top of page

De Perseguidor a Seguidor: Una Historia de Desapego

“Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Él dijo: — ¿Quién eres Señor? Y le dijo: —Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces en el aguijón.” (Hechos 9:4,5)


Saulo perseguía duramente a los primeros cristianos con el consentimiento del Sanedrín buscando destruir y arrasar ese movimiento llamado Camino “entrando casa por casa, arrastrando a hombres y mujeres para enviarlos a la cárcel.” (Hechos 8: 3)


En camino hacia Damasco persiguiendo a los cristianos para apresarlos y regresarlos a Jerusalén “aconteció que,… repentinamente lo rodeo un resplandor de luz del cielo; y cayendo sobre la tierra oyó una voz”, la voz de Jesús que le cuestionaba “¿por qué me persigues?… dura cosa te es dar coces en el aguijón.”


Cuando Saulo vio ese resplandor que lo rodeaba cayó en la tierra. Yo pienso que Saulo sintió el poder espiritual avasallador de la presencia de Jesús, y supo inmediatamente que era un poder superior al que no podía vencer, y quedó ciego.


Sus persecuciones a los cristianos terminaron en ese encuentro con Jesús cuando Saulo le dice: “—Señor, ¿qué quieres que yo haga?” (Hecho 9: 6)


Cuando Ananías le impuso sus manos por orden de Jesús: “al instante cayeron de sus ojos como escamas y recobró la vista. Se levantó y fue bautizado.” (Hechos 9: 18)


Pablo se dio cuenta de que perseguir y apresar a los cristianos y eventualmente destruir este movimiento que era incongruente con los conceptos religiosos tradicionales era la meta equivocada.


A los niños se les enseña desde pequeños que la meta es sacar buenas notas en la escuela. Y a medida que vamos creciendo se nos enseña que la meta es estudiar alguna carrera lucrativa que nos de buenos ingresos; luego que debemos casarnos y tener hijos para que cuando estos sean grandes y se casen convertirnos en abuelos, y después tal vez en bisabuelos… ¿y después?


Al igual que Pablo, muchos de nosotros, perseguimos las metas equivocadas. Insistimos en alcanzar objetivos que no nos dan la felicidad que tanto anhelamos ni estimulan la pasión y el deseo fervoroso por lograr algo que sea realmente valioso y significativo para nosotros.


Cuando Pablo recobró la vista también recobró el entendimiento y pudo comprender que Jesús era el mesías que se anunciaba en el Antiguo Testamento. Esta nueva comprensión de la Verdad lo llevó a cambiar su vida radicalmente de perseguidor a seguidor de Jesús.



Esta nueva comprensión de la verdad debe también llegar a cada uno de nosotros. Lo que significa que debemos dar un giro a nuestra vida para responder al llamado del Espíritu y así perseguir las metas correctas.


Pablo respondió al llamado de Jesús y cumplió cabalmente la tarea que se le asignó. De igual manera tú y yo debemos asumir nuestras responsabilidades con Dios y cumplir con todo aquello que nos concierne. Nadie ha venido a este Planeta de adorno.


A nosotros se nos han dado tareas que solo nosotros podemos, debemos y tenemos que hacer. Nadie las puede hacer por nosotros y quienquiera que quisiera hacerlas por nosotros en nada nos estaría ayudando a crecer. Asumir nuestras responsabilidades conlleva compromiso y cumplimiento y el resultado es desarrollo y crecimiento.


Asumir responsabilidades con Dios, con nosotros mismos y con los demás requiere máximo compromiso y cumplimiento de parte de nosotros.


En cuanto a esto último, les cuento que una amiga que hacía tiempo que no veía se me acercó en una actividad en la que coincidimos. Inmediatamente se desahogó y me dijo que era muy infeliz porque había incurrido en una cantidad de deudas que no podía pagar.


Estaba amargada y triste por esta situación y no sabía qué hacer al respecto. Viendo que estaba buscando un consejo mío le dije que hiciera una lista de todos sus acreedores con la cantidad que le debía a cada uno de ellos y que se asumiera esa responsabilidad y se comprometiera a pagarles en su totalidad.


De sus ingresos mensuales debía apartar una cantidad dedicada exclusivamente para pagar sus deudas, la cual dividiría proporcionalmente con cada uno de sus acreedores para hacer un pago mensualmente.


Entonces le dije: — ve y reúnete individualmente con cada uno de tus acreedores y preséntales tu plan de pago y exprésales tu compromiso en cumplir con ese plan mensualmente y religiosamente hasta que se salde la deuda. Le dije: — No esperes que acepten el plan. Posiblemente te lo va a reprochar porque entiende que la cantidad que le vas a dar es muy poca. Pero sigue adelante con tu plan y hazlo con cada uno de tus acreedores.


