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La Parábola del Siervo Vigilante

“Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él y cenaré con él y él conmigo.” (Apocalipsis 3:20)


La parábola del siervo vigilante es poco conocida pero importante en nuestro progreso espiritual.


Comienza la parábola diciendo: “Tened vuestra cintura ceñida y vuestras lámparas encendidas…” (Lucas 12:35) Literalmente esto significa que estés vestido y preparado a recibir. Espiritualmente esto significa que debemos preparar nuestra consciencia y estar receptivos a las ideas divinas, o a una experiencia mística que pueda tocar la puerta de nuestra conciencia.


Continúa la parábola diciendo: “Sed semejantes a hombres que aguardan a que su señor regrese de las bodas, para que cuando llegue y llame le abran enseguida.” (Lucas 12:36) La palabra aguardar tiene entre sus diversos significados los siguientes: atender, respetar, tener en aprecio o estima.


De modo que podemos decir que aquí se nos hace un llamado para que seamos semejantes a aquellos que atienden, respetan y valoran a su Señor (Dios), ¿cómo?, estando siempre pendientes y dispuestos a abrir las puertas de la consciencia a la presencia de Dios.


“Bienaventurados aquellos siervos a los cuales su señor, cuando venga, halle velando; de cierto os digo que se ceñirá y hará que se sienten a la mesa y vendrá a servirles.” (Lucas 12:37)


La palabra velar significa cuidar algo diligentemente. Nuevamente esto es un llamado a que cuidemos diligentemente los pensamientos que mantenemos en nuestra mente para no permitir que ningún mal pensamiento entre a la casa de nuestra consciencia.


Aquellos que se ocupan de velar su consciencia, cuando el señor venga estarán preparados para abrirle la puerta y sentarse en la mesa a comer con Él.

Esta bienaventuranza me hace recordar la última cena, en donde el Señor Jesús se sentó a la mesa con sus discípulos y les sirvió pan y vino. La mayoría de los discípulos estuvieron atentos a las enseñanzas de Jesús y al llamado del Espíritu. Fue entonces cuando Jesús celebró la última cena y les sirvió. Y recuerden que les dejó al Espíritu Santo para que les guiara “a toda la verdad.” (Juan 16:13)


Todo aquel que se ocupa de mantenerse vigilante en las cosas espirituales, tendrá una comunión con el Espíritu de Dios, representado en esta parábola como ‘el señor cuando venga.’


Continúa la parábola diciendo: “Y aunque venga a la segunda vigilia o a la tercera vigilia, si los halla velando, bienaventurados son aquellos siervos.” (Lucas 12:38). La idea es que nos mantengamos vigilantes todo el tiempo, porque no importa lo que pase tarde o temprano el Señor cenará con nosotros y nosotros con él.


Hay personas que pasan toda una vida sin nunca tener una experiencia de comunión con su Cristo o con el Espíritu Santo. Estas personas han sido perezosas y descuidadas permitiendo que todo tipo de pensamientos hagan morada en su conciencia.


Cuando vas al supermercado al área de las frutas y vegetales eres sumamente cuidadoso en tu selección, escoges las mejores frutas y los mejores vegetales. Bajo ningún concepto vas a escoger nada que sea inferior a tus criterios de calidad.


Entonces si eres tan cuidadoso y selectivo en la selección de las frutas y vegetales que vas a consumir, entonces, ¿por qué razón no eres igualmente selectivo con los pensamientos que vas a permitir entrar en tu consciencia?


En momentos de oración, meditación y silencio tenemos que mantenernos vigilantes centrados en pensamientos afines con la naturaleza de Dios para que cuando el momento llegue y “venga el Señor y toque a nuestra puerta” podamos tener una experiencia de verdadera comunión con Dios.


“Pero sabed esto, que si supiera el padre de familia a qué hora el ladrón habría de llegar, velaría ciertamente y no lo dejaría entrar en su casa.” (Lucas 12:39) Si supiéramos cuando un pensamiento negativo va a entrar en nuestra consciencia (casa) de seguro nosotros como padre de la familia de pensamientos que moran en nuestra consciencia no lo dejaríamos entrar. Pero como no sabemos a la hora en que esto sucederá es importante mantenernos vigilantes en todo momento para evitar que cualquier pensamiento negativo (ladrón) entre en la casa de nuestra consciencia.


“Vosotros, pues, también, estad preparados, porque a la hora que no penséis el Hijo del hombre vendrá.” (Lucas 12:40)


En la frase: “el Hijo del hombre” la palabra “Hijo” aparece escrita con “H” mayúscula. Y cuando se escribe de esta manera significa: “aquello en nosotros que discierne la diferencia entre la Verdad y el error. Cuando logramos esta comprensión estamos en condiciones de liberar nuestra alma del pecado y nuestro cuerpo de la enfermedad.” (LPR p.105)


Cualquier condición de enfermedad que estemos experimentando surge como resultado de un cúmulo de pensamientos erróneos y conceptos limitantes acerca de nuestro cuerpo.


Entonces Jesús nos exhorta a que estemos preparados en todo momento porque no sabemos cuándo llegará ese discernimiento de la Verdad que marcará un hito, un antes y un después, en nuestro desenvolvimiento espiritual.


