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¿Qué Hay Detrás de la Semana Santa?

“El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. El vencedor no sufrirá daño de la segunda muerte.” (Apocalipsis 2:11)


La Semana Santa conmemora la pasión, muerte y resurrección de Jesús. Es un recordatorio de las experiencias de Jesús los últimos días en su ministerio con Sus discípulos incluyendo Su muerte y Su resurrección.


En mi opinión la celebración de la Semana Santa es un evento que permanecerá en la consciencia colectiva del mundo cristiano hasta el fin de los tiempos o hasta el momento en que este planeta deje de existir.


Los eventos que ocurrieron permanecen detallados en los cuatro evangelios como testimonio silente de lo que el pueblo judío presenció y vivió durante esos días.


Luego de que Jesús llega a Jerusalén y es recibido como un rey, comienza a desenvolverse un complot contra Él que culmina en Su arresto, en la condena, la crucifixión, muerte y resurrección.


Visto desde esta perspectiva, ¡que mucho ocurre en tan poco tiempo! Y pienso en ciertos periodos de nuestra vida en que en muy poco tiempo suceden rápidamente cambios que nos afectan y marcan significativamente toda nuestra vida.


La Semana Santa marcó la vida de los cristianos permanentemente. Pero con el pasar de los años las cosas siguen cambiando y todo el significado de lo que representa la Semana Santa para nosotros queda nuevamente oscurecido para la mayoría de los cristianos.


Claro está, la iglesia tradicional, se ha encargado de recordarnos los hechos históricos acontecidos durante esa última semana; siempre fieles a la letra. Y entre los cristianos algunos saben en detalle que fue lo que Le pasó, otros tienen una idea vaga de lo que Le ocurrió y puede que encontremos algunos que sepan de Jesús pero no de lo que Le ocurrió esos últimos días.


Nuevamente nos hacemos la pregunta: ¿qué hay detrás de la Semana Santa?


Para muchos hay un periodo de descanso, unas buenas vacaciones en la playa, y tal vez un momento de solemnidad el Viernes Santo, el domingo estamos de regreso a casa.


Para otros, es un tiempo para asistir diariamente a los servicios religiosos que se celebran en las distintas iglesias y denominaciones religiosas durante esa semana.


Y para una minoría, significa una oportunidad para reflexionar acerca de las cosa del Espíritu.


El punto de todo esto no es necesariamente lo que le pasó a Jesús en esa semana, es lo que puede pasarte a ti y a mí cuando nuestro Cristo pasa por experiencias similares a las que pasó Jesús en esa semana.


A medida que nos dedicamos a conocer más profundamente la naturaleza de Dios, vemos en estos acontecimientos cosas que la mayoría de las personas no pueden ver, especialmente en lo que respecta a nuestro propio desenvolvimiento espiritual.


Personalmente pienso que detrás de la Semana Santa hay una historia de vencimiento. Es un llamado a que tengamos valentía, y el coraje para vencer las vicisitudes que la vida nos presenta.


La Semana Santa es el relato histórico y la trayectoria de un hombre común, así como tú y yo que se lanzó con un propósito divino a lugares desconocidos y en su proceso hizo amigos y se enfrentó a sus enemigos, superando todos sus obstáculos. Esta es la trayectoria de un héroe que a su vez se hizo uno con Dios.


Y esto es lo que Jesús es para muchos cristianos y sigue siendo hasta el día de hoy; un héroe que nos ayudará y nos levantará de la misma manera que Dios lo ayudó a Él y lo levantó.


“Todo lo que pidiereis al padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.” (Juan 14:13)


Detrás de la Semana Santa hay una historia de vencimiento, y un llamado para ti para que venzas tu ego y corones al Cristo de tu ser. El ego está destinado a morir, pero el destino de Cristo es vida eterna.


Dentro de ti y de mi hay un héroe, un héroe que duerme el sueño de las edades, y que tiene que ser despertado para realizar Su obra en cada uno de nosotros.


Delante de cada uno de nosotros se abre y se extiende el camino de perfección, pues todos somos llamados a ser ‘perfectos así como nuestro Padre es perfecto.’


El pensar que con solo vivir una vida y morir iremos a unificarnos plenamente con Dios es una “ilusión, una sombra, una ficción.” Eso es como pasar por la primaria y pretender obtener un doctorado. El proceso de refinamiento y purificación de nuestra consciencia, de nuestro carácter y de nuestro cuerpo es el proyecto de las edades.


Para alcanzar esta meta, primero tenemos que estar conscientes de la presencia del Cristo en nosotros. Segundo, tenemos que despertar esa divina Presencia. La despertamos manteniéndonos conscientes de ella en todo momento por medio de nuestros pensamientos, palabras y acciones. Luego decidimos conscientemente entregarnos a Su voluntad y actuar conforme a ella. Esto es, actuando conforme a la Ley Divina, los principios de justa acción, y conforme a la voluntad de Cristo.


Entonces Cristo estará listo para iniciar su trabajo en cada uno de nosotros, y el Espíritu Santo será nuestra Guía. Cristo vencerá toda la oposición que le ponga nuestra consciencia carnal y así como David venció a Goliat, le cortará la cabeza al ego decapitándolo para siempre.


