La Parábola del Siervo que no Quiso Perdonar
“Por lo cual el reino de los cielos es semejante a un rey que quiso hacer cuentas con sus siervos…” (Mateo 18: 23-35)
Como bien ustedes saben Jesús hablaba por parábolas a la gente usándolas para ilustrar por medio de un relato simbólico un aspecto de la Verdad.
En este caso Él asemeja el reino de los cielos “a un rey que quiso hacer cuentas con sus siervos.” (Mateo 18:24)
Esto significa que primero se determinaría la cantidad adeudada y luego se haría una gestión de cobro solicitando el pago del balance adeudado.
Continúa la parábola diciendo que: “cuando comenzó a hacer cuentas le fue presentado uno que le debía diez mil talentos.”
Para que tengan una idea de lo que significa esa cantidad, un talento equivalía a seis mil denarios. Un denario era el salario de un día de trabajo. De modo que este siervo le debía al rey diez mil talentos que equivalía a 60 millones de denarios que era igual al salario de 164,384 años de trabajo.
Y uno se pregunta, ¿qué clase de persona puede ser esa que toma prestado una cantidad tan enorme de dinero? ¿Y en qué lo usó? Evidentemente lo derrochó porque no existe evidencia de sus inversiones.
Dinero que a todas luces nunca podrá pagar por su condición de siervo. Una persona así no se respeta a sí misma, ni a su familia, y mucho menos a sus acreedores. Tampoco tiene idea alguna de su responsabilidad hacia su familia y sus acreedores.
Continúa el relato diciendo: “a este que no pudo pagar, ordenó su señor venderlo, junto con su mujer e hijos y todo lo que tenía, para que se le pagara la deuda.” (Mateo 18: 25)
Cada vez que entramos en una deuda se establece un desbalance y toda deuda deberá ser pagada para establecer nuevamente el orden y el equilibrio entre el dar y recibir.
Cuando saldamos nuestras deudas nos liberamos de ataduras financieras y cuando saldamos las deudas que hemos incurrido en nuestras relaciones interpersonales nos liberamos de ataduras emocionales.
Este siervo no era libre, estaba literalmente preso por su condición de deudor. Y no solo él, sino toda su familia. Nadie en su sano juicio maneja sus finanzas personales de esta manera tan desordenada e irresponsable, arriesgando el bienestar y la seguridad de su familia.
El rey, sabiamente hizo lo que tenía que hacer para que se le pagara su deuda, que ordenar “venderlo, junto con su mujer e hijos y todo lo que tenía, para que se le pagara la deuda.”.
“Entonces aquel siervo, postrado, le suplicaba diciendo: “Señor, ten paciencia conmigo y yo te lo pagaré todo.” (Mateo 18:26) Observen que no se comprometió haciendo o presentándole a rey un plan de pago. Solo le pidió que tuviera paciencia con él.
Cuando no existe un plan de pago no hay un compromiso para pagar. El “ten paciencia conmigo” es como decir, siéntate a esperar que algún día te pagaré.
Pero como el siervo le suplicó, arrodillándose y poniéndose a los pies del rey, humillándose y rogándole, “El señor de aquel siervo, movido a misericordia, lo soltó y le perdonó la deuda.” (Mateo 18:27)
Noten que el rey fue extremada e inconmensurablemente misericordioso al perdonarle una deuda tan gigantesca. Una deuda que sabemos que nunca iba a poder pagar el siervo. Aun así, el rey le condonó la deuda.
Nuevamente el rey representa a Dios, dispuesto a perdonarnos siempre.
Y continúa el relato diciendo: “Pero saliendo aquel siervo (libre de deudas) halló a uno de sus consiervos que le debía cien denarios; y agarrándolo lo ahogaba diciendo “Págame lo que me debes.” (Mateo 18:28)
O sea, le debía cien días de trabajo, el equivalente a tres meses y 10 días o a un poco más de una cuarta parte de un año.
Noten la diferencia abismal entre la deuda del siervo y la del consiervo. Sin embargo, este siervo estuvo dispuesto a agredir físicamente a su consiervo por una deuda que era insignificante en comparación con la deuda que le había condonado su rey.
“Entonces su consiervo, postrándose a sus pies, le rogaba diciendo: “Ten paciencia conmigo y yo te lo pagaré todo. Pero él no quiso, sino que fue y lo echó en la cárcel hasta que pagara la deuda. ” (Mateo 18:29-30)
Noten que el consiervo hizo con el siervo lo mismo que el siervo hizo con el rey.
Cuando uno de Sus discípulos le pidió a Jesús que les enseñara a orar Él les enseñó la oración del Padrenuestro. En esta oración se nos ilustra la importancia de perdonar.