El primer mes que presentes tu pago, te van a ignorar; te va a tratar con el látigo del desprecio, pero le dejas el pago. El segundo mes que le pagues, se van a quedar silenciosos, sin decir palabra alguna. El tercer mes vas a encontrar un cambio positivo en su actitud hacia ti y de ahí en adelante volverán a ser tus amigos. Pero deberás mantenerte comprometida cumpliendo mes a mes sin fallar hasta saldar tu deuda con cada uno de tus acreedores.


Ella se quedó silenciosa y pensativa; no me dijo palabra alguna, sonrió y se despidió de mí; pero sus ojos estaban llenos de un nuevo brillo y su sonrisa disimulada la delataba.


Nuevamente, la meta es lograr cumplir cabalmente con Dios, con nosotros mismos y con nuestro prójimo.


Ahora hablemos de integridad. Supón que tienes delante de ti una cotización acerca de un proyecto que quieres realizar. El precio de por sí es bastante alto y te preguntas: ¿qué puedo hacer para bajar el costo? Revisas detenidamente la cotización y observas que está dividida en dos partidas: materiales y mano de obra.


De momento observas que te están cobrando la labor de instalación de unos materiales que no aparecen contemplados en la partida de materiales. ¿Qué vas a hacer, quedarte callado o lo informas? Tú sabes que si lo informas te van a subir el costo del proyecto.


Sin embargo hay muchas personas piensan que la meta es hacer el proyecto al costo más bajo posible aunque sea a costa del error cometido y la pérdida del otro.


Aquí lo que está en juego es tu integridad; es ser honesto contigo mismo y con los demás.


La verdadera meta a perseguir es lograr ser íntegro cueste lo que cueste.


Llega un momento en nuestras vidas como el que le llegó a Pablo, cuando realmente abrimos los ojos del conocimiento y comprensión de la verdad para saber que hemos estado persiguiendo cosas que no añaden verdadero valor a nuestras vidas.


En palabras de Pablo: “Todo eso lo he dejado a un lado, y lo considero basura, con tal de llegar a conocer bien a Cristo, pues no hay mejor conocimiento.” (Filipenses 3:8)


Y el valor a nuestras vidas es función del valor que añadimos a la vida de los demás.


Por ejemplo, aquí tenemos personas que voluntariamente dan un servicio de oración en la Clínica Corazones Unidos. Ellos no reciben paga por el servicio que ofrecen, es un servicio completamente voluntario.


La mayoría de ustedes podría pensar o decir: “—que pérdida de tiempo, yo prefiero trabajar y ganarme un dinero en lugar de estar perdiendo mi tiempo orando por personas que ni tan siquiera conozco.”


Pero, nuevamente, esa es la meta incorrecta, porque ignoran que este es un servicio a Dios y que Dios enriquece nuestras vidas en función a lo que hacemos para enriquecer la vida de otras personas.


Yo estoy seguro que estas personas que hacen este trabajo voluntario de orar por otros reciben la bendición de Dios, bendición que se manifiesta en todas las fases de sus vidas, en salud, en prosperidad y bienestar espiritual.


Y este es el beneficio cuando actuamos desde una conciencia de amor al prójimo como nos ha sido ordenado por Dios.


Pablo, eventualmente se dedicó por completo a predicar el evangelio a los gentiles y dondequiera que fue ahí sembró la semilla que produjo su fruto a su tiempo.


La vida de Pablo cambió radicalmente, y en algún momento de nuestra existencia nuestra vida también debe cambiar en la dirección que el Cristo nos muestra.


La vida de Pablo es una historia de desapego, él tuvo el valor de echar a un lado todas sus antiguas convicciones y optar por una nueva manera de pensar, de vivir y de actuar.


Pabló se convirtió en una nueva criatura en Cristo y tú y yo debemos también perseguir esta meta. Debemos dejar de perseguir las cosas que no añaden verdadero valor a nuestras vidas y comenzar a seguir las cosas que verdaderamente nos hacen seguidores de Cristo.


El punto de todo esto es el siguiente: debemos reconocer nuestros errores y comprometernos íntegramente con el desarrollo de nuestras cualidades humanas y espirituales; esto requerirá soltar y dejar ir una vieja manera de vivir, nuestros antiguos valores y todo aquello por lo que luchábamos antes para valorar lo verdadero y alcanzar plenitud de vida en Cristo.


Dios te bendice porque sabiendo estas cosas las haces.


Meditemos…


¡Amén!


Destacados
Recientes
bottom of page