donde nos sentimos felices y contentos y hay momentos en donde nos sentimos tristes, angustiadas, desamparados y confundidos.


Momentos en donde no encontramos sentido a la vida, períodos en donde no sabemos qué camino debemos tomar para seguir adelante en esta aventura que llamamos vida.


También experimentamos momentos de fracasos donde no hemos dado la talla y nos desilusionamos con nosotros mismos y con la vida.


Tal vez los discípulos de Jesús se sintieron así cuando se enteraron que su líder iba ser sentenciado a muerte y crucificado; y pensaron que Él no era el líder que ellos esperaban que fuera.


Pero, ¡que gozo sintieron cuando Él resucitó al tercer día!


Ciertamente podemos afirmar que “detrás de todo momento de tristeza hay gozo en el Señor.” (E. Butterworth)


Y así es, después de pasar una noche oscura, lo que muchos llaman la noche oscura del alma siempre le sigue un nuevo amanecer. Porque detrás de toda experiencia hay un nuevo aprendizaje.


Ahora bien, cuando Jesús se encontraba en Getsemaní, estaba orando por fortaleza y dicen las Escrituras que “un ángel del cielo se le apareció para fortalecerlo.”(Lucas 22:43)


Pero Jesús continuó orando más intensamente porque “estaba lleno de angustia.” (Lucas 22:44)


Nosotros también hemos pasado por momentos de angustia porque ésta es parte de nuestra naturaleza humana. Y así como lo hizo Jesús, la oración es el remedio infalible para salir de ella.


Jesús recobró sus fuerzas y enfrentó Su arresto, pero lo hizo sin resistir. El fluyó con el desenvolvimiento de los acontecimientos que sucedieron después de su arresto. Él pudo haber resistido pero tomó la decisión de no resistir.


Tú y yo también tenemos la libertad para decidir cómo vamos a enfrentar los eventos de nuestra vida, podemos optar por resistir y por fluir. Podemos resistir y angustiarnos o podemos dejar ir y fluir viviendo momento a momento en el eterno presente a la expectativa de lo que los acontecimientos traen.


Lo mejor que podemos hacer en momentos difíciles es fluir y entregar nuestro camino al Señor.


Existen cuatro causas fundamentales del sufrimiento y la tristeza. Podrían haber más pero yo pienso que hay 4 principales. La primera es el apego. El apego a algo de lo cual nos hemos sentido atraídos, algo que nos gusta mucho y que pensamos que necesitamos tener para ser felices. Pensamos que si lo perdemos seremos infelices.


Una segunda causa es el anhelo o ansias desenfrenadas. —“Yo tengo que lograr eso, porque si no lo logro no seré feliz.”


La tercera causa es ignorancia acerca de la naturaleza de lo que nos rodea.


Y la cuarta es cuando enfrentamos aversión o rechazo de experiencias desagradables, que no nos gustan.


Los discípulos de Jesús se pusieron tristes cuando se enteraron que Él se iba a ir y que en substitución iba a enviar al Espíritu Santo. Pero Jesús les advirtió que eso iba a ser temporero porque cuando lo volvieran a ver se olvidarían de su tristeza y se alegrarían. “… vosotros ahora tenéis tristeza pero os volveré a ver y se gozará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo.” (Juan 16:22)


Hay una verdad en todo esto y es que el sufrimiento y la tristeza nos mantienen en una especie de cautiverio. Especialmente cuando estos tienen el control de nuestros pensamientos y sentimientos.


La persona se siente atrapada y ciertamente no hay progreso en este estado. Nuestra responsabilidad espiritual es liberar nuestra alma de ese estado y ciertamente de las consecuencias desastrosas que sufre nuestro cuerpo.


La clave de nuestra liberación del sufrimiento y la tristeza radica en cómo elegimos responder a estos estados del alma. Tenemos que reconocer que nosotros somos los que le otorgamos poder a una situación o condición y se lo damos con el poder de nuestros propios pensamientos.


Por ejemplo, todos hemos visto personas llorando en el aeropuerto porque un ser querido se va a vivir a otro país. Todos hemos visto a personas llorando desconsoladamente porque un ser querido ha partido a una nueva dimensión de vida. Todo esto es apego.


El remedio es pensar en que todos estamos unidos y que en Espíritu y en Verdad todos somos uno. Y si a algo nos vamos a apegar, pues que sea a nuestro Cristo morador, la presencia del Dios viviente en cada uno de nosotros.