Dice: “Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.” De manera implícita vemos que se está dando por sentado que hemos hecho nuestra parte al perdonar a los demás y que le estamos pidiendo a Dios que nos perdone.
Esto armoniza perfectamente con la ley de dar y recibir; “dad y se os dará.”
Pero el siervo tuvo el privilegio de recibir su perdón primero y sin embargo él no quiso hacer su parte como correspondía con el consiervo.
Esto es una franca violación a la ley Divina, y toda violación trae sus consecuencias.
“Viendo sus consiervos lo que pasaba, se entristecieron mucho, y fueron y refirieron a su señor, todo lo que había pasado. Entonces llamándolo su señor le dijo: “Siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné, porque me rogaste. ¿No debías tú también tener misericordias de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti?” (Mateo 18: 31-33)
Esto es un llamado a que seamos misericordiosos. Nuevamente aquí vemos la importancia de amar y perdonar. El verdadero perdón tiene un impacto positivo en nuestro cuerpo, en nuestro estado de ánimo, porque nos libera de estreses, preocupaciones y ansiedades.
Debemos conducirnos siempre siguiendo la Regla de Oro, esto es, tratando a otros como quisiéramos que nos traten.
“Entonces su señor, enojado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara todo lo que le debía.” (Mateo 18: 35)
Como el siervo no quiso perdonar tuvo que exponerse a los verdugos, que lo iban a torturar hasta éste le revelara el monto total de sus bienes; con el propósito de que pagara hasta el último centavo que debía.
El significado de esto es que toda deuda debe ser pagada o condonada. Todos somos deudores, de alguna forma u otra. Tenemos siempre que estar dispuestos, y como dice el Maestro: “de gracia recibisteis, dad de gracia.” (Mateo 10:8)
Yo les digo que: —por tus acciones serás justificado, y por tus acciones serás condenado.
Detrás de esta parábola están leyes universales de justa acción operando y estableciendo orden divino, equilibrio, justa compensación y causa y efecto.
Para resumir:
Esta parábola nos enseña que cuando no podemos hacer lo que debemos, esto es, cuando no podemos cumplir las obligaciones que justamente se esperan de nosotros, solicitamos el perdón rápidamente y lo recibimos. ¿Pero cómo tratamos a las personas que fallan y no cumplen sus obligaciones para con nosotros? ¿Somos severos e implacables? Si es así nuestras propias deficiencias no pueden pasarse por alto. Cuando parece que otras personas nos hacen daño, es solamente porque estamos viendo las situaciones con nuestros ojos físicos. Nuestro bien está siempre asegurado porque está en Dios, que es eternamente en nosotros. Por lo tanto, cuando en apariencia otros nos ofenden (nuestro hermano peca contra nosotros), debemos perdonar “setenta veces siete” o un número ilimitado de veces. (TEG p. 129)
De modo que, queridos amigos, nadie debe incurrir en deudas que no pueda pagar ni en ofensas en las que no esté dispuesto a disculparse.
Ahora quiero tomar un par de minutos para hablar de nuestras relaciones con nuestros familiares. Si ofendes a un familiar, lo primero es aceptar rápidamente tu error y pedir disculpas. Si le tomas prestado a un familiar, no lo hagas con la idea de pagarle algún día.
Reconozco que cuando se le toma dinero a un familiar la tendencia es pagarle último. Esto no debe ser así, porque cuando un familiar te presta dinero, te lo presta porque te aprecia, y tiene confianza en tu capacidad para pagar lo adeudado. ¡Es tu familia! Entonces, no hay razón para postergar el pago para ‘algún día cuando se pueda.’
Toda deuda debe ser pagada tarde o temprano, esto trae orden y equilibrio en el universo. Pero por encima de todo esto está la gracia y la misericordia de Dios; que nos muestra lo que debemos hacer con nuestro prójimo, comportarnos de igual manera para que siga reinando el orden, la justicia y la equidad.
De modo que si estás en deuda, sea esta de la naturaleza que sea, reúnete con tu acreedor, y preséntale un plan de pago que vas a honrar, entonces págale hasta el último centavo. Créeme, te sentirás muy bien cuando lo hagas.
Si tienes una ofensa que reparar ponte de acuerdo pronto con la persona que has ofendido y establece armonía y paz.
Esa es la manera de establecer orden y equilibrio en cuerpo, alma y asuntos.
Pero si sigues pensando que puedes tomar prestado y nunca pagar terminarás en la cárcel o de algún modo pagando todo lo que debes para establecer nuevamente un equilibrio entre el dar y el recibir.
Dios te bendice si sabiendo estas cosas las haces.
Meditemos…
¡Amén!