De modo que esta parábola destaca la importancia de conservar nuestra consciencia tan limpia y constructiva como sea posible para poder así estar preparados para una realización espiritual (nuestro Señor) en cualquier momento porque en realidad no se sabe cuándo esto ocurrirá. (TEG p.148 parafraseado)


Una de las maneras en que podemos mantenernos vigilantes con una consciencia enfocada en las cosas espirituales es asistiendo sistemáticamente a nuestros servicios devocionales, y orando diariamente. Esta práctica nos recordará continuamente nuestra naturaleza espiritual y nos preparará para ese momento de realización espiritual.


Ha sido establecido para todos nosotros que “Yo estoy a la puerta y llamo si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él y cenaré con él y él conmigo.” (Apocalipsis 3:20)


La cita está hecha, pero no sabemos ni el día ni la hora. Nuestra parte está en mantenernos vigilantes para cuando el Señor toque a la puerta y llame. Puedes ser en la primera, en la segunda o tercera vigilia. Pero tarde o temprano tocará y debemos estar listos para abrirle la puerta enseguida y comulgar o cenar con Él.


Jesús ciertamente habló en parábolas por una razón muy importante, es para que aquellos que verdaderamente están interesados en las cosas espirituales entiendan, y no a los que siguen estando primordialmente en las cosas de este mundo.


En una explicación adicional a esta parábola Jesús nos habla acerca de la fidelidad en el servicio con la parábola del mayordomo fiel y prudente.


Y comienza Jesús haciendo la siguiente pregunta: “¿Quién es, pues, el siervo fiel y prudente al cual puso su señor sobre su casa para que les dé el alimento a tiempo?” (Mateo 24:45)


Ese siervo son aquellas personas que están dispuestas a ser obedientes y seguir el plan que Dios les ha dispuesto y a hacer Su voluntad.


Entonces dice: “Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor venga, lo halle haciendo así.” (Lucas 12:43) Queridos amigos, cuando somos diligentes cumpliendo con nuestras responsabilidades, viviendo de acuerdo con los principios espirituales de justa acción con Dios y con nuestro prójimo no solo somos bendecidos personalmente, sino que toda nuestra vida se desbordan en bendiciones hasta que sobreabundan.


Jesús continúa diciendo: “De cierto de cierto os digo sobre todos sus bienes lo pondrá.” Y no solo lo bendecirá sino que tendrá un lugar prominente en el reino de Dios. Así como Jesús fue bendecido por Dios sentándose a la derecha del Padre Dios ha preparado un lugar especial para aquellos que son fieles en su servicio a Dios.


“Pero si aquel siervo malo dice en su corazón: “Mi señor tarda en venir” y comienza a golpear a sus consiervos, y aún a comer y a beber y a embriagarse, vendrá el señor de aquel siervo en día que este no espera y a la hora que no sabe, y lo castigará duramente y lo pondrá con los infieles.” (Lucas 12:45-46)


No podemos vivir de las apariencias, aparentando ser una cosa cuando en realidad somos otra. Esto es como cuando dos personas tienen una cita importante y uno de ellos quiere impresionar al otro y se muestra complaciente, sumiso, recatado y medido en todo lo que hace cuando en realidad es todo lo contrario; agresivo, sin medida ni control en sus acciones y en los placeres carnales. Esto es hipocresía y como resultado sufriremos las consecuencias de nuestra infidelidad.


“Aquel siervo que, conociendo la voluntad de su señor, no se preparó ni hizo conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes.” (Lucas 12:47)Aquél que ha conocido la Verdad y aun así prefiere permanecer en el error, la ley de causa y efecto lo castigará continuamente, tropezando siempre con la misma piedra una y otra vez, sufriendo todo tipo de reveses en todas las fases de sus vida.


“Pero el que sin conocer (La voluntad de Dios) hizo cosas dignas de azote, será azotado poco, porque a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará, y al que mucho se le haya confiado, más se le pedirá.” (Lucas 12:48)


Esto es la ley de compensación operando junto a la ley del equilibrio universal. Mientras más das, más recibirás, y mientras más recibes, más se te pedirá.


Mientras más confianza depositan en ti más fidelidad demandarán de ti.


En resumen:


Somos mayordomos designados por nuestro Señor para hacer su trabajo en el mundo. Cuando somos fieles en el cumplimiento de nuestras tareas, el Padre nos concede autoridad y dominio (“De cierto de cierto os digo sobre todos sus bienes lo pondrá.”). Si por el contrario, desobedecemos sus mandamientos y tontamente pensamos que no habrá un día de juicio, “vendrá el Señor de aquel siervo en día que éste no espera… y le castigará duramente y le pondrá con los infieles.” El Señor representa la ley de causa y efecto, siempre activa y dando a cada uno su merecido. Cuando comprendemos los requerimientos de Dios [y aun así] dejamos de cumplirlos, nuestro castigo por medio de la ley es severo, porque “al que mucho se le ha confiado mucho se le pedirá.” (TEG P. 148)


Queridos amigos, estas dos parábolas nos exhortan a ser fieles en nuestro servicio a Dios y a Sus propósitos divinos, a estar vigilantes en nuestros pensamientos acciones y palabras porque la ley de causa y efecto establecerá un justo equilibrio entre dar y recibir. Pues de Dios es el patronazgo y de nosotros es la mayordomía.


Dice el Señor: “Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él y cenaré con él y él conmigo.” (Apocalipsis 3:20)


Dios te bendice porque sabiendo estas cosas las haces.


Meditemos…


Amén.


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