En este concepto de unidad tengo que reconocer la labor que ha realizado la tecnología de las comunicaciones, demostrándonos cada día la cercanía entre unos y otros, demostrado así a verdad de nuestra unidad humana.


Y en este sentido la tecnología es precursora del desenvolvimiento de los poderes y facultades espirituales en cada uno de nosotros. Por ejemplo, lo que hoy se logra a través de Skype, en el mañana se hará a través del poder del pensamiento unido al poder de la imaginación, el poder de dar forma a lo informe. Con la imaginación le damos forma a la substancia viviente, al cuerpo como algo viviente que respira, y con el poder del pensamiento nos comunicamos sin las limitaciones del idioma o del lenguaje.


Y así es en el Espíritu, solo se necesita un pensamiento unido a un sentimiento puro para percibir y sentir la presencia de Jesucristo en nuestros corazones. Y esto muy bien podría ser la esperanza, y gozo en el Señor dentro de un momento de tristeza. Por eso ciertamente dentro de cada momento de tristeza hay gozo en el Señor.


Hablemos del anhelo, las ansias y los antojos. Esto es un tipo de apego. Es buscar tener algo que no tenemos porque creemos que si lo logramos tener y poseer seremos felices. Pero nos frustramos y nos entristecemos porque una y otra vez nos damos cuenta que nada de eso nos produce satisfacción ni felicidad duradera.


Entonces reflexionando con tristeza en nuestros corazones llegamos a conclusiones erróneas tales como —“la felicidad no existe, solo existen los momentos felices.”


Lo cual nos trae a la ignorancia como causa de nuestra tristeza; ignorancia acerca de la naturaleza de lo que nos rodea. Ignoramos que vivimos en un universo regido por leyes universales de justa acción, tales como la ley de dar; ignoramos que la vida se vive de adentro hacia afuera y que es dentro de cada uno de nosotros donde encontramos el gozo del Señor. Ignoramos que vivimos en un universo fundamentalmente espiritual regido por leyes espirituales.


Pablo dijo: “Estén siempre gozosos. Oren sin cesar. Den gracias a Dios en todo momento, porque esta es su voluntad para ustedes.” (1 Tesalonicenses 5:16-18)


Lo que está diciendo Pablo es que la voluntad de Dios para cada uno de nosotros es que estemos siempre gozosos. Y para Dios no hay nada imposible. Pues siendo esto así, la felicidad existe y es un estado de gozo en el Señor. Solo Dios nos puede dar plena y continua felicidad pero nosotros tenemos que reclamarla. Acércate a Dios y Dios se acercará a ti.


Si no fuese así Pablo no nos hubiese exhortado a que estuviésemos siempre gozosos. La felicidad no está en nada que esté fuera de nosotros.


Lo que nos trae a la cuarta causa de tristeza que es cuando enfrentamos aversión o rechazo de experiencias desagradables, que no nos gustan.


Podemos afirmar que la ignorancia es causa de las experiencias desagradables. Por ejemplo cuando nos surge de momento un diagnóstico de una enfermedad inesperada.


Esto es una experiencia desagradable. ¿No es así? Cuando buscamos entender qué son las enfermedades, encontramos que éstas son producto de una “condición inarmónica en mente y cuerpo causado por un pensamiento erróneo. La ignorancia es la causa de toda enfermedad. Ignorancia acerca de la relación entre nuestro espíritu, nuestros pensamientos y emociones y nuestro cuerpo.”


Las enfermedades son causadas por el “enojo, los celos, el miedo, el odio, la lujuria.” Todo esto trae tristeza y es necesario restaurar nuestra condición a un estado de armonía y gozo en el Señor. Y la Palabra de Dios unida a la Mente de Cristo es necesaria para vencer todo tipo de condición y experiencia negativa.


Jesús dijo: —“La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón ni tenga miedo.” (Juan 14:27) Y añadió: “Y yo, cuando sea levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo.” (Juan 12:32)


Cuando estemos pasando por una experiencia de tristeza podemos afirmar: “Declaro Orden Divino y confío en que todo está bien.” (LPD 18-10-2018)


Por esto es importante siempre recordar la promesa de Dios para cada uno de nosotros: “—De cierto, de cierto os digo que vosotros lloraréis y lamentaréis… pero aunque vosotros estéis tristes, vuestra tristeza se convertirá en gozo.”(Juan 16:20)


Dios les bendice porque sabiendo estas cosas las hacen.


Meditemos…


¡Amén!


Destacados
Recientes
bottom of page