Eso queridos amigos, es lo que está detrás de la Semana Santa, ese es el mensaje escondido durante más de dos mil años.


“El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice... El vencedor no sufrirá daño de la segunda muerte.”


El que logre esto, y lo podemos lograr, no tendrá más muerte. Los ciclos de las distintas encarnaciones por las que hemos pasado se parecen a una onda periódica, con períodos de existencia física y muerte repetidos una y otra vez.


Cuando logramos ser vencedores “no sufriremos daño de la segunda muerte” en el sentido de que esa serie de muertes sucesivas termina de una vez por todas; abriéndose delante de nosotros un nuevo camino de luz eterna, donde ya no habrá “más noches.”


Entonces es justo y necesario que tomemos la lección que tiene el libro Guarda una cuaresma verdadera para el día de hoy que es el quinto domingo de cuaresma. (GCV p. 220-221)


El título de la lección es El vencedor. Y comienza la lección hablando de lo que es ser un vencedor. “Un vencedor es el que reconoce la Verdad de su ser y está renovando su mente, cuerpo y asuntos, cambiando sus pensamientos de las viejas creencias mortales a las nuevas como las ve en la Mente Divina. [Un vencedor] es el que demuestra la ley divina no sólo en la vida externa sino en lo más profundo de la consciencia. El poder espiritual, la maestría y el dominio, son logrados por el vencedor.”


“Al vencedor le concederé que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono.” (Apocalipsis 3:21)


“La manera de vencer es, primeramente, situarse uno mismo por fe en la realización de nuestra [divina] filiación y segundo demostrarla consistentemente en cada pensamiento y acto.”


Esto significa que en todo momento a toda hora, minuto y segundo, debemos permanecer conscientes de que somos la descendencia de Dios que somos hijos de Dios. Y que esta gran verdad tenemos que demostrarla todo el tiempo con nuestros pensamientos, palabras y acciones.


“Una de las leyes mentales es que el hombre se vuelve igual a aquello con lo que se identifica. Cristo es el único modelo perfecto. Todos desean vencer los errores. Por eso, cada uno debe ser sabio e identificarse con el Cristo.”


De modo que la manera de alcanzar la perfección es identificarnos con nuestro Cristo morador, y una manera práctica de hacer esto es siguiendo al pie de la letra las enseñanzas del Maestro Jesús y afirmando una y otra vez nuestra unidad con Cristo. Afirma: “Yo soy uno con el Cristo de mi ser.”


“Ninguna condición externa o circunstancia puede [mantenernos] esclavizados cuando hacemos contacto mental con Dios.”


Pablo nos recuerda que: “… donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad.” (2 Corintios 3:17) Y como la plenitud de Dios mora en cada uno de nosotros, solo necesitamos hacer contacto en fe con esa Presencia moradora para liberarnos de toda condición externa que aparente mantenernos en cautiverio.


“Fue al vencedor al que habló Jehová cuando, por medio de uno de los antiguos [profetas], dijo: “Yo os restauraré los años que la langosta se comió.” (Joel 2:25)


A veces nos parece que salimos perdiendo cuando actuamos conforme a la ley divina, nos parece que aquellos que son más astutos en las cosas de este mundo nos sacan ventaja. Esto es especialmente cierto cuando pasamos por períodos de extrema privación en donde somos tentados en todo a usar la artimaña y el engaño para salir adelante.


Pero al que se mantiene fiel y en fe demostrando la ley divina interna y externamente será restituido de toda aparente perdida.


“Tenemos muchas bendiciones. Empieza a alabar a Dios por la abundancia de todas las cosas; tus palabras van a [abrir una grieta en] el éter omnipresente y el bien fluirá a ti de todas direcciones.”


Lanza la palabra al éter, al espacio dando gracias por la abundancia que se manifiesta en todos los aspectos de tu vida. Hazlo con fe, con el espíritu de un vencedor, aún en medio de la aparente dificultad, y hazlo una y otra vez consistentemente hasta que venzas al adversario que está en ti, el pensamiento negativo de que las cosas no van a mejorar.


“[La obra que tengo que llevar a cabo] para el mundo como vencedor, es ayudar a establecer una nueva consciencia de la raza, un nuevo cielo y una nueva tierra, “en donde habite la rectitud.” (2 Pedro 3:13)


Y esto lo logramos armonizándonos con los principios espirituales de justa acción en pensamiento, palabra y acto y demostrando una conducta ejemplar e intachable con toda persona con la que hacemos contacto.


“Siendo fiel a mi suprema comprensión de la Verdad, nunca me desvío ni a la izquierda o derecha por ninguna razón.”


Afirmemos:

“Yo soy un vencedor por medio de Jesucristo.”

“Expreso libremente la perfección del Cristo de mi ser.”

“Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.”


“El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice: El vencedor no sufrirá daño de la segunda muerte… y le concederé que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono.” (Apocalipsis 2:11, 3:21)


Dios les bendice porque sabiendo estas cosas las hacen.


Meditemos…


Amén.





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