Navidad: Época de Alegría y Paz
“Bienaventurados los pacificadores, porque serán llamados hijos de Dios.” (Mateo 5:9)
¿Se podrían imaginar ustedes cómo sería la vida para el mundo cristiano si no hubiese una época de navidad?
Demás está decir que cuando se acerca esta época se respira un aire diferente, la atmósfera se siente distinta hay más alegría y la gente se revitalizan.
El clima se torna más fresco y se sienten los vientos navideños.
Los comercios se preparan para lanzar sus ofertas y la gente corre para comprar los regalos de navidad. La economía en general se agiliza.
Y tanto el día de nochebuena como el día de navidad la familia se reúne para compartir en amor, en unión familiar y en paz.
Pero no todo es alegría, algunos en esta época recuerdan a sus seres queridos, los que han partido y a los que están en la lejanía añorando estar junto a ellos.
Pero en términos generales podríamos decir que es una época de alegre expectación y paz.
Y aunque ya algunos historiadores han determinado que Jesús no nació en diciembre, la tradición se impone y se sigue celebrando el nacimiento de Jesús en este mes.
Pero cuando nació Jesús no tiene tanta importancia, lo que sí tiene importancia es cómo la celebración de la llegada del niño Jesús influye en nuestro estado de ánimo y en el ánimo de toda la familia cristiana.
Por ejemplo, a diferencia del resto del año, escuchamos personas diciendo “feliz navidad”, escuchamos personas cantando canciones que aluden al nacimiento del niño Jesús.
Tenemos la imagen del pesebre en muchos lugares, centros comerciales, en algunas escuelas y en muchas iglesias. Los jóvenes de la iglesia dramatizan este evento histórico.
Las Escrituras dicen que “el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón que se llamaba José, de la casa de David; y el nombre de la virgen era María. Entrando el ángel a donde ella estaba, dijo: —¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre la mujeres!
La palabra ¡salve! literalmente significa alégrate, muy favorecida, llena de gracia. Ciertamente hubo gozo con la noticia del nacimiento de Jesús.
El profeta Isaías escribió: “El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz; y los que moraban en tierra de sombra de muerte, luz resplandeció sobre ellos… porque un niño nos ha nacido, hijo nos ha sido dado, y el principado sobre su hombro. Se llamará su nombre “Admirable consejero, “Dios fuerte”, “Padre eterno”, “Príncipe de paz”.” (Isaías 9: 2,6)
Después de leer estas palabras del profeta Isaías pensé y concluí que esa profecía se cumplió en su totalidad y sigue cumpliéndose hoy día cada vez más.
En palabras del profeta: “Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite… sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre.” (Isaías 9:7)
Cada día son más lo que se convierten y ponen a Jesucristo delante de ellos como su Señor y salvador. La prueba del tiempo ha sido superada y las palabras del profeta se ha confirmado. Su reinado es eterno y su estandarte es la paz.
Ciertamente la Navidad es una época de alegría y paz.
Toda persona en su sano juicio desea vivir en paz. Todos los domingos al final de cada servicio nosotros cantamos la canción: Haya en la tierra paz.
Y aunque conocemos la letra de memoria el reto es llevar el mensaje a nuestros corazones. El reto es lograr llevar la paz a nuestro interior.
Y para lograr esto tenemos que controlar todo deseo de imponer nuestra voluntad sobre otros, tenemos que disipar todo sentimiento de venganza y desquite, y todo tipo de juicio y condenación hacia nosotros mismos y hacia los demás.
En la historia de la humanidad se han librado grandes guerras en aras de la paz. Pero para obtener la paz como Jesús la ofreció tenemos que librar una batalla en nuestra propia mente. Sí, una batalla contra un ejército de pensamientos hostiles que han invadido nuestra consciencia buscando establecer un estado de disensión, procurando la contienda, la riña, la intolerancia, y el altercado en cada uno de nosotros.
Todavía hay mucho que tenemos que hacer para alcanzar la paz, y Jesús nos sirve de modelo para alcanzar este estado de paz.
En la misión de los setenta Jesús les instruyó a sus discípulos y les dijo: “En cualquier casa donde entréis, primeramente decid: “Paz sea a esta casa.” (Mateo 10:5)
Y en el primer lugar donde tenemos que decir estas palabras en el la casa de nuestra propia consciencia y en nuestro cuerpo. Cuando a tu mente asalten pensamientos guerreros y contenciosos lo primero que debes decir es “Paz sea en mí”. Cuando vengan pensamientos de todo tipo de pasiones desenfrenadas, di: “La Paz sea en mí.”
Y es en la mente y en el cuerpo donde se libra la batalla por la paz.
El control se obtiene cuando dominamos las fuerzas opositoras que moran en nuestro interior y todas tienen que salir fuera de nuestro territorio mental, deben marcarse a un país lejano y no volver más.
En nuestros propios hogares tenemos que ser precursores de la paz, esto es, anunciándola y haciéndola posible. Cuando ocurra una discusión o una disensión y se caldeen los ánimos es mejor no tomar posiciones arbitrarias, sino establecer un diálogo pacífico manteniendo una atmósfera de paz.
Podemos y debemos decir: “la paz sea en ese hogar” y repetirlo una y otra vez hasta que los ánimos se apacigüen y reine nuevamente la calma.
El Presidente Carter se le ha señalado como uno de los presidentes más débiles que han tenido los Estados Unidos. Sin embargo, él constituyó junto a su esposa Rosalynn una Fundación por la paz. A los 78 años recibió el premio nobel de la paz por “su "vital contribución" al acuerdo de Camp David entre Egipto e Israel (1978), por "sus esfuerzos para resolver conflictos" y por su trabajo, ya como ex presidente, a favor de los derechos humanos.”
Hoy por hoy se puede decir que éste expresidente ha sido uno de los que más han trabajado por la paz del mundo
Se le tildó de ser un presidente débil porque no usó el poderío militar de los Estados Unidos para atacar a Irán y liberar a los rehenes norteamericanos. Pero la verdad es que hay que ser fuerte para mantener una posición de paz y diálogo.
Así hizo Jesús, no resistió Su arresto aunque pudo haberlo resistido. No inició una guerra contra el Sanedrín pudiendo haberla iniciado, y no se rebeló contra la ocupación romana pudiendo haberlo hecho.
Verdaderamente tenemos que ser fuertes para mantener nuestra paz interior, y cada vez que tenemos una conquista en donde la paz triunfa en nuestro interior tendremos períodos cada vez más extensos de paz.
Lo más importante es mantenernos en un estado de paz interior.
El apóstol Pablo en su cara a los Romanos nos exhorta con las siguientes palabras: "Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres. (Romanos 12:18)
¡Navidad, navidad! época de alegría y paz.
Cuando hacemos afirmaciones tales como: ‘Yo soy un centro de armonía y paz’ toda la estructura de nuestro cuerpo se armoniza y abrimos el camino de salud en mente y cuerpo. (LPR p. 172)
Es importante que recuerdes que no habrá paz permanente hasta que la paz del mundo esté basada en la ley divina del amor y esta ley sea incorporada en el pacto de paz así como también en las mentes de aquellos que firman el pacto.
“Bienaventurados los pacificadores, porque serán llamados hijos de Dios.” (Mateo 5:9)
Meditemos.
Amén